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Fabián Estapé: Con 'r' de recortes, rebajas... y Rajoy

¿¡Ya vendrá Mariano con las rebajas!? Es lo primero que nos ha venido a la boca tras escuchar al nuevo presidente en su debate de investidura. Sí, estimados lectores, sí. Pese a que la palabra recorte no asomó durante la exposición, y sólo se anticipó una medida de gasto, la descongelación de las pensiones, el discurso nos olió a tijeretazos por doquier.

Para quienes intentan calificar cualquier cosa que se les ponga por delante, el verbo del flamante presidente del Gobierno resonó contundente cuando nos asaeteó con una ristra de medidas "urgentes" para alcanzar sin dormirnos (si es que ya no es demasiado tarde) la estabilidad presupuestaria; la reestructuración bancaria; la reactivación del mercado de trabajo y la dinamización empresarial. Y fue taxativo al espetar las reformas "estructurales" (dirigidas a la Administración, la competitividad y el estado del bienestar) que ha pergeñado para curar los males de esta ínclita nación venida a menos o, mejor dicho, venida a PIG, por los vaivenes de la economía mundializada que parecen haberse cebado en la Eurozona (por motivos como la inoperancia de los miembros de la UE para manejar la unión monetaria, la falta de solidaridad entre naciones, como ha quedado demostrado en Grecia, país al que el paternalista Merkozy y sus partenaires en Bruselas han castigado por malgastar su propina con unas puniciones que llevarán a Atenas a una sima más profunda que el propio Averno, y esta vez sin contar con Orfeo.

Cada cual, queriendo arrimar el ascua a su sardina (algo legítimo en estos momentos), ha interpretado las palabras de Rajoy a su antojo. Así, los analistas han tildado el plan de Rajoy de creíble. Pero ¿será efectible para tranquilizar al mercado? Los nacionalistas catalanes han advertido graves puntos de desencuentro con visos de recentralización y plantes o, al menos, demoras a sus principales aspiraciones económicas (el pacto fiscal, el fondo de competitividad y el pendiente de la disposición adicional tercera del Estatut), lo que ha puesto en jaque a su apoyo (arduo vemos este viaje si aún no ha empezado y ya salen enemigos al encuentro. De todos modos, qué importa tener enfurruñados a los catalanes si el PP gobierna en once de las diecisiete CCAA).

El comodín de los recortes

Los socialistas, incrédulos como un servidor, presienten que la última palabra aún no está dicha, que Rajoy se guarda el comodín de los recortes. Este año habrá buenas rebajas (la prenda más buscada serán los cintos con ojales de ajuste ilimitados para, al menos, sujetar nuestros pantalones y mantener cierta dignidad). La verdad es que el 19 de diciembre cayó un jarro de agua fría sobre quienes esperábamos oír por dónde irán los derroteros de España. Por más preguntas y réplicas que se lanzaron desde todos los puntos del Hemiciclo, Rajoy no desveló nada que no se hubiera sacado a la luz ya en su Programa Electoral; bueno, la curiosa medida de evitar los puentes para abaratar costes derivados del absentismo laboral injustificado (otra pedrada para los funcionarios). Esta medida, que nos resultó anecdótica dentro del contexto, nos recordó esas curiosidades matemáticas que circulan por Internet, como cuánto se ahorró una compañía aérea americana por quitar una aceituna de cada menú. Cualquier día vemos el ahorro por reprogramar el calendario festivo español incluido en esta lista (aunque, en realidad, no sirva ni de remiendo para el profundo jirón de la economía nacional).

Tal como está la cosa, nos gustaría conocer qué es lo que opina el español de a pie, al que este año le tocará roer un turrón duro, esas familias cuyos ingresos son mínimos o nulos por el desempleo, y a los que se les ha regalado la peladilla de minitrabajos, con nimias e irrisorias remuneraciones...

La cara de esta moneda es que un nuevo Gobierno nos intenta infundir esperanzas en el futuro (con mayúscula); un nuevo presidente nos promete abrir las aguas del Mar Rojo para que pasemos del desértico grupo de los PIG a la tierra prometida de los Triple A (y eso que, tal como están las cosas por la tenaz zozobra de la Eurozona, vaticinada desde todos los frentes, no podemos asegurar si no sería mejor quedarnos como estamos en la retaguardia), y ello sin más dolorosos recortes ni restas, sólo con algunas racionalizaciones y aplicando la castiza regla de las tres B (balor, boluntad y buebos). Pero la cruz, esa que soportaremos, es que es necesario, imprescindible, ineludible, obligado... reducir 16.500 millones de déficit (que se sepa, y sin contar con los flecos que puedan surgir y que, según la regla de la fatalidad, surgirán), y esto sin la creación de nuevas fuentes de ingresos es Imposible, a no ser que se opte por la vía del más crudo y vil tijeretazo.

Fabián Estapé, es economista.

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