Los planes de rescate financiero para Europa se tornan cada vez más fantasiosos. Los analistas de la política en Europa y EEUU se vuelcan de forma creciente con el Fondo Monetario Internacional para que éste aporte lo que se denomina un cortafuegos o, incluso mejor, el bazooka -un montón de dinero para apuntalar un rescate aumentado a la medida de Italia, otros países en dificultades y, naturalmente, los bancos de Europa que quiebren-.
Esta propuesta resulta algo entre absurdo y peligroso según qué forma adopte. La buena noticia es que no prosperará. La mala, que nadie está preparado para las verdaderas consecuencias del hecho de que el bazooka termine siendo ilusorio.
El bazooka constituye una referencia al exsecretario del Tesoro estadounidense Henry Paulson, quien en 2008 señaló, como es bien sabido, en un testimonio ante el Congreso: "Si usted tiene un bazooka y la gente sabe que lo tiene, es probable que no haya necesidad de emplearlo". Paulson argumentaba que si tenía la autoridad para rescatar a Fannie Mae y Freddie Mac, entonces no tendría por qué utilizarla. Rápidamente quedó probado cuán equivocado estaba.
Los bazookas propuestos en este momento apuntan a que se provea la suficiente capacidad financiera como para que los Gobiernos europeos en problemas no deban necesariamente buscar financiación en unos mercados privados ahora presa del pánico. El razonamiento es que si hay disponible un soporte oficial, los miedos de los inversores se aplacarían y los Estados podrían vender de nuevo bonos a unos tipos de interés razonables.
Esta idea es tan dudosa como la noción original de Paulson. Los mercados se han alterado de una manera tan absoluta que si se implementa un soporte financiero muy probablemente sería necesario utilizarlo -quizás por la friolera de billones de euros en compras de deuda europea soberana y de bancos en los meses venideros-. Además, se use o no, un bazooka convincente debería ser enorme.
Desde luego, involucrar al FMI en semejante propuesta no tiene sentido si la idea es utilizar el dinero del propio Fondo. Según el organismo, su capacidad para prestar se aumentaría hasta los 750.000 millones de dólares. Por ahora, los datos disponibles más recientes relativos a cuánto piensa el FMI que puede prestar realmente indican unos 450.000 millones de euros.
Aunque el Fondo hiciera todo lo posible por la atribulada Europa -idea con escaso apoyo en los mercados emergentes-, no cambiaría mucho las cosas. La deuda pública pendiente de Italia, que asciende a los 1,9 billones de euros, es más grande que la de Grecia, Irlanda, Portugal y España juntos. El país afronta unos 200.000 millones de euros en vencimientos de bonos en 2012 y 108.000 millones adicionales en letras, según Bloomberg News. Las necesidades de financiación soberanas de la zona euro en 2012 se calculan en más de 1 billón de dólares en 2012 solamente, y cualquier plan de financiación creíble necesita cubrir plenamente 2012 y 2013 como mínimo. Y encima no queda nada claro quién está dispuesto a financiar a los bancos europeos en semejante escenario de estrés.
La idea de que el FMI podría recurrir a los mercados emergentes para obtener más capital y así poder prestarle a Europa se topa ya en público con objeciones educadas. Y a puertas cerradas, esas objeciones no son tan educadas.
Entre las ideas más innovadoras que involucran al FMI figura la de que parte de la financiación sea aportada al FMI por el Banco Central Europeo o los bancos centrales nacionales dentro de la zona euro, para que éste luego vuelva a prestársela a Europa.
Esto constituiría una forma engañosa y hasta peligrosa de innovación financiera. Si el acuerdo preciso implica que el Fondo asuma riesgo crediticio, sus socios tendrían que preocuparse ante la posibilidad de afrontar pérdidas en el capital. Washington, como el accionista individual más grande, sería el que más tendría que perder.
Algunos funcionarios sostienen que podrían hacer participar a Estados Unidos en esta maniobra sin consultar al Congreso. Se trata de un punto controvertido sobre el cual los expertos no se ponen de acuerdo. Pero en cualquier caso, ¿quién quiere hacer eso en un año de elección presidencial? La Oficina Parlamentaria del Presupuesto ya califica de arriesgada parte de la contribución al Fondo Monetario Internacional. Dar más pasos en esa dirección llevaría a hacer sonar todas las alarmas en cualquier parte del espectro político.
De forma alternativa, el Fondo podría proporcionar una forma no oficial de que el BCE eluda sus propias normas que prohíben prestar directamente a los Gobiernos. Pero si el FMI no asume ningún riesgo crediticio, ¿qué sentido tiene? Los líderes europeos deberían afrontar la situación y ser explícitos respecto de los rescates. Ocultarse detrás del velo del Fondo no hará sino confundir todavía más las cosas.
Hace 80 años, la mayoría de los funcionarios y financiadores privados destacados confiaba en que el patrón oro debía mantenerse y que se mantendría. A partir de 1931, el patrón oro fracasó como sistema de financiación global, con consecuencias muy desagradables para muchos.
Al acercarnos a finales del año 2011, la era del rescate global también parece estar desapareciendo. Tal vez los europeos encuentren una forma de elevar proporcionalmente sus rescates utilizando su propio dinero. Tal vez consigan proteger totalmente a los acreedores y convencer a los inversores de que vuelvan a prestarle a Italia. Desde una perspectiva más realista, el patrón bazooka está a punto de derrumbarse.
Simon Johnson, execonomista jefe del FMI, profesor en la Sloan School of Management del MIT y miembro del Peterson Institute for International Economics. © Bloomberg.