
Consciente o inconscientemente, Rajoy se ha regido por tres criterios clave para la elaboración de su Gobierno: en primer lugar, debía aglutinar un equipo económico de peso, capaz de acometer los ajustes y al mismo tiempo de culminar las incompletas reformas estructurales, incluso la del sistema financiero. En segundo lugar, había de formar un equipo de seniors, de profesionales maduros, capaces de ponerse a trabajar con efectividad desde el primer día, ya que en las actuales circunstancias no era posible disponer de tiempo -ni siquiera los tópicos cien días- para engrasar la maquinaria. Finalmente, Rajoy debe tener interés en no crispar a la opinión pública, ya muy indignada por la magnitud de la crisis y la incapacidad del establishment para resolverla, por lo que ha tenido especial empeño en huir de la gestualidad de Aznar y en aparecer con un rostro amable, nada radical y capaz de generar unidad a su alrededor.
En el primer designio, Rajoy ha optado por ponerse él mismo al frente del equipo económico -presidirá la Comisión Delegada de Asuntos Económicos-, evitando así la creación de una vicepresidencia, en permanente sintonía con Rodrigo Rato, su interlocutor y la cabeza de puente en el sector financiero.
Luis de Guindos, antiguo número dos de Rato -fue secretario de Estado de Economía- será el ejecutor de las reformas estructurales de la economía española, en tanto Montoro se ocupará directamente de realizar los ajustes, que según Funcas podrían llegar a los 40.000 millones si, como se teme, el déficit de este año llega al 8% del PIB. Además, al ahorro necesario para la convergencia habrá que sumar una cantidad semejante a las desgravaciones que Rajoy quiere otorgar a los emprendedores.
Parte del partido, en campo comunitario
La conexión del equipo económico con Bruselas correrá a cargo del ministro de Exteriores, García-Margallo, quien, además de ser buen conocedor de las instituciones europeas, posee formación económica. Gran parte de la partida económica de la legislatura se jugará en el campo comunitario, en el que, antes o después, Rajoy deberá conseguir una cierta mutualización de la deuda y un alivio de las condiciones de convergencia, con el fin de disponer de un margen para aplicar estímulos fiscales que eviten que la recesión (previsiblemente estamos ya en tasas negativas, situación que se mantendrá al menos en el primer trimestre de 2012) se acentúe y que el desempleo, que continuará creciendo, se dispare hasta cotas insoportables.
Para acometer esta tarea, Rajoy ha recurrido a un equipo maduro y potente, con la media de edad mayor de todos los Gobiernos de esta etapa democrática, en el que 10 de sus 14 miembros (contando a Rajoy) son funcionarios de cuerpos de élite de la Administración y poseen una vasta experiencia en gestión.
Toda esta tarea, que será muy dolorosa para los ciudadanos y que generará indudable contestación social, deberá llevarse a cabo en el marco más apacible posible, sin inflamar a la opinión pública y sin adoptar posturas estridentes que recuerden otras épocas y exacerben las protestas contra el Gobierno. Para conseguir una imagen centrada, de moderación y cierta modernidad, Rajoy ha recurrido a dos personajes: Ruiz-Gallardón y Wert. Ruiz-Gallardón, liberal y cosmopolita, amigo de progresistas y él mismo adornado por una pátina intelectual apreciable, es la garantía de que el PP no cederá a presiones involucionistas, como la derogación del matrimonio entre homosexuales, asunto que con razón o sin ella es la piedra de toque de la ubicación ideológica de Rajoy en este momento. Es significativo que ayer mismo agentes ultras de la derecha extrema ya insultaban públicamente a Gallardón, atónitos por su llegada triunfal nada menos que al Ministerio de Justicia.
El otro referente centrista del Ejecutivo de Rajoy es José Ignacio Wert, un político surgido de la UCD, impregnado del liberalismo tolerante y transversal de entonces, sociólogo reputado en todos los ambientes, colaborador frecuente en los medios de comunicación de más prestigio, y cuya sola presencia en el Gabinete dificultaría extraordinariamente que, por ejemplo, el audiovisual público estatal volviera a las andadas y recayera en el sectarismo y la parcialidad de antaño.
La empresa que ha de acometer este Gobierno es sencillamente exorbitante, y todos debemos cooperar en la tarea porque nos va el país en ello. El reconocimiento de que se han puesto los mimbres adecuados para acometer el esfuerzo podrá ayudar seguramente al buen fin de la labor que nos aguarda.
Antonio Papell, periodista.