Firmas

Fernando Méndez Ibisate: Seguimos expectantes

Caricatura de Anthony Garner.

Ha sentado bien, en general, a ciudadanos propios y acreedores ajenos, el discurso de investidura de Mariano Rajoy, a pesar de su realismo y dureza que hábilmente ha mezclado con cierta suavidad y alguna imprecisión. Como tal discurso, ha sido impecable, trazando las líneas maestras que se esperaban, tanto en contenido como en forma. Rajoy, como prometió en su día, ha sido predecible; algo que, como nos enseña la teoría, agradecen especialmente los agentes económicos y los mercados. Pero en un momento tan especial y difícil para la sociedad y nuestra economía, tal vez esperaba alguna concreción más y algún verso suelto menos.

Principalmente, me refiero a que no pueden anunciarse así, sin más y por separado, medidas como un año más de bachillerato o -lo que me parece más grave- varios cambios sueltos en materia fiscal, como el retorno de la deducción por vivienda habitual en el IRPF; la mejora de la tributación de los planes de pensiones; el mantenimiento del IVA superreducido (4%) para la adquisición de vivienda habitual con límites en su precio; o ayudas fiscales a la contratación del primer trabajador y primer empleo.

Simples palos de ciego

Sinceramente, con la que está cayendo en materia educativa, cuya degradación general se registra estadísticamente en informes varios, y ello a pesar de la rebaja integral de los listones tradicionales establecidos para la promoción académica del alumnado, que queda incorporada en unas estadísticas de éxito que no reflejan la realidad; o con la complejidad de un sistema fiscal que además de gravoso, injusto, difícil y caro es irreverente con el contribuyente, me parece que las líneas apuntadas por Rajoy en ambos campos son simples palos de ciego.

Porque el sistema educativo requiere una reforma total, completa, y no meros apaños o acuerdos que nos mantengan en los errores al uso. Donde sean recompensados la exigencia, la responsabilidad, el esfuerzo, el conocimiento y el espíritu inquiridor, y castigados -sí, castigados, corregidos, reprendidos, no meramente ignorados- los comportamientos opuestos (indolencia, irresponsabilidad, desafío, desdén, dejadez, ignorancia, picaresca, etc.). Hay que empezar por estipular -así de mal andamos- que existen valores positivos o buenos para el individuo y su relación en sociedad y que los hay malos o negativos, y acabar con el relativismo que daña en ambos terrenos. Ello requerirá una reforma mucho más ambiciosa y profunda que un mero retoque del bachiller o la FP, quizá aún más importante.

La reforma del sistema fiscal es clave, entre otras razones porque no puede separarse de las medidas destinadas a contener y reducir el gasto público, que debieran ser definitivas para cualquier gobernante o autoridad que llegue al poder, ya que los límites sobre los ingresos son, en buena medida, los que fuerzan los topes de gasto y no al revés: si en el futuro se recupera la economía española -que lo hará- y, por ende, vuelven a crecer con cierto dinamismo los ingresos públicos, la tentación de retornar a veleidades de gasto absurdo, improductivo y en todo caso captador de simpatías o votos será de nuevo mucho mayor que cualquier intención de repercutir dicha mejora sobre el contribuyente en forma de alivio de sus cargas.

Sobre ambigüedades, Rajoy apenas ha concretado las medidas que urge acometer en materia laboral por encima de pactos o acuerdos que, hasta el presente, sólo han llevado a disponer de uno de los mercados laborales más ineficientes y, aunque los mensajes emitidos sobre reestructuración bancaria suenan bien, lo dicho sirve tanto para interpretar que habrá un banco malo, lo que sería contraproducente para los ciudadanos y el sistema, como que no lo habrá.

Ciertamente, no lleva ni 24 horas en el cargo, no conoce lo que realmente ha quedado (y lo que no) en los cajones o despachos, y el PP debe afrontar las autonómicas de Andalucía. No voy a pedirle imposibles. Pero la situación es lo suficientemente mala como para no eludir cambios graves y comprometidos pero imprescindibles. Se los reclamamos a Rodríguez Zapatero y Rajoy no va a ser menos.

Fernando Méndez Ibisate es profesor de Economía de la UCM.

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