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Iñaki Ortega: No hay dos sin tres

La tarea de enderezar el rumbo de la economía española puede parecer casi imposible, habida cuenta de la altas tasas de paro, la ausencia de crédito y el acoso de los mercados financieros. Sin embargo, si prestamos atención a nuestra historia reciente, encontraremos razones para no caer en el desánimo porque no es la primera vez que la democracia española se ve en la tesitura de encontrar con urgencia una salida a una situación de profunda recesión.

Ya lo tuvo que hacer a finales de los años 70 cuando llegaron a España las consecuencias de la crisis del petróleo: el estancamiento, el rápido aumento del desempleo y, sobre todo, la desbocada inflación, amenazaron seriamente la estabilidad del país, en un momento histórico todavía muy delicado. La solución, entonces, vino por el esfuerzo que hicieron las fuerzas políticas y sociales para aparcar sus diferencias y pactar las reformas en los llamados Pactos de la Moncloa de 1977.

El segundo gran desafío económico al que tuvo que hacer frente nuestro país se produjo en los años 90, cuando tras perder competitividad año tras año, el deterioro de la balanza de pagos se hizo insostenible y los mercados financieros recién liberalizados empezaron a castigarnos duramente. El resultado fue que conocimos una debacle económica sin precedentes, en la que el paro superó la cota del 24 por ciento. No obstante, salimos adelante porque tuvimos muy claro cuál era el camino a seguir: ingresar en el euro dentro del grupo de cabeza. La política de rigor que nos impusimos para cumplir los criterios de convergencia dio sus frutos.

Ahora estamos nuevamente ante una situación complicadísima en la que los cinco millones de personas que quieren trabajar y no pueden son su más dramático exponente. No obstante, como en el pasado, podremos sobreponernos a la adversidad si damos con la fórmula adecuada, que tal y como han visto en otras latitudes, tiene mucho que ver con la iniciativa emprendedora.

Y es que, conscientes de la capacidad de los emprendedores para ver oportunidades y nuevas actividades, aun en escenarios difíciles e inciertos como el que estamos viviendo, países como EEUU, Reino Unido y Chile han redoblado su apoyo a los emprendedores, como eje fundamental de su estrategia de estímulo de la economía y el empleo.

En nuestro país, la atención que se ha prestado a los emprendedores hasta la fecha ha sido insuficiente y el apoyo que se les ha brindado, por la dispersión, parcialidad y falta de concierto de las instituciones, ineficaz; por lo que hay mucho recorrido para mejorar y ensayar esta solución.

Apoyar con las mejores condiciones institucionales a los emprendedores es garantía de empleo, innovación y desarrollo económico. Así lo demuestra, por ejemplo, que el total del empleo neto creado en Estados Unidos en los últimos años tenga su causa en las nuevas empresas o que las más recientes e importantes innovaciones hayan surgido de start-ups o que el espíritu emprendedor esté ya considerado como un nuevo factor de producción en el mix necesario para ser competitivo.

Si los españoles pudimos con la crisis en los 70, con la fórmula del consenso, o en los 90 convergiendo con Europa, ahora también lo haremos con los emprendedores, si se generan las condiciones apropiadas para que quienes estén dispuestos a emprender lo tengan más fácil y puedan empezar a crear empleo y construir una nueva economía competitiva. Cuanto antes nos demos cuenta, antes comprobaremos que no hay dos sin tres. Y ya se sabe, a la tercera va la vencida.

Iñaki Ortega es profesor de Economía en la Universidad Rey Juan Carlos.

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