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Eduardo Olier: Cibercrimen en el cuarto espacio

La política del día a día y la interminable campaña electoral que dura ya demasiados años han conseguido convertir el escenario público en algo plano. Sólo se ve lo que opinan los políticos de lo que a ellos les interesa. A lo que se suma lo que comentan los comunicadores más sonoros sobre lo que dicen los políticos. Una situación en la que, desgraciadamente, la opinión pública queda escondida detrás de la opinión publicada que, a todas luces, no suele mostrar el amplio panorama de lo que pasa en el mundo.

Es evidente que la crisis económica aprieta más que nunca. Y que su salida depende, en su mayor parte, de decisiones políticas. La economía hoy es geoeconomía: una compleja combinación de geopolítica, geoestrategia y economía globalizada. Donde los escenarios locales quedan desvaídos por complejos intereses de orden superior. De ahí que hoy la mayor preocupación internacional se centre en lo que pasa en Europa con Grecia y lo que se decida en el G-20 en Cannes. Aunque me atrevo a pronosticar que no habrá nada nuevo bajo el sol: los líderes políticos del momento seguirán estando de acuerdo en que hay que ponerse de acuerdo.

En lo doméstico todo apunta a que tendremos más de lo mismo, con la novedad de la apertura formal de una nueva campaña electoral que, como hemos dicho, lleva ya abierta bastantes años. Con la circunstancia de que muchos, salvo aquellos que no ven sino lo que quieren ver, saben lo que hay que hacer, aparte de gastar con responsabilidad: una seria reforma laboral que estimule el empleo; una revisión profunda de la fiscalidad para que las empresas creen empleo; y la reforma del sistema financiero para que fluya el crédito y se cree empleo. Pues crear empleo viene de generar actividad económica; es decir, crecimiento, por un lado, y menos gastos del Estado, por otro. Gastos cuyas partidas más significativas son la atención al desempleo y el servicio a la deuda. O sea, pago de intereses. La receta, pues, es evidente: crear empleo estimulando la actividad económica empresarial. Subvencionar, ya está demostrado, genera paro. Y vamos por los 5 millones.

Pero además de lo anterior que, como decía Unamuno, por sabido hace falta repetir a diario, en el mundo suceden otras cosas; algunas, muy importantes, y que también nos afectan profundamente. Y en este sentido, aunque aquí haya pasado casi sin pena ni gloria, el mundo económico se enfrenta a una de las mayores lacras de nuestro tiempo: el cibercrimen. Un tema ya tratado por algunas instituciones, como ha sido el caso del Instituto Choiseul España, que no hace mucho publicó un interesante análisis en su revista Seguridad Global bajo el título "Ciberseguridad: amenazas y oportunidades en el cuarto espacio", que fue presentado ante gran audiencia en el Ceseden el pasado 13 de octubre. Un importante asunto que se ha tratado internacionalmente esta semana en la Conferencia que, sobre ciberespacio, ha tenido lugar en Londres con asistencia de relevantes personalidades; entre ellas, el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, y el vicepresidente americano Joe Biden. No tengo noticias de que el Gobierno español enviara ningún alto representante.

Cameron alertó sobre algunas decisiones que pueden tomar ciertos Gobiernos ante los hechos delictivos que surgen en la Red. Hechos que les pueden llevar a justificar una mayor censura a los ciudadanos. Así se expresaba Cameron: "Los Gobiernos no deberían usar la ciberseguridad como una excusa para la censura, negando a la gente las oportunidades que representa Internet". Y en el mismo sentido se manifestó Biden.

A lo que se sumó el secretario de Asuntos Exteriores inglés, William Hague, diciendo: "Es preciso motivar un esfuerzo común entre todos aquellos que se juegan mucho en el ciberespacio". Y, en concreto, respecto de todo lo que tiene que ver con los ataques a la economía global y las empresas, sin olvidar las conexiones que existen en la Red con el terrorismo internacional. Un cuarto espacio de relaciones sociales y económicas, y también delictivas.

Algo no desdeñable en sus aspectos económicos. Tanto es así que el pasado septiembre el Norton Cybercrime Report 2011 estimaba que las pérdidas producidas por el cibercrimen a nivel mundial se cifraban en alrededor de 115.000 millones de dólares anuales, siendo más de 430 millones de personas las que sufren ataques de este tipo. Un negro negocio que es ya más lucrativo que el tráfico de cocaína o heroína. Con crecimientos anuales superiores al 50 por ciento, y con un volumen de pérdidas económicas que ya han alcanzado el billón (un millón de millones) de dólares globalmente.

No en vano, alertaba el presidente Sarkozy a través del primer ministro francés Fillon el pasado mes de septiembre sobre la imperiosa necesidad de incrementar los esfuerzos en el desarrollo de nuevos sistemas de inteligencia económica en empresas e instituciones. Algo que en España, dada la corta visión que nos caracteriza, estamos aún esperando alguna seria iniciativa en este sentido.

Eduardo Olier es director de la Cátedra de Geoeconomía. Universidad CEU San Pablo.

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