
La inmediata respuesta de los mercados a las decisiones de la Cumbre Europea indica que el principal lastre de los últimos meses era la situación de quiebra de Grecia, que autoridades y sistema financiero europeos no terminaban de aceptar y absorber.
Admitido el desembolso financiero y de deuda, -es decir, el coste que supone la valoración a precios de mercado de los activos, sobre todo deuda soberana-, y expuesta a grandes rasgos la forma en que se costeará (ampliación del Fondo Europeo de Rescate, 100.000 millones de pérdidas para los inversores privados, etc.), todos los mercados han relajado su presión y recompuesto el deterioro de credibilidad, que se ampliaba sin control. ¿De manera definitiva o duradera?
¿Por cuánto tiempo?
Ésta es la clave. Porque lo que se ha aprobado, y no con mucha claridad -aunque Alemania sí ha impuesto un mayor control de la economía griega-, supone elevar los fondos que, ahora y en un futuro, pagaremos aquellos ciudadanos europeos capaces de generar y crear riqueza. Es decir, trabajadores, empresarios, autónomos? y hasta pensionistas y receptores de transferencias, que también contribuirán con recortes de sus percepciones.
Entre los paganos también está el sistema financiero o la banca, a quien suele acusarse, no del todo con justicia -al menos respecto a cómo salen parados los gobernantes, verdaderos causantes de las crisis de crédito, inmobiliaria y de deuda pública- de beneficiarse de tal situación.
Sin embargo, los bancos europeos, especialmente los españoles (tras los griegos) y a diferencia de los alemanes y galos, tienen no sólo que minorar sus activos por las deudas soberanas de sus balances, sino que precisan recomponer o reforzar su capital por cuantías sustanciales. Esto supone un golpe al crédito de aquí a junio de 2012, fecha para que la banca alcance tales requerimientos, de capital incluso aunque el Banco Central Europeo continúe empleándose a plena potencia como en los últimos meses; que éste es otro de los problemas.
¿Por qué Francia y Alemania no se retratan?
Nuestro sistema financiero ha salido castigado por la indolencia y connivencia de sus autoridades, que lo condujeron a enfrentarse a la crisis de deuda soberana creada por los políticos sin haber terminado de sanear sus balances y afrontar sus problemas de suelo e inmobiliarios, a diferencia de lo que se hizo en casi toda Europa (véanse los casos de Irlanda, Islandia, Gran Bretaña o las propias Francia y Alemania) y en Estados Unidos.
Tal vez, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy logren su propósito, todo termine bien y calmen esta crisis, mal denominada del euro. Pero precisamente ésta es una de las fragilidades del nuevo plan: que Alemania y, especialmente, Francia no han querido retratarse, ni retratar las debilidades de su sistema financiero. Con serias dudas sobre el crecimiento de Europa, especialmente de las economías del sur, incluida Francia, y sin reformas serias, contundentes y creíbles para embridar los gastos públicos y sus consecuencias -déficit y deuda- no sería descabellado pensar que dentro de un tiempo, no se cuánto, volvamos a las andadas. A la vista tenemos nuevos problemas de inflación.
Fernando Méndez Ibisate es profesor de Economía de la UCM.