Evasión

Crítica de 'Devuélvemela': el espejo roto del terror que zarandea y desquicia sin necesidad de sustos

  • Este dúo australiano deja claro que no tienen interés en los sustos de fórmula ni en los sobresaltos previsibles
  • Los elementos sobrenaturales son sugeridos, pero nunca delimitados, lo que mina la credibilidad del relato

Los hermanos Danny y Michael Philippou no han venido a hacer cine de terror para asustar, sino para zarandear. Devuélvemela es una obra ambiciosa y desigual, que confirma a los Philippou como cineastas con voz propia y un apetito estético que a veces amenaza con devorar su propio discurso. La película es un descenso sin red al agujero negro del duelo, tan brillante en lo formal como turbia en lo ético. Un espejo agrietado en el que, si uno se atreve a mirar, solo encontrará dolor. Pero también, en su reflejo, una inquietante belleza.

Con Devuélvemela, su segundo largometraje tras el notable debut Háblame, este dúo australiano deja claro que no tienen interés en los sustos de fórmula ni en los sobresaltos previsibles. Lo suyo es más oscuro, más incómodo y, a ratos, más brillante. Pero también más desquiciado. Si Háblame era un elegante ensayo sobre la juventud, la muerte y el vacío emocional con el filtro del fantástico, Devuélvemela es una sinfonía lúgubre sobre el trauma en la infancia, envuelta en un celofán de horrores cotidianos y golpes de puro pánico escénico.

Aquí, la historia es tan sencilla como brutal: dos hermanos huérfanos, Piper (Sora Wong) y Andy (Billy Barratt), llegan a una casa de acogida donde nada es lo que parece. Allí les espera Laura (una prodigiosa Sally Hawkins), madre sustituta tan perturbadora como melancólica, que hospeda a un tercer niño, Oliver, mudo, huérfano y absolutamente inquietante. Desde ese momento, la película se instala en una atmósfera de putrefacción emocional, reforzada por un diseño sonoro punzante y un tratamiento visual de la casa —el verdadero monstruo— como un espacio clausurado por el duelo y la negación.

Es una película de fantasmas, una elegía fúnebre sin consuelo. El título ya encierra la tragedia: hay una pérdida, hay una súplica, y hay una respuesta —invisible y cruel— que da forma al horror. Los Philippou optan fragmentar el relato, las imágenes de pesadilla y una lógica onírica. Lo suyo es una progresión dramática que se va tensionando hasta un colapso que te envuelve. Desde los primeros minutos, entramos en una espiral de incomodidad que ya no se detiene.

En su voluntad de dinamitar el "terror elevado", los Philippou parecen emular a Ari Aster (Hereditary, Midsommar), pero sin el mismo rigor simbólico. Hay ecos de Lovecraft, de Fulci, incluso de El orfanato y Anticristo, pero mezclados con una crudeza casi documental en el tratamiento del dolor infantil. Y ahí está el gran acierto —y la gran controversia— de Devuélvemela: su exposición del sufrimiento no se refugia en el género, lo atraviesa. El resultado es perturbador no tanto por lo que cuenta, sino por cómo lo muestra.

Sora Wong y Billy Barratt entregan interpretaciones devastadoras. La primera, con una mirada que encierra tanto inocencia como desconfianza; el segundo, con una rabia contenida que estalla en los momentos más inesperados. Pero es Sally Hawkins quien eleva la función a un nivel superior. Su Laura es un personaje imposible: maternal y siniestro, doliente y destructivo, una especie de Medea doméstica atrapada en la cicatriz de una pérdida no elaborada.

No obstante, no todo en Devuélvemela es éxito. Cuando la película intenta desarrollar su propia mitología, naufraga en su falta de reglas. Los elementos sobrenaturales son sugeridos, pero nunca delimitados, lo que mina la credibilidad del relato. Y su tercer acto, demasiado volcado en la acción, se entrega a un clímax visual que contrasta con la precisión psicológica del resto. El desenlace, aunque contundente, parece más pendiente del impacto que de la coherencia.

Tampoco escapa a la crítica cierta tendencia a lo que podríamos llamar "pornografía del dolor": planos largos de niños sufriendo, escenas de violencia doméstica estilizadas hasta la náusea, y un regodeo emocional que puede interpretarse tanto como valentía artística como manipulación. ¿Es Devuélvemela una película valiente o sencillamente cruel? Esa es, quizá, la pregunta que los Philippou querían sembrar. Y en ese sentido, han triunfado: la película incomoda, remueve, y se queda pegada al espectador durante días.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky