Comer y dormir. Dormir y comer. Es el summum para el viajero gastrónomo, de ahí que hayamos seleccionado algunos de nuestros destinos favoritos en los que, antes o después de sentarse a la mesa, tener una habitación a pocos metros se traduce en un lujo en mayúsculas.
Comenzamos por Esperit Roca (esperitroca.com), un exclusivo hotel de quince habitaciones con el sello impreso de Joan, Josep y Jordi Roca. A pocos kilómetros de Gerona, se sitúa en el Castillo de Sant Julià de Ramis, una antigua fortaleza militar de finales del siglo XIX en la cumbre de la majestuosa montaña dels Sants Metges. Por supuesto, el buen comer es protagonista y en el primer espacio gastronómico, del mismo nombre, se degustan los platos más emblemáticos de El Celler de Can Roca.
La novedad, es la reciente apertura de Fontané (restaurantfontane.com), donde las recetas catalanas tradicionales son las reinas. Es decir, ofrece una cocina "clásica, estricta, pero no fundamentalista, digna, potente, cualitativa, accesible y con un toque de sofisticación y elegancia", explica Joan. El nombre es un tributo a la matriarca, Montserrat Fontané, verdadero origen de este universo culinario. Asimismo, relata que la inspiración de los platos también procede de las grandes obras de la cocina catalana, entre ellas, la Cunyera Catalana (1835) y el Llibre del Coch (1520), de Robert de Nola: "Es el regreso a la esencia de la cocina de casa nuestra", añade. Hace cinco años, ya se habían estrenado en el sector hotelero con Casa Cacao, donde tan bien atiende Anna Payet a los clientes que han reservado en El Celler de Can Roca, o no. ¿Lo mejor? El desayuno y la tienda y obrador que, claro está, dirige el postrero, como le gusta denominarse a Jordi.
Seguimos, ¿qué le parece cruzarse con Benito Gómez un día cualquiera de sus vacaciones? Dalmar es otra de las aperturas de la temporada en el novísimo Fairmont La Hacienda Costa del Sol (fairmont.com). Sólo sabiendo quién ejecuta cada plato, sabemos que lo que van a llegar son elaboraciones auténticas y sin artificios, ya que la creatividad y el respeto por el producto son las bases de su culinaria.
Pocas presentaciones necesita el biestrellado chef y propietario de Bardal, en Ronda, un lugar que atraviesa su mejor momento y donde se siente libre, ya que ni quiere ni está sujeto ni a discurso, ni a territorio alguno. En definitiva, cocina lo que le apetece. ¿Qué pedir en su nuevo comedor de San Roque? La sobrasada de Xesc Reina de cerdo negro mallorquín a la brasa con pan con tomate de colgar y miel de castaño del Valle del Genal, las esparteñas a la brasa con pil pil y aceite de perejil, el lenguado a la brasa y la codorniz de Las Landas madurada y asada con un adobo de tomate seco, por poner sólo algún ejemplo.
Les sitúo: Santa Comba es un pueblo de sólo 9.000 habitantes y a allí vamos a un enclave imborrable en la memoria de quien lo conoce. Nos referimos a Retiro da Costiña, con dos brillos rojos y Manuel García al frente de los fogones de un templo que el año pasado celebró su 85 aniversario. Le inculcaron desde niño, dice, la importancia de ser un buen anfitrión, de ahí que, siendo el destino gastronómico en el que se ha convertido su templo, decidiera inaugurar un preciosísimo hotel, de sólo siete habitaciones, inspirado en un castro celta: "Era una espinita que teníamos clavada.
Está a tres kilómetros del restaurante y un chofer recoge al comensal y le lleva al terminar el almuerzo o la cena". Una vez allí, muestra cada rincón de su casa antes de que el comensal disfrute de sus elaboraciones, como la vieira de Combados con salsa marinera y aire de sus corales, la lubina asada con caldo de sus espinas y pimiento asado y la mamiña de vaca risolada y boniato. Platos de una degustación que no tiene sentido sin la sobremesa ante una gran biblioteca con 1.200 referencias de destilados: "Somos una embajada de Macallan y disponemos de unas 300 referencias. También, colecciones de armañac de cien añadas, un siglo entero". Con una gran chimenea, el establecimiento posee siete salas de estar, una por mesa, y en ellas se empieza por el café, a elegir entre 50 zonas productoras. No falta el carro de infusiones, ni el de los digestivos.
Y de La Coruña, a Raxó, en Poio (Pontevedra) para pasar unos días con Pepe Vieira, donde nos invita a descubrir "A última cocina do mundo", ya que su apuesta nos lleva a conocer Galicia y sus orígenes culinarios plato a plato, para cuya preparación usa métodos de elaboración y condimentos casi olvidados. Por eso mismo, trabaja mano a mano con el antropólogo Rafael Quintiá. En definitiva, lo que ejecuta son bocados de historia, los mismos que componen sus tres menús: Romasanta; O Señor de Andrade y A Santa Elección.
Otro destino imbatible es Vinum, el restaurante del maravilloso Gran Hotel Mas d'en Bruno, dirigido por Josep Queralt. Se encuentra a los pies de la sierra de Montsant y se trata de una antigua masía, de 1797, hoy exquisitamente restaurada y con el sello Relais & Châteaux. Era una de las fincas de labor del Priorat, la comarca tarraconense en la que monjes cartujos de la Provenza se instalaron, en Escaladei, en el año 1194, por orden de Alfonso II de Aragón, y llevaron a la zona la uva y la sabiduría enológica de su región de origen.

La familia Bruno trabajaba en las viñas y se ocupaba de entregar el diezmo a los monjes de la zona de Torroja del Priorat, donde se encuentra el hotel. En el año en que Cataluña ostenta la distinción de La Región Mundial de la Gastronomía, el chef ofrece un original menú inspirado en el medieval "Llibre de Sent Soví", datado en 1324. Es el primer recetario en catalán que se conserva, de autor anónimo.

Y, ¡qué decir del Espacio Oteiza! al que se accede por el restaurante Akelarre, el tres estrellas Michelin de Pedro Subijana. En la ladera norte del monte Igueldo y con el mar Cantábrico de frente, era la discoteca Ku hasta que los arquitectos Marta Urtasun y Pedro Rica, del estudio Mecanismo, realizaron la obra, que engloba este enclave con hotel, spa, una barra, gestionada por el barman Patxi Troitiño, y el restaurante que da nombre a todo el complejo, que escogió Pedro Subijana en homenaje a su amigo y escultor Jorge Oteiza.

Cuenta con 1.400 metros cuadrados de maravillosas terrazas desde donde contemplar unas puestas de sol, que se te clavan en la memoria, ante un vino, que armonice con la tartita de morcilla de Beasain y babasopa, la lasaña de changurro con berberechos y la pantxineta con helado de manzana asada.