Baltanás, capital de la comarca del Cerrato, está situada en el sureste de Palencia, a 28 kilómetros de la capital provincial y a menos de una hora de Aranda de Duero. Su designación por los Reyes Católicos como Cabeza de la Merindad del Cerrato, refuerzan su papel como eje territorial. Hoy, combina tradición y proyección turística, con un renovado interés por la arquitectura popular y el entorno natural. Con un clima continental extremo sus tierras fueron un reto para la agricultura, lo que derivó en una exigente relación con la viticultura y la ganadería ovina. De hecho, la célebre marca castellana de quesos Cerrato, elaborados con la excelente leche de oveja churra, son junto al lechazo –el exclusivo cordero lechal de esa raza–, sus signos gastronómicos más competentes.
Arquitectura subterránea
Los orígenes de Baltanás se remontan a la llegada de las legiones romanas a la Meseta Norte, donde residió un castro vaceo en el cotarro de El Castillo, donde se aloja precisamente el Barrio de las Bodegas, todo un prodigio de la España rural. Excavadas en el interior del cerro 374 bodegas conforman un laberinto subterráneo del que emergen caprichosos respiraderos artesanales de piedra, yeso y adobe. Se trata de una estampa de acento surrealista formada por chimeneas cúbicas, cónicas y cilíndricas que coronan dos cerros como si se tratara de esculturas brotadas de un sueño modernista. Que además representan la mayor reunión de bodegas de todo el país.
La inspiración de un genio
Durante sus viajes a León –donde construyó la catedral de Astorga y la Casa de los Botines de la capital– entre 1889 y 1893, el arquitecto Antonio Gaudí frecuentó repetidamente la comarca. Desde el nudo ferroviario de Venta de Baños, donde debía efectuar el transbordo de su procedencia catalana, mientras esperaba trenes que por entonces podían demorarse días, recorrió los pueblos del Cerrato a pie o en carretas de mulas.
Según la investigadora Ana María Ferrín, autora del libro Regreso a Gaudí, fue durante uno de aquellos trayectos cuando descubrió las insólitas estructuras de los cerros de Baltanás, asombrado de los brotes de chimeneas en unas laderas sin casas. Fascinado, las dibujó en su cuaderno de viaje y Ferrín sostiene que aquellas formas inspiraron detalles de obras tan célebres como La Pedrera o el Parque Güell. ¿Exageración romántica? Quizás. Pero el paralelismo entre las chimeneas de las bodegas y las del Paseo de Gracia no te deja indiferente. Su hipótesis aparece en un capítulo revelador: "Antonio Gaudí y Baltanás: ¿partió de aquí la inspiración del genio?".
Vino, historia y resistencia
Con una antigüedad documentada desde 1543, las bodegas fueron durante siglos el corazón económico del pueblo. No solo eran espacios de elaboración y almacenamiento del vino familiar, sino auténticos centros logísticos que abastecían a toda la comarca del Arlanza. Allí se producía el célebre "ojo de gallo", un clarete rubí elaborado con mezcla de uvas blancas y tintas volcadas en lagares de gran capacidad, donde fermentaban brevemente antes de pasar a barricas ensambladas con destreza en la propia bodega.
Estas instalaciones, en su mayoría reconvertidas en merenderos o enotecas familiares, siguen conservando su funcionalidad gracias a la solidez, temperatura constante y ventilación natural. Aunque la viticultura tradicional declinó tras la llegada de las cooperativas industriales del Duero y las políticas de concentración parcelaria de los años 50, la identidad vinícola de Baltanás se mantiene viva. Hoy se refuerza con cosechas procedentes de Rueda y por la inclusión de sus actuales majuelos en la D.O. Arlanza, a la que Baltanás pertenece. El acreditado divulgador enológico Luis Paadín resume con claridad su privilegio: "En un momento en que la tecnología es universal, el patrimonio es el único valor seguro que conecta el vino con su historia".
Patrimonio europeo
Baltanás ha sabido capitalizar este legado. En 2018, fue reconocido como Municipio Rural Europeo por la Unión Europea por su esfuerzo en preservar el patrimonio y fomentar el turismo interior. Desde entonces, eventos como la Feria del Queso y el Vino, dinamizan la vida local y el Centro de Recepción de Visitantes, instalado en el Lagar comunal, ofrece una inmersión didáctica en el proceso tradicional de elaboración del vino, donde el contacto con la modestia bodeguera y sus procedimientos estimulan el aprecio por el vino y la extensión de su cultura a las jóvenes generaciones.

El Museo y un robo de película
El Museo del Cerrato Castellano, ubicado en un palacio barroco del siglo XVIII, ofrece una extensa panorámica del patrimonio cultural de la comarca, que abarca poblaciones palentinas, vallisoletanas y burgalesas. Baltanás mismo contiene curiosidades arqueológicas propias como el Poblando de La Poza, aldea medieval con testimonios visigóticos o los remotos chozos cónicos, las viviendas de relevo para los pastores que efectuaban la trashumancia en la Cañada Real Burgalesa. Atesora asimismo monumentos como la iglesia parroquial de San Millán o la ermita de Nuestra Señora de Revilla, que custodia un objeto único: la figura del Belén más antigua de España, una talla gótica del siglo XIII que representa la Huida a Egipto.

Esta pieza protagonizó un episodio insólito en 1981, cuando fue sustraída, durante las fiestas patronales, por el célebre ladrón de arte Erik el Belga. Aunque el autor del robo fue capturado un año después, la imagen no se recuperó hasta mucho más tarde tras una investigación rocambolesca, pues la pieza había pasado por manos de diversos anticuarios y coleccionistas europeos. Hoy, por seguridad, se conserva en el Museo del Cerrato y en la ermita se venera una réplica exacta, obra del escultor-restaurador Florentino Lomillo.
Una copa con sabor a verdad
Aunque de entorno agreste, Baltanás mantiene una belleza serena y pulcra, lo que seduce a viajeros con ganas de autenticidad, curiosidad humanística, gastronomía espléndida y naturalidad en el trato. Sus barrios de bodegas son su providencia inmediata y mucho más que una postal pintoresca. Son el eslabón perdido entre el pasado inmemorial del vino y la sofisticación enológica presente.

En Baltanás cada copa cuenta una historia y el vino puede entenderse no solo como producto, sino como fenómeno cultural, social y emocional. Es así como lo hemos disfrutado en esta experiencia sin artificios, donde cada copa tiene sabor a historia, territorio y comunidad.