
En pleno corazón de Las Palmas de Gran Canaria, entre buganvillas, palmeras y jardines de ecos coloniales, se levanta un hotel que parece surgido de un cuento de viajes decimonónico. Se trata del Santa Catalina, a Royal Hideaway Hotel, una joya arquitectónica histórica que desde 1890 ha sido faro del turismo de lujo en Canarias, testigo de épocas convulsas y punto de encuentro para viajeros ilustres, artistas, aristócratas, músicos, escritores, incluso miembros de la realeza.
The Canary Islands Company
Este emblemático hotel, el más antiguo de Canarias en funcionamiento, no nació por casualidad, sino fruto de una iniciativa pionera del desarrollo turístico a finales del siglo XIX. La idea surgió de un grupo de navieros británicos que, como grandes visionarios, entendieron el archipiélago no solo como enclave estratégico del comercio marítimo, sino destino ideal para el descanso y el gozo climatológico de los viajeros europeos. Así nació The Canary Islands Company Ltd., la primera empresa turística de las islas, que encargó la construcción del hotel de 75 habitaciones a dos arquitectos británicos: James Marjoribanks MacLaren, discípulo del movimiento Arts & Crafts, y Norman Wright, con una inversión tasada en 25.000 libras esterlinas, de las que 5.000 se reservaron a inversores canarios.

Desde sus inicios, el hotel fue un lujo al estilo inglés: jardines cuidados, pistas de croquet y tenis, salones elegantes, habitaciones con baño privado (¡en 1890!), alta gastronomía y una estación para el tranvía a vapor que efectuaba el trayecto rectilíneo y paralelo al mar, desde el puerto al barrio de Vegueta. En la publicidad de la época se describía como un "establecimiento de primer orden, rodeado de naturaleza, salubre, moderno y con servicio médico inglés". Un sanatorio de lujo para la época dorada de un turismo de salud y bienestar.
Concurrencia célebre
Durante sus primeros años, fue lugar de escala para comerciantes y aventureros que, antes de la apertura del canal de Suez, recalaban en Las Palmas en rutas hacia África, Asia o América. Más tarde, se convirtió en un imán para los visitantes en busca del eterno clima primaveral de las islas. La colonia británica, que incluía desde ingenieros y rentistas hasta damas de la alta sociedad, se sentía en casa con su club inglés, su iglesia anglicana y un cementerio propio.
No tardaron en llegar personajes que hoy formarían una alineación de lujo para cualquier crónica: Agatha Christie residió en Las Palmas durante tres meses en 1927, buscando inspiración y serenidad tras su divorcio. Su recreo social se manifestó a diario a la hora del té en el Santa Catalina. También pasaron por sus salones Gregory Peck, Ava Gardner, Sofía Loren, Mario Vargas Llosa, José Saramago, Frank Sinatra, Sting, Brad Pitt y un sinfín de personajes célebres cuya relación más extensa se acumula en la documentada obra de Manuel Ramos Almenara, autor del un minucioso compendio de datos históricos del hotel.
Intervención municipal
Sin embargo, la historia del Santa Catalina no fue siempre plácida. La Primera Guerra Mundial golpeó duramente el turismo europeo. El hotel cerró sus puertas y cayó en un periodo de decadencia. Fue adquirido en 1923 por el Ayuntamiento de Las Palmas, que también compró los solares vecinos donde más tarde se construirían el Museo Néstor, el Pueblo Canario y el Parque Doramas. Aunque los planes de rehabilitación se frustraron con la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial.

Hubo que esperar a los años 50 para ver renacer al Santa Catalina. La recuperación llego de la mano del arquitecto canario Miguel Martín-Fernández de la Torre y de su hermano, el eminente artista Néstor (Martín-Fernández) de la Torre, pionero del llamado estilo "neocanario", acreditado pintor vanguardista y escenógrafo notable en Paris, Londres o Buenos Aires. Aunque Néstor falleció en 1938, su huella quedó en cada rincón: desde los grandes candelabros de Murano que diseñó, hasta los apliques de latón repujado, pasando por el mobiliario y los murales creados por su discípulo Jesús Arencibia. Uno de los más impactantes es el mural Procesión de ciegos en torno a Santa Lucía, que bajo apariencia religiosa esconde una velada crítica al control ideológico de la iglesia en la posguerra franquista en la tendencia socio-política de los muralistas mexicanos del momento. Vale la pena descifrarlo.
Formidable rehabilitación
El hotel vivió varias reformas posteriores en los años 60, 80 y 90, pero fue en 2019, tras una nueva adjudicación pública, cuando recuperó todo su esplendor cuya sutileza estética colosal fusiona el tono tradicional y contemporáneo.
El Grupo Barceló, bajo su marca Royal Hideaway, asumió la gestión y destinó más de 40 millones de euros a una rehabilitación integral. Fueron 18 meses de trabajo que incluyeron desde instalaciones técnicas y decoración, hasta la restauración de obras de arte de altísimo valor. El hotel reabrió sus puertas, poco antes del confinamiento por la pandemia, con 204 habitaciones, nuevos espacios gastronómicos, monumentales piscinas de acero en la azotea del edifico con vistosas panorámicas al mar y la ciudad alta y entre los jardines y terrazas próximos al edificio, sobre un espléndido spa a cielo abierto.

La apuesta por el arte continuó con la incorporación de nuevas piezas, como los murales de Fernando Álamo, artista canario galardonado con el Premio Canarias de Bellas Artes. Sus obras, tituladas Tulípero del Gabón, Caña de Indias o Paraísos lejanos, se inspiran en la botánica y la poesía. Están ubicadas en la galería que conecta el inmenso salón Martín-Fernández de la Torre y la desahogada terraza trasera entre jardines.
Poemas y festivales
Entre las prestaciones del nuevo Santa Catalina destaca su propuesta gourmet. El restaurante Poemas, de los hermanos Padrón, distinguido con una estrella Michelin está inspirado en la obra pictórica de Néstor. Su cocina vanguardista asocia ingredientes locales y universales, todo en homenaje sensorial a los Poemas del Mar, el Aire y la Tierra de Néstor. Por su parte, Muxgo, liderado por Borja Marrero, que ha obtenido las estrellas Michelin roja y verde gracias a su compromiso con la sostenibilidad y su uso de productos de kilómetro cero, destaca por sus numerosas sugerencias vanguardistas respetuosas de la identidad de los productos de la propia granja. Y se mantiene Carabela, bar-restaurante casual, pero exquisito, ampliado en diversos recintos, en activo durante todo el día.

El hotel ha recuperado además su papel como ateneo cultural. Desde 2020 acoge el Festival Santa Catalina Classics, donde han actuado célebres figuras de la música clásica como Anna Netrebko, Pierre-Laurent Aimard, Jorge de León o Milos Karadaglic, además de activar galardones literarios análogos a los del Hotel Formentor de Mallorca, originado también por el Grupo Barceló. Sus iniciativas han sido premiadas recientemente en los Traveling for Happiness 2025, en la categoría de Cultura y Arte Consciente, subrayando su impacto en la vida cultural y turística de la ciudad.
Reconocimiento cosmopolita
El prestigio internacional también se ha hecho notar. El suplemento El Viajero del diario El País lo eligió como mejor hotel de España en su ranking anual, la revista National Geographic lo definió como "orgullo de Las Palmas" y los World Luxury Hotel Awards lo reconocieron como el Mejor Hotel Histórico de Lujo de Europa.
Más que un alojamiento, el Santa Catalina entraña el gozo de un legado legendario. Declarado monumento histórico-artístico, forma parte del Patrimonio Arquitectónico de Las Palmas de Gran Canaria. Su arquitectura colonial de signo británico, su legado artístico y su valor como promotor y símbolo de la evolución turística de las islas lo convierten en un lugar único. Es, como afirmaron sus primeros arquitectos británicos, "mucho más que un hotel: es un pronóstico de la Historia".
Hoy, mientras en sus terrazas se sirve un aperitivo con vistas al Parque Doramas o se celebra un concierto en el salón Arencibia, el Santa Catalina sigue fiel a su esencia: ser un punto de llegada, de partida y de inspiración. Un lugar donde el tiempo se detiene, el arte cobra vida y cada rincón cuenta una historia. Una historia que, con más de 130 años a sus espaldas, se relata con elegancia.