
Según aterrizas en Menorca, las revoluciones, por lo menos a nosotros, nos bajan a menos cero. Más cuando te encuentras frente al mar y ante una buena mesa. Por eso, en estas líneas vamos a descubriros Mar Plato (@mar.plato), un destino en el que no sólo se come fenomenal, sino que las vistas son también de las permanecen clavadas en la memoria. Os lo cuento para que no dejéis de visitarlo en vuestra próxima estancia en la isla de la calma.
Situado sobre un acantilado de la costa de Son Ganxo, la propuesta gastronómica está diseñada por el chef Pruden Izquierdo (Jerez, 1981), quien se formó junto a Carles Abellán, en Bravo 24 (Hotel W), Toni Morago y Alberto Alguacil. Entre fogones, da rienda suelta a su base creativa, siempre vinculada con el mar, para proponer una cocina, que fusiona raíces andaluzas, técnica contemporánea y sensibilidad mediterránea con un vínculo profundo con el entorno y el producto local. En definitiva, nos encontramos en un lugar que entusiasma porque el Mediterráneo no sólo se mira, se saborea a través de unas recetas honestas bien ejecutadas en una localización idílica. Aquí, manda el producto local con especial y el chef siente especial devoción por el atún rojo, convertido en el hilo conductor de una cocina sin máscaras, pero rica en matices al tiempo que pone en valor el potencial agrícola, marino y cultural de la isla.

¿Qué comer mirando al mar? El precio medio es de 60 euros y el crudo de presa de buey menorquina Dry Age, parmesano y piñones es uno de los entrantes perfectos para abrir boca antes de continuar con el rey de la casa. Imprescindible resulta ser la chuleta de atún con huevos fritos, ajos laminados y ponzu, un variado de la misma joya de temporada, que se ofrece con cinco elaboraciones distintas en un sólo plato. También, el tartar o el tuétano con atún rojo y grasa de chuleta, una fusión única, potente y elegante. Son elaboraciones recomendadas por el jefe de sala, Quique Izquierdo, hermano del chef, en un proyecto en el que cuentan como socio con Santi Cruille.

En cuanto a la propuesta líquida, el concepto cuenta con una carta de vinos bien seleccionados, mientras que para comerse la puesta de sol lo suyo es tener en mano un cóctel, ya sea un mojito, un margarita o el rebujito de manzanilla de Sanlúcar.