Evasión

Anna Wintour se quita las gafas y deja su todopoderoso trono en 'Vogue': crónica de una editora que convirtió la moda en poder absoluto

  • Según ha confirmado la revista People, Wintour permanecerá como directora de contenido y editorial de Condé Nast en Vogue, supervisando todas sus cabeceras a nivel mundial
  • Wintour, la figura de la moda que inspiró la película 'El diablo se viste de Prada', llevaba 37 años como Editora Jefe de Vogue Estados Unidos
Anna Wintour

Se va la jefa, aunque no del todo, pero deja su codiciado y mítico trono. Icónica. Única. Inconfundible con su corte bob, sus gafas oscuras y ese gesto eternamente indescifrable, llevaba desde 1988 como como Editora Jefe de Vogue Estados Unidos. 37 años, que se dice pronto. Servidora, la que les escribe estas líneas, tiene 35, por lo que la dimensión de los años que llevaba Anna Wintour al frente de la versión americana de la cabecera de moda icónica me impresionan más y más en cada línea que redacto. Y me cuesta, lo reconozco, porque al final, a pesar de haber sido durante décadas el rostro visible del poder en la industria de la moda, Anna Wintour sigue siendo para el resto de los mortales, paradójicamente, una gran desconocida porque ella siempre se mantuvo a salvo, protegida tras una fachada de hielo que pocos lograron penetrar. Aunque sí que es cierto que, con el paso de los años, dejó entrever parte de sus convicciones: no fue solo una estratega de estilo, también fue una mujer con ideas firmes, incluso políticas. Wintour no solo dirigía con puño de hierro desde el front row de los desfiles: también lo hacía desde las urnas simbólicas del mundo editorial.

Para sorpresa de muchos, apoyó abiertamente a Hillary Clinton en 2016, organizó cenas de recaudación de fondos y nunca escondió su rechazo hacia Donald Trump y su entorno. Polémico y controvertido sin lugar a duda fue negarse a que Melania Trump protagonizara una portada de Vogue siendo Primera Dama -rompiendo así una tradición histórica-, mientras que Michelle Obama fue portada en múltiples ocasiones. Con Anna, la moda no fue neutral. Y eso, en un mundo que muchas veces prefiere el silencio elegante a la opinión incómoda, fue una declaración tan potente como cualquier look de pasarela.

Hillary Clinton, Anna Wintour y Óscar de la Renta

Con sus luces y sus sombras, esta londinense de 75 años cambió las reglas del juego en el mundo fashion. Profesionalizó la moda, le dio estatus, la elevó. Convirtió algo que se creía frívolo y mundano en algo serio, estratégico, poderoso. Donde antes había frivolidad, ella puso estructura. Donde había pasarela, ella vio política, economía, discurso… Anna no solo dictaba lo que se llevaba, también decidía quién lo llevaba y por qué. Su influencia iba más allá del estilo: era sistema. Y hoy que se despide de su trono en Vogue -pero no de su poder-, el mundo de la moda se pregunta si alguien podrá volver a tener ese tipo de poder, ese tipo de mirada. En Condé Nast tienen, sin lugar a dudas, un gran reto que cumplir y estoy segura que nos sorprenderá. Vivimos vientos de cambio constantes en la industria y se notarán, al tiempo.

Entre el mito y el diablo

No todo fueron flores en el reinado de Anna como lideresa suprema en Vogue. Su figura, como su silueta, siempre fue afilada. Se dice que durante años fue temida -más que admirada- en los pasillos de Condé Nast y en los front rows aún más. Su "sí" podía elevar una carrera. Su "no", enterrarla. ¿Quién no ha oído esa leyenda de que nunca decía "gracias"? ¿O de que apenas levantaba la vista para saludar a diseñadores que no aprobaba? Su poder era silencioso pero implacable y eso la convirtió en una figura casi mitológica dentro del mundo editorial. Y claro, luego está la peli de El diablo viste de Prada. Ese icónico film que no solo se convirtió en un mito pop, sino que selló la imagen de Anna Wintour como la jefa más temida del mundo. Aunque nunca se diga su nombre, todos sabían -y saben- que el personaje de Miranda Priestly (interpretado magistralmente por Meryl Streep) estaba inspirado en ella. Lauren Weisberger, la autora del libro en el que se basa el filme, había sido su asistente. Y sí, aunque algunos detalles están exagerados para el espectáculo, muchos excolaboradores de Wintour coinciden: el frío, la exigencia, el silencio asesino… Todo eso no era ficción.

Anna Wintour en la presentación de 'Evil wears Prada'

Ella, por supuesto, nunca confirmó nada. Acudió al estreno de la película con un vestido de Prada, por si a alguien le quedaban dudas de quién mandaba de verdad. Lejos de incomodarla, supo capitalizar el mito. Hizo del personaje parte de su leyenda. Porque si algo sabe bien Anna es el poder de una buena narrativa. Incluso cuando se escribía en su contra.

La moda se hizo política

Su figura como Jefa en Vogue tuvo contradicciones. La misma mujer que convirtió el Met Gala en el evento más mediático del año, fue criticada por blanquear el dolor de diseñadores emergentes, por sus silencios incómodos ante temas como la diversidad o el cambio climático y por elegir como portada a Kim Kardashian cuando aún era considerada persona non grata por la élite de la moda. La misma mujer que se negó tajantemente a poner a Melania Trump en la portada de Vogue siendo Primera Dama, pero que sí había rendido páginas a Michelle Obama o Hillary Clinton.

Momentos icónicos de Anna Wintour

Como se va 'a medias' como quien dice, seguro que los momentazos con ella seguirán, pero aquí va un buen recopilatorio:

-La portada de Kim Kardashian y Kanye West en 2014: una jugada polémica que selló la entrada definitiva de las celebridades digitales en el universo Vogue.

- La transformación del Met Gala: de evento benéfico a la auténtica Superbowl de la moda.

- Su negativa a incluir a Melania Trump como portada, rompiendo con la tradición histórica de Vogue con las Primeras Damas.

- La elección de jóvenes diseñadores como protagonistas de portadas clave: desde John Galliano a Alexander McQueen.

- El documental The September Issue, donde por primera vez el mundo pudo asomarse -un poco- al interior de su imperio.

- Su apoyo clave a Hillary Clinton en la campaña de 2016, sin disimular su postura política.

- La legendaria frase "Let's not go there" o sus silencios que decían más que cualquier discurso.

Wintour y su presencia absoluta

Como las grandes figuras, ella escapa a una única definición. Ahora que se despide del timón de Vogue, seguramente su ausencia se notará como una sala sin perfume. Esa sensación de cuando sabes que algo falta, aunque no sepas exactamente qué. Porque Anna Wintour es eso: presencia absoluta. Una sombra alargada. Una mujer que no habla en voz alta, pero que cuando habla, sentencia. Y aunque nunca sabremos quién es realmente Anna Wintour -la persona, no el personaje—, sí sabemos qué hizo y hará: convertir la moda en poder. Y eso no se borra con este parcial adiós. Porque el legado de Wintour no está solo en las portadas, en los trajes Chanel o en las gafas negras. Está en la forma en que nos enseñó que la moda es una declaración. Que detrás de una falda lápiz o un titular puede haber más política que en muchos editoriales de opinión. Ella nunca ha querido quizás caer bien sino marcar el ritmo. Y lo consiguió. Larga vida a la reina del hielo fashion. Es un adiós a medias y estoy segura que su talentoso e icónico frío fashion seguirá marcando tendencia.

Anna Wintour en la Met Gala

.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky