Evasión

Vivian Gornick: "Para muchas jóvenes ya es anticuado autodenominarse feministas"

Hay quienes se refieren a Vivian Gornick como "una feminista feroz". Y, desde luego, lo es. Nacida en el Bronx (Nueva York, EE UU), en 1935, ha dedicado buena parte de su vida al oficio de escribir, pasión que sigue atendiendo porque, ante todo, se considera "una mujer trabajadora" a la que le preocupa la igualdad entre hombres y mujeres. Su escritura se percibe rabiosa, aunque también lo es su conversación. A Gornick no le va la complacencia: es mordaz, a ratos incómoda, y reclama concreción. Una vez, expresó: "Lo que escribo es más importante que cómo se puedan sentir los demás". Lo ha demostrado este lunes, 2 de junio, en Madrid. La autora, uno de los nombres más sonados de la 84.º edición de la Feria del Libro, ha conversado sobre Por qué algunos hombres odian a las mujeres (Sexto Piso, 2025). Lo ha hecho sin andarse con rodeos. Sonriente e irónica y dura.

Esta recopilación de textos reunidos conforman el séptimo libro que la editorial española ha publicado de la autora estadounidense, considerada una de las grandes cronistas de lo íntimo y un referente en la lucha feminista, especialmente por sus aportaciones en plena efervescencia del movimiento en los años setenta. Para Gornick es "un milagro" que las reflexiones que escribió hace más de cuarenta años sean tan bien recibidas en la actualidad. "Me gusta creer que he renacido. El hecho de que yo siga viva y que el libro siga vivo después de tantos años me hace sentir muy agradecida. Espero no perder ese sentimiento de humildad", ha expresado.

En este libro, Gornick utiliza desde las conversaciones aparentemente triviales en una peluquería del Midtown hasta las disputas ideológicas dentro del movimiento para capturar el pulso de una transformación histórica. Además, analiza cómo se construye el poder masculino y se transmite la sumisión femenina, reflexiona sobre las diferencias entre las olas feministas y denuncia la misoginia soterrada en autores consagrados como Norman Mailer, Saul Bellow o Philip Roth. Pero sobre todas las cosas, defiende el valor político del testimonio personal en los grupos de autoconciencia, donde lo privado se vuelve revolución.

El feminismo, "una lucha a cámara lenta"

Cabe decir que el libro no es solo la crónica de una época, sino también una cartografía, una llamada a no bajar la guardia, una especie de guía de combate. En este sentido, la autora de Apegos feroces ha opinado que la lucha feminista marcha "a cámara lenta", dando "dos pasos hacia delante y uno hacia atrás". Eso sí, no hay que rendirse: "Estamos avanzando pero creo que hay mucho progreso que todavía debemos conseguir". "Vemos esta evolución, pero es la batalla más larga que se ha librado jamás", ha destacado, insistiendo en la necesidad de tener "esperanza" y de escuchar a "las voces optimistas", esas que son "capaces de tomar conciencia": "En realidad, la lucha es que más seres humanos lleguen a ser reales para otros seres humanos".

Esto es lo que más le entristece de los tiempos que corren: apreciar cómo tantos varones, solo por el hecho de ser mujer, la consideran alguien inferior, como si, al fin y al cabo, no fueran lo mismo. "Me apena cuando estoy con un hombre y me hace sentir que mi vida no es tan real para él como lo es para mí. Cuando sientes que estás con alguien que no entiende tu humanidad... eso me enfada y me entristece", ha apuntado. Por ello ha insistido en la relevancia del movimiento Me Too: "Cuando surgió me di cuenta de que no habíamos avanzado lo suficiente y en ellas vimos lo que seguía pasando entre hombres y mujeres los vasos de acoso sexual". "El acoso laboral llevaba años siendo ilegal pero era una ley que no se implementaba, no se cumplía", ha añadido.

Sobrevivir a Donald Trump

La escritora de La mujer singular y la ciudad considera que no es tan relevante lo que sucede en Internet, sino a lo que pasa en la calle. No utiliza estas plataformas, pero dice ser consciente de los discursos de odio que se cuecen en ellas. No se siente extrañada. En el pasado, también se tenía "miedo" al feminismo, aunque esta reacción se percibía de otra manera. "Esa reacción siempre ha estado ahí. En todo el proceso el feminismo se ha declarado como una cosa del pasado. Cuando empezamos en los 70, The New York Times ya decía eso. (...) Es imposible que esto acabe", ha comentado. A su parecer, hoy en día "hay olas de reacciones políticas, no sociales". Y, con cierto hartazgo, ha mencionado al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, declarado enemigo del feminismo: "La era de Donald Trump es terrible, pero vamos a sobrevivir. El feminismo va a sobrevivir".

En un contexto en el que se percibe cierta desilusión por el auge de los movimientos antiabortistas, así como por el odio a determinados colectivos desprotegidos, como las mujeres trans, ha lamentado -aunque de forma escueta, sin mojarse- "la fragmentación" en el feminismo, algo que ya vivió en su juventud y que en estos últimos años se ha potenciado. En parte, cree que algunas mujeres ya ni siquiera se identifican con el término "feminista". "Lo que hacen es unirse a cualquier movimiento en favor de la justicia social que encontramos. Creo que es así como funciona ahora mismo: hoy en día, para muchas jóvenes ya es anticuado autodenominarse feministas". (...) Por lo que yo veo, las mujeres trabajan por la justicia social, pero no pensando en un movimiento que sea en favor de los derechos de las mujeres".

Asimismo, anima a seguir aprovechando las herramientas de las que disponemos para que se sigan "compartiendo experiencias", ya que, en la era de la globalización, los titulares traspasan en cuestión de minutos las fronteras internacionales. Ello potencia el pensamiento y la conciencia crítica. "Compartir" en la red es "cada vez más común e inevitable". Eso sí, ha advertido: "Si nos contamos los unos a los otros para conseguir una opción política, sí es útil compartir. En cualquiera de nuestras iniciativas, si no está la opción política, es cotilleo".

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