
Guillermo Tell es una película que, a pesar de sus altibajos, consigue transmitir la esencia de la leyenda. No es una obra maestra, ni tampoco una versión revolucionaria del personaje, pero sí un intento por revivir el sabor clásico de las aventuras épicas. Quienes busquen una película de acción con intriga y momentos heroicos encontrarán algo que disfrutar. Pero quienes esperen una reinterpretación profunda o un retrato más complejo de la leyenda de Tell, quedarán, quizás, algo decepcionados.
Guillermo Tell nunca fue un hombre real, sino una creación mítica que ha viajado a través de siglos y generaciones, tal vez con el mismo empuje y fantasía con la que se lanzan flechas a la manzana que adorna su cabeza en los relatos populares. Lo que sí es cierto, sin embargo, es que la figura de este héroe suizo ha perdurado gracias a su épica lucha por la libertad, un impulso narrativo tan fascinante como la legendaria precisión con la que apunto su ballesta. La nueva película de Nick Hamm, Guillermo Tell, se enfrenta a esta tradición con un enfoque visceral y adrenalínico, pero, como el propio personaje, se debate entre la leyenda y la realidad histórica, entre la épica de la narración y las limitaciones de una puesta en escena descompensada.
A diferencia de Robin Hood, cuya imagen ha sido reinterpretada por algunas de las estrellas más grandes de Hollywood, Guillermo Tell ha permanecido en un plano algo más oscuro y lejano en la memoria colectiva del cine. No obstante, Guillermo Tell pretende cambiar esa dinámica, aunque, lamentablemente, no lo consigue con la fuerza esperada. La figura de Tell, interpretado por Claes Bang, un actor danés que aporta una serenidad algo fría al personaje, se enfrenta a un dilema común en las leyendas: ¿cómo humanizar lo mítico sin destruir su esencia? En este caso, la tarea resulta complicada, ya que la película, aunque visualmente impactante, pierde fuerza narrativa al empeñarse en mantener un tono solemne que, en ocasiones, no sabe cómo gestionarse.
En la trama, basada en las antiguas crónicas de la Suiza medieval, Tell es un hombre que, tras renunciar a la violencia en las Cruzadas, se ve obligado a participar en una rebelión contra la opresión austriaca, encabezada por el villano gobernador Gessler, interpretado por un desmesurado Ben Kingsley. Aquí, el director opta por retratar la relación entre los buenos y los malos de forma esquemática: Tell, el héroe noble y sereno, contra Gessler, el malvado, cruel y despiadado. Este enfrentamiento unidimensional entre los "justos" y los "nefastos" hace que la película se incline peligrosamente hacia una estructura maniquea, perdiendo sutileza y matices en su desarrollo.
Es en la construcción de los personajes donde el filme tropieza, pues, aunque la presencia de actores como Kingsley y el prometedor Bang le dan cierto lustre al proyecto, la falta de complejidad en sus intervenciones restan profundidad. Ben Kingsley, quien parece empeñado en mostrar la maldad de su personaje con gestos exagerados, termina más cómico que intimidante. Por su parte, la interpretación de Claes Bang está, si bien contenida, tan fría como el paisaje suizo que lo rodea, una elección que, aunque interesante, no termina de conectar con el espectador.
Por otro lado, la película ofrece una serie de imágenes majestuosas, capturadas en panorámicas que nos transportan a los imponentes paisajes alpinos, y que evocan el cine de aventuras clásico, ese que se hizo en los años cincuenta y sesenta con el estilo febril de Richard Fleischer. En este sentido, Guillermo Tell hace honor a las grandes producciones de su tiempo, con castillos majestuosos, batallas vibrantes y un ritmo vertiginoso que, sin embargo, se ve lastrado por un guion que no sabe equilibrar la acción con las necesarias dosis de dramatismo. La película se alarga innecesariamente en diálogos interminables sobre conspiraciones, traiciones y venganzas, una estrategia que resta agilidad al relato y hace que el famoso momento de la manzana, una de las escenas más esperadas, se diluya durante una larga secuencia que, lejos de aportar tensión, se vuelve tediosa.
No obstante, no todo es negativo. La dirección de arte y los paisajes naturales, junto a la cuidada ambientación, logran generar una atmósfera envolvente que hace que, a pesar de las deficiencias en el desarrollo de los personajes y la trama, Guillermo Tell mantenga cierto nivel de entretenimiento. La película, a pesar de sus defectos, conserva el aire de las viejas aventuras épicas, esas que nos transportan a una época más sencilla en la que la lucha por la libertad, aunque un tanto idealizada, tiene la capacidad de emocionar. En todo caso, siempre nos quedará para emocionarnos de verdad la Obertura de Guillermo Tell, Gioachino Rossini, que nos recuerda inevitablemente a La Naranja Mecánica. Pero ésa es otra historia y deberá ser contada en otro momento.
Relacionados
- Películas para ver este fin de semana: 'Sorda', 'La huella del mal', 'Guillermo Tell' y 'Una película de Minecraft'
- Series para ver este fin de semana: 'The Bondsman', 'Dying for Sex' y 'Rescue: Hi-Surf'
- Qué películas ver para recordar a Gracita Morales cuando se cumplen 30 años de su muerte
- El tirón de las 'series vintage': 'Águila Roja' y otras míticas que puedes ver gratis en streaming