
Maurizio Cattelan, el artista detrás del famoso plátano pegado a la pared con cinta adhesiva, que alcanzó la cifra récord de 6,2 millones de dólares en una subasta en Sotheby's, continúa desafiando las normas del arte contemporáneo. La viralidad de su obra, titulada Comediante, catapultó al artista a la fama, pero también generó un debate sobre el papel del arte en el mercado y la cultura actual. En una reciente entrevista con El Mund, Cattelan reflexiona sobre su carrera, la importancia del arte como ruptura del sistema y su visión de la sociedad y la cultura moderna.
Una nueva Edad de Oro y la sombra de la pobreza
En un tono mesiánico, Donald Trump prometió a los estadounidenses una "nueva Edad de Oro". Un momento para redescubrir 'América', y en ese contexto, Cattelan propone una reflexión sobre la obra más famosa de su carrera: "América", un retrete de oro de 18 quilates robado en 2019. Para Cattelan, la época dorada comenzó décadas atrás, cuando su arte comenzó a escalar en el mercado, con obras como "Comediante", el plátano pegado a la pared que se subastó por 6,2 millones de dólares. Sin embargo, su infancia, marcada por la pobreza, es un tema recurrente que, en palabras del propio artista, nunca abandona a quien la vive: "La pobreza es como una sombra: cuanto más te alejas, más se alarga".

El arte como una grieta en el sistema
Para Cattelan, el arte nunca debe ser un medio para alimentar el ego o el narcisismo. En un contexto donde los artistas a menudo se convierten en marcas, él argumenta que la viralidad es solo una consecuencia de saber cómo jugar con el sistema, pero que el verdadero reto del arte es trascender la fugacidad del momento viral. "El arte es una grieta en el sistema, no sólo un producto", subraya Cattelan, destacando que el verdadero valor del arte está en su capacidad para abrir espacios de reflexión y subversión, algo que trasciende a la persona que lo crea.
A pesar de la controversia que rodea a coleccionistas como Justin Sun, quien adquirió su famoso plátano, Cattelan afirma que una vez que una obra sale de su estudio, ya no le pertenece. "Me interesa el diálogo que puede generar, no tanto quién lo posee", explica. "El arte, después de todo, nunca pertenece realmente a nadie: pertenece a quienes lo miran". Esta afirmación refleja el enfoque del artista hacia la creación: no como un objeto de propiedad, sino como un espacio para generar discusión, para ser observado y experimentado.
La cultura 'woke' y la evolución del diálogo
Con respecto al fenómeno de la cultura 'woke', Cattelan es tajante: aún debe evolucionar. Aunque reconoce su importancia, también afirma que no debe convertirse en un dogma, sino en un diálogo constante. "La cultura woke no debe detenerse, sino evolucionar. Todavía es necesario impulsarla, pero sin convertirla en un dogma", indica, sugiriendo que el arte puede jugar un papel crucial en esta evolución, siempre que se mantenga abierto y flexible.
En una exposición reciente en Milán, Cattelan ha comisariado junto a Marta Papini una muestra que rinde homenaje a las artistas Birgit Jürgenssen y Cinzia Ruggeri, cuyas obras subvierten las normas de género y feminidad. "Hablar de mujerismo es reduccionista", reflexiona Cattelan, quien resalta la importancia de compensar la histórica invisibilidad de las mujeres en el arte. "La genialidad de artistas como Cinzia Ruggeri y Birgit Jürgenssen reside en su mirada única", asegura, señalando cómo estas artistas transformaron lo cotidiano en arte, desafiando las convenciones sociales.
Finalmente, Cattelan reflexiona sobre lo efímero de la vida y el arte, haciendo una comparación entre su trabajo y las historias de amor que han marcado su vida. "Mis historias terminan porque soy más fiel al trabajo que al amor", admite, describiendo cómo su obsesión con su arte, a menudo, se convierte en un obstáculo para las relaciones. Pero también revela un sentimiento de vulnerabilidad, comparando la vida con "un puente solitario" que puede derrumbarse en cualquier momento.