La semilla de la higuera sagrada es una película que duele, pero también inspira. Rasoulof, obligado a trabajar lejos de su Irán natal demuestra que el arte puede ser un acto de resistencia. Su retrato de una familia dividida por el miedo y la esperanza retrata la lucha por la justicia en las circunstancias más adversas.
Mohammad Rasoulof, conocido por su compromiso político y su capacidad para incomodar a los poderes establecidos, aborda las fracturas sociales de su tierra con La semilla de la higuera sagrada. Inspirada en los hechos ocurridos tras la muerte de Mahsa Amini, esta película da voz a las mujeres que enfrentan la represión sistemática de un régimen implacable. Es una obra que conmueve tanto por su valentía como por los dilemas éticos que plantea.
Narra la historia es una familia cuya aparente estabilidad se ve sacudida por los movimientos sociales que surgen tras el asesinato de Amini. El padre, un juez que representa las estructuras opresivas del Estado, lidia con su propio conflicto moral mientras sus hijas adolescentes descubren, a través de las redes sociales, la brutal realidad de su país. En medio de ellos, la madre se convierte en un puente, atrapada entre la lealtad al patriarcado y el despertar político de sus hijas.
El relato conecta lo personal con lo político. Las dinámicas familiares reflejan, de forma precisa, las contradicciones de una sociedad rota. Las interpretaciones de Soheila Golestani, Setareh Maleki y Mahsa Rostami transmiten con fuerza el sufrimiento y la determinación de sus personajes. El padre, por su parte, es una figura ambigua que genera tanto rechazo como compasión, lo que añade profundidad al conflicto.
Las casi tres horas de duración se hacen largas: hay momentos que se alargan más de lo necesario, diluyendo la intensidad que si logra construir en otros tramos. Además, ciertos giros hacia el thriller, efectivos al principio, se sienten forzados y restan credibilidad al desenlace. Laxpelícula deja escenas que perduran en la memoria. El interrogatorio policial a la madre y sus hijas es un ejemplo brillante de cómo explorar el terror psicológico sin recurrir a la violencia explícita. Rasoulof transmite la atmósfera opresiva que define la vida en Irán.
El uso de grabaciones reales de protestas y la ambientación claustrofóbica refuerzan la autenticidad del relato. Aunque la falta de libertad durante el rodaje es evidente, esta limitación técnica se convierte en un punto a favor, ya que refleja la clandestinidad y la urgencia de la obra.