Evasión

Franz Ferdinand regresa a sus raíces y recupera el miedo antes de venir a España con 'The Human Fear'

'The human fear'.

Alex Kapranos apretó el puente de su guitarra con fuerza. Sentía la madera bajo los dedos como quien toma el timón de un barco antes de la tormenta. En la sala de mezclas, la luz era tenue, casi teatral, y Mark Ralph, sentado frente a los controles, levantó una ceja mientras ajustaba los niveles. Era allí, en el estudio, donde todo cobraba sentido; donde las canciones dejaban de ser ideas vagas y se convertían en algo palpable, urgente. La banda estaba unida y tocando al unísono, y Audrey Tait, desde la batería, marcaba el ritmo con una precisión que era nueva pero no ajena. Su llegada había renovado una energía que parecía dormida desde hacía tiempo. El resumen es un nuevo disco.

Han pasado años desde Always Ascending, un disco que, aunque correcto, nunca logró encender la chispa que Kapranos sabía que aún tenían. Pero ahora todo es diferente. En The Human Fear, hay algo crudo, casi visceral, que resuena con la misma fuerza que en los primeros días, cuando las guitarras eran un eco de noches largas y escenarios sudorosos. El miedo es ahora una emoción que corre como un río subterráneo a través de cada acorde y cada verso. "El miedo te hace humano", había dicho Alex más de una vez, como si tratara de convencer tanto a la prensa como a sí mismo.

Las canciones hablan por sí solas. Audacious se despliega como un manifiesto: ser audaz cuando todo parece derrumbarse, gritarle al vacío que hoy no es el día. Y después está Night or Day, una ráfaga de guitarras hecha para incendiar pistas de baile. Es música que exige movimiento, que no permite quedarse quieto. Sin embargo, hay matices. Canciones como Black Eyelashes, con su aire teatral y oriental, o Hooked, con sintetizadores que casi rozan lo amenazante, recuerdan que Franz Ferdinand nunca ha sido una banda que se conforme con lo obvio.

La gira los trae a España en febrero, a salas pequeñas donde la cercanía será cómplice. Kapranos sabe que esas seran las noches que más recordará la gente coreando las letras como si fueran propias, las luces pintando sombras en las paredes, el sonido llenándolo todo. Mientras afina su guitarra en la penumbra, una sonrisa breve cruzará su rostro. Todavía tenían algo que decir. Y lo dicen a su manera, afilados, con el filo justo de una navaja que corta sin previo aviso.

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