Evasión

Crítica de 'Pídeme lo que quieras': un film entre lo tórrido y lo ridículo

La adaptación cinematográfica de Pídeme lo que quieras, la primera novela erótica de Megan Maxwell, llega con la promesa de convertirse en el nuevo fenómeno del cine español. Bajo la dirección de Lucía Alemany, conocida por su trabajo en La inocencia (2019) y la comedia Mari(dos) (2023), esta historia busca posicionarse como un cruce entre Nueve semanas y media y 50 sombras de Grey. Sin embargo, pese a sus aspiraciones, el resultado final dista de ser tan provocador o cautivador como los títulos que pretende emular.

Una propuesta ambiciosa, pero limitada

El filme se basa en el popular bestseller de Maxwell, cuyas novelas han cosechado un amplio número de seguidores (o "guerreras") gracias a su mezcla de erotismo y fantasía romántica. No obstante, llevar al cine una obra cuya principal virtud reside en la imaginación del lector es siempre un reto. En este caso, el guion no logra traducir con eficacia la complejidad emocional y el tono subido de la historia.

Alemany, que ha demostrado ser una directora solvente en sus anteriores trabajos, parece menos cómoda manejando los elementos sensuales y provocadores del relato. Las escenas eróticas, que deberían ser el eje de la película, oscilan entre lo mecánico y lo absurdo, con un exceso de clichés visuales que recuerdan más a un videoclip de los años 90 que a un drama sofisticado.

Interpretaciones desiguales

Gabriela Andrada y Mario Ermito, los protagonistas, entregan actuaciones que no siempre están a la altura del material que tienen entre manos. Andrada, quien da vida a Judith, demuestra cierto carisma en los momentos más ligeros, pero se muestra menos convincente en las escenas de mayor carga emocional. Falta en las interpretaciones consistencia para transmitir del todo la fuerza de los personajes.

Ermito, que interpreta al hierático Eric Zimmerman, lucha por equilibrar la rigidez emocional del personaje con una cierta humanidad. Su versión del 'macho alfa' alemán resulta más caricaturesca que seductora, lo que dificulta que el espectador empatice con su historia de amor poco convencional.

Erotismo forzado y conflictos diluidos

El principal problema de Pídeme lo que quieras radica en su incapacidad para encontrar el equilibrio entre el erotismo y la narrativa romántica. Mientras que Nueve semanas y media se apoyaba en una atmósfera de misterio y sensualidad, y 50 sombras de Grey al menos lograba construir una estética reconocible, esta película parece atrapada en un limbo entre el melodrama y la comedia involuntaria.

Las escenas de sexo, promocionadas como un punto fuerte de la cinta, carecen de verdadera química entre los protagonistas. Incluso los momentos más tórridos se ven afectados por un tono inverosímil, exacerbado por los problemas de las "protecciones volátiles" que los actores han mencionado en entrevistas, convirtiendo lo que debería ser sensual en algo risible.

Además, el desarrollo emocional de los personajes queda relegado a un segundo plano, lo que limita la profundidad del conflicto central. Judith, que en la novela se presenta como una mujer fuerte que lucha por mantener su identidad en medio de una relación compleja, aquí pierde parte de esa fuerza, dejando al espectador con un personaje más plano de lo esperado.

Un potencial desaprovechado

Es innegable que Pídeme lo que quieras tenía los ingredientes para convertirse en un éxito dentro de su género. La obra original de Maxwell ofrece una historia que mezcla fantasía, erotismo y romanticismo, apelando a un público fiel que busca en este tipo de relatos un escape emocional. Sin embargo, la película no logra aprovechar del todo este potencial.

A pesar de los esfuerzos de Lucía Alemany por dotar a la cinta de cierta sofisticación visual, con una dirección artística cuidada y una fotografía que intenta destacar en los momentos íntimos, el conjunto se resiente por un guion poco trabajado y una ejecución que no arriesga lo suficiente.

¿Para quién es esta película?

Aunque se promociona como un drama erótico para adultos, Pídeme lo que quieras no logra definirse con claridad. Para los fanáticos de las novelas de Megan Maxwell, la película puede resultar una decepción al no captar la esencia de los libros. Para el espectador general, la falta de profundidad emocional y la inconsistencia tonal hacen que sea difícil conectar con la historia.

En definitiva, Pídeme lo que quieras es un intento fallido de mezclar el erotismo y el drama romántico en un producto que pueda competir con referentes internacionales. Ni tan intensa como Nueve semanas y media, ni tan entretenida como 50 sombras de Grey, la película se queda en tierra de nadie, ofreciendo más risas involuntarias que momentos memorables.

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