Lalín (Pontevedra), 31 ene (EFE).- La versión gallega del cocido ha alcanzado este 31 de enero en Lalín (Pontevedra) su expresión más sublime alzándose, una vez más, como referente imprescindible en el calendario gastronómico gallego.
Como ocurre siempre por estas fechas, se cumple en Galicia con una tradición que perderá su sentido solo cuando deje de tenerlo el mundo rural.
El día estaba frío en la comarca del Deza, pero muy propicio para degustar jamones, chorizos, orejas, costillas, café con leche y copa de aguardiente.
El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, ha deseado que esta romería culinaria obtenga el reconocimiento oficial internacional que se merece, porque "oficiosamente ya se lo han dado muchos visitantes llegados desde los lugares más diversos".
Los gallegos, ha dicho el máximo representante autonómico en un solemne discurso, "no nos reunimos para comer el cocido, sino que lo comemos para reunirnos".
Ha reivindicado las tradiciones, que conviene respetar y mejorar, y ha recordado que "Galicia, por suerte, sigue siendo un país aldeano, pero que nadie piense que esto es una desventaja", porque al contrario, en un mundo que está intercomunicado es imprescindible un valor esencial que se aprende en estas "patrias pequeñas" y que es "el sentido de comunidad".
"Privado del sentido de comunidad, la aldea global o local muere", ha observado. "La patria del hombre es la infancia", ha clamado Núñez Feijóo, y para la gran mayoría ésta va unida a una aldea.
Hechas estas apreciaciones, sobre el "plato rey de la mesa", el cerdo, ha apuntado que "el mejor respeto se le demuestra comiéndolo" y, tomando parte de un relatorio pronunciado por el pintor Laxeiro hace cuatro décadas, ha afirmado el presidente gallego que, si fue breve en su turno de palabra, esto es porque "sería trágico que al llegar (ustedes a comer), el cocido se endureciese, de tal manera que no le pudiesen hincar el diente".
Y, con un guiño irónico, ha asegurado Núñez Feijóo que ya tiene "problemas bastantes" el presidente de la Xunta como para sumar a ellos tal "irresponsabilidad", por lo que ha deseado a todos buen provecho con el "tótem comestible" que es el marrano y ha ofrecido su apoyo a esta celebración, "mientras ostente este cargo, y después también".
El alcalde, Rafael Cuíña (Compromiso), se ha referido a Lalín como el "corazón" de Galicia y ha aplaudido un festejo "del pueblo para el pueblo", del que hacen gala tanto las antiguas casas de comidas que siguen en activo como la modernidad que aportan las nuevas generaciones de cocineros instalados en esta zona.
El pregonero, el periodista gallego Manuel Jabois, originario de Sanxenxo, ha contado que "las cosas del cocido exigen una liturgia", y él lo tiene claro, no en vano pasó los tres primeros años de su vida en Lalín, "un viaje de placenta", con cierta vertiente poética, porque todo lo que de ello rememora es muy vago, aunque sí tiene en su mente que allí fue donde vio nevar por primera vez.
El primer cocido que recuerda no es el de Lalín, sino el de su abuela, la única que sigue viva de los cuatro que tuvo, y ello pese a que siempre decía que iba a ser su final, pero "los domingos de cocido tenía la boca demasiado llena como para reparar en la muerte".
"El cocido es la gran excusa" para todo, ha destacado este escritor del periódico El País, y, "si es de Lalín, es bueno", ha garantizado.
Núñez Feijóo dio un paseo por la carpa donde muchos de los que allí estaban le pidieron poder tomarse una fotografía con él, le ofrecieron joyas exclusivas, en caso de que tuviese que hacer algún regado, y lo invitaron a chorizo, a pastel de lacón con grelos y a refrescarse, también, con alguna de las bebidas que allí se servían.
"Señor Feijóo, un besiño", "Presidente, pruebe esto, que es marisco de corte", escuchó.
También un niño pequeño, llamado Brais, logró superar su vergüenza para llevar una instantánea suya con el presidente. "El abuelo loquea con Feijóo", explicó su acompañante. Todo ello, entre sonrisas cómplices.