
Theresa May se lleva de su presentación en el Consejo Europeo una valiosa lección para el Brexit: sus todavía socios no hablan exclusivamente para la galería. Los líderes comunitarios habían advertido de que no negociarían hasta que Reino Unido activase oficialmente la salida y este jueves, en la cena de trabajo celebrada por los todavía Veintiocho, ésta fue relegada a la ronda de los cafés.
Las esperanzas de la delegación británica de que el "interés compartido" llevase a analizar los prolegómenos de un proceso sin precedentes se esfumaron con el recibimiento a May, aunque diplomático, frío y sin agasajos. Su negativa a invocar el artículo 50 hasta marzo ha exasperado a un bloque que siente que la porfía del Brexit ha durado demasiado.
Recibimiento frío en Bruselas
De ahí su rechazo a otorgar al divorcio británico la importancia dedicada a cuestiones como Rusia, o la inmigración. La única concesión a la debutante fue permitirle expresar una mera "actualización" sobre la salida, lo que ha privado a la 'premier' de información privilegiada sobre las líneas rojas de Bruselas.
Aún así, en su estreno, May mostró su faceta más dialogante e insistió en que "Reino Unido será un socio fuerte y con el que se pueda contar" una vez consumado el divorcio. Su posicionamiento contrasta con el núcleo duro de su Gobierno, que aspira a cercenar lazos para redirigir la estrategia diplomática a otras plazas.
Una salida sin concesiones
Paradójicamente, este desenlace está considerado el más plausible en Bruselas, donde descartan prebendas para acomodar los intereses británicos. Si ya Donald Tusk había advertido de que la dicotomía se divide entre Brexit duro, o ninguno, los líderes han mostrado no estar dispuestos a pagar el precio político de la indulgencia con quien ha decidido abandonar y que dbe pagar un precio por ello, sobre todo, porque algunos de los más destacados afrontan elecciones el próximo año.
Como consecuencia, aliados británicos tradicionales como Holanda o Alemania se han escorado hacia la retórica gala, que amenaza con un precio por la salida, mientras que, por parte española, acudió el presidente en funciones, con quien May se había reunido precisamente la semana pasada. Mariano Rajoy acudió a Bruselas a prácticamente horas de que el PSOE decida si se abstiene para permitirle continuar en la Moncloa.