
La campaña del referéndum sobre la continuidad de Reino Unido en la Unión Europea inicia la cuenta atrás con el descrédito del bando contrario como eje principal del debate. Los dos bandos han encontrado notables dificultades para plantear propuestas en positivo, por lo que los votantes reciben una dosis diaria de advertencias sobre las consecuencias de que la apuesta del rival se alce vencedora el próximo 23 de junio.
En lugar de reivindicar el modelo que promulgan, los partidarios de la permanencia y sus oponentes focalizan sus esfuerzos en el menoscabo mutuo. El caos económico que los primeros predicen en caso de consumarse un 'Brexit' que se afianza en las encuestas contrasta con la entrada masiva de extranjeros de la que alertan los defensores de romper con Bruselas.
Este frente, no obstante, ha sufrido la significativa baja de la presidenta de la Comisión Parlamentaria de Sanidad, quien abandonó la trinchera del no por las "falsedades" alegadas sobre el Sistema Nacional de Salud británico.
La economía como eje
Aún así, economía e inmigración continúan como los polos de referencia de cada bando, si bien se han alternado el protagonismo. Si los efectos sobre las finanzas estatales y familiares habían copado el debate durante meses, los límites a la afluencia de ciudadanos comunitarios se han revelado en las últimas semanas como uno de los catalizadores de la consulta.
El carácter histórico de la misma, no obstante, llevó ayer a dos ex primeros ministros y grandes artífices del proceso de paz en Irlanda del norte, el conservador John Major y el laborista Tony Blair, a añadir un tercer elemento a la ecuación: la unidad británica, que quedaría expuesta en caso de 'Brexit', debido a que el apoyo rotundo de Escocia a la Unión Europea amenazaría con incitar un nuevo plebiscito de independencia tan solo dos años después de la celebración del primero, y a que la estabilidad del Ulster, lograda después de décadas de violencia en aquella región, podría resultar gravemente dañada.