Europa

El referéndum rebaja la ambición del legado del último mandato de Cameron

El primer ministro británico David Cameron. Imagen: Reuters

El referéndum sobre la permanencia de Reino Unido en la UE que se celebra en un mes ejerce una influencia innegable sobre un Gobierno dividido entre partidarios y opositores de la continuidad. Las grietas generadas en el Partido Conservador han encontrado su reflejo en el recientemente cumplido primer año de mayoría absoluta y el núcleo duro de David Cameron ha apostado por mantener un perfil de gestión relativamente bajo hasta que se conozca el veredicto de la histórica votación del 23 de junio.

Frente a los intentos de defender la acción del Ejecutivo reivindicados por un primer ministro acorralado por sus propias filas, la praxis política evidencia la necesidad de mantener el pulso hasta que el plebiscito sentencie el futuro de uno de los miembros más reacios del bloque comunitario. Si quedaban dudas, la manifestación más evidente tuvo lugar la semana pasada con el Discurso de la Reina, el acto solemne en el que Isabel II da a conocer las perspectivas legislativas del año entrante.

Más allá de la pompa y el boato de la ocasión, el evento constituye uno de los instrumentos más eficaces para medir la temperatura del Ejecutivo de turno. En consecuencia, de una administración que lleva tan sólo doce meses en el poder y disfruta de la primera hegemonía conservadora en casi dos décadas cabría esperar propuestas ambiciosas para materializar la agenda por la que aspira a ser recordado.

Sin embargo, a un mes de la consulta, con las encuestas notablemente igualadas, con un partido fraccionado y un historial de un año de rebeliones internas, el Gobierno optó por rebajar expectativas con un paquete de normativas sin más pretensiones que las de mostrar un conservadurismo compasivo, lejos de las ansias de reforma social que habían caracterizado los primeros doce meses de la legislatura.

Cameron es consciente de que, en la olla a presión en la que se ha convertido la formación que sustenta al Ejecutivo, no se puede permitir peligrosos motines, especialmente porque su futuro mismo en Downing Street depende del referéndum. Aunque ha asegurado que, independientemente del resultado, no dimitirá, resulta complicado imaginar su permanencia si la ciudadanía y la práctica totalidad de su grupo parlamentario le han dado la espalda en la que constituye la gran apuesta de su carrera política.

A pesar de que la principal aspiración de su tenencia en el Número 10 era completar una revisión integral de los servicios públicos, incluyendo el sistema de bienestar, reformular el concepto de la justicia social y garantizar la prosperidad de la era post-crisis, su mandato será recordado, inevitablemente, por el 23 de junio de 2016. Como premier en más de cuatro décadas en consultar a la ciudadanía el vínculo con la UE, Cameron se ha jugado irremediablemente su legado a la carta del plebiscito.

Sus esfuerzos por transmitir una imagen de normalidad gubernamental colisionan con los efectos de un período en el que Reino Unido ha entrado en un compás de espera institucional. El primer ministro defendió el Discurso de la Reina como una batería de "grandes y valientes reformas", pero de las 20 medidas anunciadas, la más destacada corresponde al sistema de prisiones, que según el Ejecutivo será sometido a la mayor reforma "desde la era victoriana".

El empeño de Cameron de invocar los principios con los que inició su mandato, "un Discurso de Una Nación de un Gobierno de Una Nación", acabó convertido en una tarea de reivindicación de una administración que rebaja las ansias de revolucionar la política social por un modelo relativamente más compasivo. Así, además de la mejora de la calidad de vida de los presos, el paquete legislativo incluye medidas tan difícilmente disputables como la ampliación de las oportunidades para menores bajo custodia, la aceleración del proceso de adopciones, la protección de los proyectos de pensiones o las garantías de una mejor banda ancha en todo el territorio.

El escenario tras el 23-J

No en vano, si el referéndum ratifica la permanencia británica en la UE, más que retomar el ritmo normativo, la principal tarea de Cameron a partir del 23 de junio será cerrar las heridas que la campaña ha generado tanto en el Gobierno como en el partido, una tarea complicada dados los antecedentes de unos conservadores que constituyen la verdadera gran coalición del panorama político británico.

A partir de ahí, el primer ministro confía en centrarse en preparar su legado más allá del debate comunitario, con el desafío de pasar a los libros de historia como algo más que el mandatario que depositó en el electorado el futuro de Reino Unido en un mundo global. En consecuencia, se prevé que, de vencer el sí a la continuidad, Cameron acometa una remodelación profunda de gobierno antes de verano para reconstruir la imagen de unidad de la que tan necesitado está su gabinete.

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