Europa

La 'Barrera Republicana' francesa frena al partido ultra de Marine Le Pen

¿Existe el riesgo de que Marine Le Pen pueda llegar a ser presidenta de Francia en 2017? Es improbable. Pero no ya imposible. El terror ha afianzado el postulado radical del Frente Nacional.

Un mes después de los atentados de París sigue vigente en toda Francia el estado de excepción y refuerza la tendencia a favor de Le Pen. EL FN jalea las propuestas defendidas por el gobierno, atribuyéndose la autoría de las mismas. La verdad es, en todo caso, que antes incluso de la barbarie del 13-N, el FN era favorito en las elecciones regionales. De poco ha servido la firme - a veces discutible respuesta de François Hollande - a no ser que se considere un logro evitar que la caída del socialismo se convirtiera en hundimiento.

Marine no renuncia al sello ultraderechista del Frente Nacional: xenofobia, populismo, demagogia y la consigna de "los franceses primero". No obstante, está demostrando que es actualmente la dirigente política más hábil de Francia. Rompió con su padre, Jean-Marie, considerado una rémora extremista que frenaba el ascenso de su hija. El histórico fundador del partido fue apartado de la presidencia de honor y acto seguido expulsado.

Bajo una capa de pragmatismo y moderación araña votos de forma lenta aunque inexorable no sólo en la derecha. Además de su electorado histórico atrae a un gran número de jóvenes, empleados, funcionarios. Junto a los agricultores se calcula que cuenta con el apoyo de más del 40% de los obreros. Marine incorpora a su discurso populista antieuropeo un tinte social, que le aporta votos de la izquierda.

El FN se convierte en un auténtico partido de masas. No deja de sumar apoyos. Lo ha conseguido mediante la transversalidad y la diversificación. La formación ultra se nutre del desencanto de la población ante la incapacidad de la clase política - sobre todo los dos grandes partidos, republicanos y socialistas - de movilizar al electorado. Los votantes los consideran incapaces de sanear la economía y combatir el desempleo. Los jóvenes no tienen a la vista un horizonte con un futuro viable. No creen poder afrontar el reto de la afluencia masiva de refugiados a Europa (que ni siquiera ha llegado plenamente a Francia). Temen la multiculturalidad y la diversidad, buscan cerrarse y aislarse de la globalización.

Su sobrina gana poder

Junto a Marine, está el fenómeno de su sobrina Marion Marechal Le Pen, la joven diputada de 25 años y nieta del fundador. Es la benjamina y más genuina princesa del nepotismo del clan y representa sus valores más recaciltrantes, anti musulmanes y homofóbicos.

Marion decidió ser una cristiana integrista, con visiones ortodoxas de la religión. Se opone al aborto, al matrimonio gay y en el medio de la islamofobia generada por los atentados, dijo que "un musulmán puede ser francés solo si se comporta y adopta los valores de un francés cristiano". Marine usa a Marion, si bien Marion, astuta, no vacilará en desbancar a su tía cuando sea necesario.

Desde hace más de tres décadas, los franceses sufren las consecuencias de una alternancia derecha-izquierda que no ha conseguido frenar la desindustrialización, la depresión del mundo rural, el aumento del desempleo, del sentimiento de inseguridad y la decadencia educativa.

En suma, el FN y su líder son maestros consumados en gestionar la desilusión y el miedo de Francia. Y lo hacen insistiendo en la soberanía nacional sin ninguna concesión a la corrección política.

Lo peor es que en vez de revitalizar los denominados valores republicanos, derecha e izquierda tradicionales hacen propios los presupuestos y consignas populistas. El Frente ve cómo sus rivales de izquierda y derecha van adaptando sus idearios a lo que el partido propone desde hace años sobre asuntos como la emigración, la identidad nacional, la delincuencia o el freno al islamismo en las banlieues.

Como los populismos de toda laya, el FN afirma abominar de la casta (al menos, claro, hasta que forme parte de la misma). Denuncia las vergüenzas e ineficiencias del sistema, mas sin salirse del mismo. Todo lo contrario, para conquistar el poder aprovecha errores e ineficacias de las formaciones 'tradicionales' consiguiendo atraer al cada vez mayor número de insatisfechos. Logra al mismo tiempo confundir a sus rivales políticos que siguen enzarzados en sus disputas entre ellos y no aciertan a unirse contra la principal amenaza de la república.

El miedo y el enfado por la falta de cambios llevó a los franceses a la abstención. Algo que favorece al FN cuyos adeptos sí van a votar. Esa tendencia se revierte acudiendo masivamente a las urnas. Para ello hay que volver a erigir la llamada 'barrera republicana', que aglutina todas las fuerzas políticas.

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