
Los resultados definitivos de las elecciones autonómicas llegan este lunes por la mañana. Pero la decisión ya está tomada desde hace tiempo: Silvio Berlusconi intentará relanzar otra vez su partido, con una nueva marca y, si es posible, caras nuevas para enfrentarse a Matteo Renzi.
La urgencia de renovar un partido que ha cambiado de nombre hace apenas año y medio (retomando la denominación de Forza Italia, tras unos años como Pueblo de la Libertad) se debe a la profunda crisis en la que está sumida la derecha italiana. Y el resultado de los comicios, que se celebraron ayer en siete de las veinte regiones italianas, por muy favorables que pueda ser para el frente conservador, no puede detener el lento ocaso.
El partido berlusconiano, que en 2008 cosechó más del 37 por ciento de los votos, ahora llega a duras penas al 10 por ciento. "No iremos por debajo de ese umbral, y lo afirmo porque en más de veinte años nunca he sentido una cercanía y un cariño tan grandes", declaró el antiguo cavaliere, que por tres veces ha sido primer ministro, afirmando que sus partidarios le abrazan y siguen diciéndole "eres un mito".
Tras ser expulsado del Parlamento por fraude fiscal y haber cumplido su pena con trabajos sociales, Berlusconi intenta levantar cabeza pero parece resignado a abandonar la primera fila política.
Y es que, mientras Forza Italia se hundía, el frente conservador estallaba en pequeños partidos rivales: el antiguo delfín, Angelino Alfano, decidió seguir la estela de Matteo Renzi y formó su propio partido -bajo el nombre de Nuevo Centroderecha- para subirse al carro ganador del primer ministro. Otro delfín de Berlusconi, Raffaele Fitto, tras perder la batalla del rejuvenecimiento de Forza Italia, acaba de fundar su propio movimiento con el curioso nombre de Conservadores y Progresistas. El ala derecha del antiguo Pueblo de la Libertad se ha independizado bajo el nombre de Hermanos de Italia con un programa antiausteridad y antiinmigración que guiña el ojo a la Liga Norte.
La Liga, histórica aliada de Berlusconi pero hasta ahora volcada en conseguir la independencia del norte de Italia, ha cambiado de piel e, inspirándose en el Frente Nacional francés, intenta cosechar votos en todo el país con una agenda xenófoba y antieuropea. Su joven líder, Matteo Salvini, quiere tomar las riendas de la derecha italiana ya que, con un 15 por ciento en los sondeos, su partido resulta ser el más importante del frente conservador.
Berlusconi, sin embargo, tiene otros planes y busca volver a fundar un partido que pueda sentarse junto a los populares europeos y no en la extrema derecha del Parlamento de Estrasburgo. Pero el antiguo primer ministro y Salvini tendrán que ponerse de acuerdo. Las divisiones en el frente conservador ayudan a Matteo Renzi: pese a la pérdida de popularidad tras un año de Gobierno, el Partido Demócrata (PD) del primer ministro es el único que tiene talla para gobernar.
Incentivo al bipartidismo
Las próximas elecciones generales serán en 2018, pero la nueva ley electoral -recién aprobada con impulso de Renzi- ha puesto las pilas a la derecha. La norma prevé que el primer partido en las elecciones, si supera el 40 por ciento, se haga con la mayoría absoluta del Parlamento; en caso de que nadie alcance ese umbral habrá segunda vuelta.
Con respecto a las anteriores leyes, que se centraban en las coaliciones de partidos, la nueva medida busca incentivar el bipartidismo. Pero, mientras el partido de Renzi se acerca al 40 por ciento en las encuestas, no hay nadie a la derecha que pueda desafiarle. Así que, en caso de una segunda vuelta, el competidor de Renzi podría ser el Movimiento antipartidos del cómico Beppe Grillo.
Los tres años que faltan para las generales no explican la urgencia de Berlusconi. Sin embargo, el riesgo para el frente conservador es que el presidente de Gobierno pueda convocar elecciones anticipadas.
El antiguo primer ministro ha explicado que lanzará su nuevo partido y que él no será el líder sino un "padre fundador". Además, ha subrayado que el heredero que lo releve tras dos décadas de batallas políticas "aún no se ha visto". Los rumores apuntan a sus hijas Marina o Barbara Berlusconi, pero de momento el antiguo Cavaliere no ha tomado ninguna decisión.
Hasta hay quien opina que el verdadero heredero de Berlusconi sea Renzi: los dos comparten habilidades de comunicación, carisma y desaprensión y el primer ministro ya está sacando adelante una agenda de reformas muy liberal y apreciada por los empresarios. De ser así, Berlusconi sólo perseguiría sobrevivir a sus últimos problemas judiciales, sin buscar de verdad un rejuvenecimiento conservador. Esta estrategia entregaría el liderazgo de la derecha italiana a la formación xenófoba de Salvini y dejaría a Italia sin un gran partido conservador de inspiración católica.