Europa

La campaña electoral británica se enroca en el baile de alianzas

El líder de la oposición, el laborista Ed Miliband. Imagen: Reuters

La perspectiva cierta de un nuevo Parlamento sin mayorías absolutas ha conducido la campaña británica a un escenario en el que el ruido de las especulaciones sobre potenciales alianzas ha ensordecido las propuestas programáticas.

El cruce de acusaciones sobre quién será rehén de qué fuerza para llegar a Downing Street domina un debate cada vez más estéril para decantar a los indecisos. La incapacidad de los dos grandes partidos a la hora de romper el empate técnico que los iguala en las encuestas ha generado importantes réditos para formaciones minoritarias que han ganado un peso que difícilmente se corresponderá con la influencia que le reportará su representación en Wesminster.

Si la tendencia multipartidista que recorre Europa no fuese suficiente aviso, la carrera electoral se ha encargado de confirmar que los vientos de cambio también han llegado a Reino Unido. Los debates televisivos, en los que el país se estrenó en 2010 con un careo a tres, han pasado a ser una plataforma plural en la que no sólo tienen cabida quienes aspiran al Ejecutivo, sino que también los nacionalistas, los ecologistas o los eurófobos del UKIP.

La única mesa redonda en la que David Cameron tomará parte en toda la campaña, emitida el 2 de abril, tuvo siete participantes y la que el aspirante a la reelección se saltó hace diez días contó con un quinteto del que el Partido Nacionalista Escocés (SNP, en sus siglas en inglés) salió ratificado como la inesperada estrella de la contienda.

Reformas laborales

El aparentemente imparable auge que les otorgan los sondeos, con estimaciones de más de 40 escaños de los 59 en juego -frente a los seis con los que cuentan en la actualidad-, junto a la debacle que la demoscopia atribuye a los liberal-demócratas apuntan al SNP como potencial tercera fuerza en la Cámara de los Comunes que salga del 7 de mayo.

Su líder, Nicola Sturgeon, ha tendido ya lazos a los laboristas, en base a la agenda compartida en torno a una austeridad más gradual y a su propia determinación de alejar de Downing Street a unos conservadores a los que reprueba la profundidad de su tijera y el cariz ideológico de los recortes.

Hasta ahora, el debutante Ed Miliband ha descartado abiertamente la posibilidad de una coalición formal con el SNP, pero no la de establecer una virtual colaboración fundamentada en apoyos puntuales para paquetes clave como podrían ser el Presupuesto o el Discurso de la Reina, en el que los Ejecutivos británicos presentan las previsiones legislativas de cada año. Su posición parece adquirir sentido en una campaña en la que los dos partidos con opciones reales de llevar a su hombre al número 10 insisten en que su objetivo, si no es la mayoría absoluta, es gobernar en solitario.

Sin embargo, si hay un factor que ha dado alas a los nacionalistas escoceses es, precisamente, la estrategia de los tories de agitar el fantasma del miedo ante una sociedad de la que denuncian a los laboristas como rehenes del SNP. Con una retórica notablemente endurecida para un primer ministro que ha presidido él mismo una coalición y consciente de sus residuales posibilidades en suelo escocés, David Cameron ha apostado por arañar votos en las circunscripciones inglesas presentando la pinza Laborismo-SNP como un "peligro real" para Reino Unido. La dialéctica, según Cameron, se divide entre el voto conservador como garantía de estabilidad, pese a desconocer qué apoyos precisará tras el 7 de mayo, o la papeleta laborista, que implicará entregar la gestión a los nacionalistas.

El problema es que el mensaje no parece estar calando. Además de aumentar el sentimiento anti-tory en las demás naciones que componen la unión, el aspirante a la reelección ha cometido un error táctico del que le acusan incluso veteranos de su propio partido, que han denunciado el riesgo de priorizar las ansias partidistas sobre el interés nacional y, sobre todo, de presentarse como una formación nacionalista inglesa, en lugar de defender el mantenimiento de la diversidad de la unión.

Reformas laborales

No en vano, es difícil prever que, de no resultar la fuerza más votada, el Laborismo selle una alianza con los escoceses para obtener el poder, además de que, por muchas victorias que obtenga dentro de diez días, el SNP sólo contaría con uno de cada 13 diputados en Wesminster. Es más, cualquier potencial soborno al que quisiese someter a Ed Miliband en Downing Street, bien a través de una coalición formal o con apoyos puntuales, necesitaría la connivencia del otro gran partido en el Parlamento, es decir, los conservadores, para salir victorioso: si los nacionalistas escoceses deseasen superar la reticencia de una virtual Administración laborista a otorgarles la soberanía que demandan, sólo el respaldo tory les daría mayoría sobre el Gobierno.

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