
El primer ministro británico ha convertido su campaña para bloquear el nombramiento de Jean-Claude Juncker como nuevo presidente de la Comisión Europea en una cuestión de Estado. Cameron rechaza a Juncker porque no apuesta por el cambio
Consciente de que el federalismo y la mayor cohesión política por la que aboga el exmandatario de Luxemburgo colisiona frontalmente con su deseo de repatriar competencias y descentralizar la Unión Europea (UE), David Cameron ha animado a los países que comparten su opinión a organizar una mini-cumbre para convencer a su objetivo: Angela Merkel.
La mayoría cualificada necesaria en el Consejo Europeo para aprobar el aspirante que presentarán ante la Eurocámara obliga a Reino Unido a reclutar a los países de peso en la votación.
De momento, cuenta con Suecia y Holanda, cuyos mandatarios aúnan fuerzas con Cameron hoy en Estocolmo para tratar de atraer a su terreno a la canciller alemana, que de momento apoya la candidatura de Juncker aunque podría estar dispuesta a pensar alternativas. Otros potenciales aliados en la particular batalla de Cameron son Finlandia, Italia y Hungría pero, de momento, el núcleo duro se concentra en la pinza Londres-Estocolmo-La Haya. La disposición de Merkel a viajar a la capital sueca, no obstante, sugiere que su decisión podría no estar cerrada aún, a pesar de que Juncker es el candidato oficial de la coalición de formaciones de centro-derecha europeas de la que los democristianos teutones forman parte, junto con el Partido Popular.
Para Cameron, que abandonó en 2010 esta agrupación de conservadores europeos para formar su propio grupo de euroescépticos, la cuestión tiene una importancia doméstica fundamental. La elección del exprimer ministro luxemburgués tiene el potencial de desestabilizar no sólo a su Gobierno, sino especialmente su cada vez más anti-UE partido, y podría incluso obligarlo a adelantar el referéndum de continuidad en la UE que había prometido para 2017 de conseguir revalidar en el poder en las generales de mayo. A su favor, cuenta con el rechazo que Juncker despierta en Reino Unido, ya que los principales partidos, incluida la oposición laborista, han unido fuerzas para expresar su rechazo.
De ahí su determinación a detener un nombramiento que complicaría severamente el proceso de renegociación del estatus británico en la UE, una percepción que comparten los laboristas, quienes ayer declararon que el "mensaje" de las últimas europeas, que en Reino Unido fueron ganadas por los eurófobos del Ukip, "fue claro". "Necesitamos reformas y el pasado de Juncker demuestra que las haría muy difíciles", una declaración que llevó a David Cameron a celebrar vía Twitter que "todos los partidos británicos están unidos en un punto: Juncker no debería ser presidente de la Comisión".
El primer ministro tiene una tarea complicada. La semana pasada ya había tenido la oportunidad de reunirse con Merkel tras la cena del G-7 en Bruselas para mantener lo que sus asesores han calificado como una conversación "franca", una declaración que en términos políticos revela la distancia que todavía separa a ambos mandatarios. La amplitud es tal que de esta minicumbre de dos días en Estocolmo no se esperan resultados concluyentes, a pesar de los esfuerzos promovidos por Cameron con la ayuda del sueco Fredik Reinfeldt, un potencial candidato de compromiso en caso de fallar las aspiraciones de Juncker, y del holandés Mark Rutte.
La fecha límite, el 27 de junio
David Cameron tiene hasta el próximo 27 de junio para convencer a los líderes europeos de que bloqueen la candidatura de Juncker. La cumbre comunitaria de final de mes debería consensuar un candidato por mayoría cualificada. Además, en virtud de las nuevas normas, el acuerdo del Consejo Europeo necesita del refrendo definitivo de la Eurocámara.