Europa

Cameron suaviza su apuesta de reforma de la UE ante los límites de Merkel

Angela Merkel y David Cameron | Archivo

David Cameron afronta una reorganización estructural de su estrategia para renegociar los términos de pertenencia a la UE, después de que su gran apuesta por atraer a Angela Merkel a bordo haya recabado más voluntad que compromisos de la canciller alemana. Su visita se esperaba en Reino Unido como el acicate para calmar los ánimos de un Partido Conservador cada vez más dividido ante Europa pero, pese al peso germano en el continente, su influencia es limitada.

Merkel se esforzó por mostrar disposición a ayudar a Cameron en su intento de garantizar la permanencia británica en los 28 tras el referéndum prometido para 2017, en caso de reeditar el poder, pero descartó la aspiración fundamental de renegociar los tratados existentes.

El primer ministro había puesto sus esperanzas en la dirigente alemana, convencido de que el interés de Berlín por sustentar estatutariamente los cambios que la crisis del euro han supuesto para la UE implicaría reescribir las normas fundamentales. Ámbitos como una mayor integración en la eurozona, o la creación de una unión bancaria, eran percibidos desde Londres como la llave maestra para repensar el futuro de la UE y, así, permitir establecer nuevos términos para su asociación con Bruselas.

La realidad, sin embargo, es más compleja que una salvación importada de Alemania: aunque Merkel comparte el deseo de mejorar el funcionamiento de la UE -especialmente para impulsar la competitividad y eliminar el exceso de barreras burocráticas al emprendimiento- la canciller mantiene una posición pragmática.

Merkel no desea modificaciones a gran escala en los tratados, puesto que es consciente de que, de generar la necesidad de referéndum en algunos integrantes de la UE, el proceso podría fácilmente descarrilar. Su preferencia pasa por garantizar una interpretación flexible de los tratados para permitir reformas sin abrir la caja de Pandora.

La fórmula intermedia, no obstante, no es suficiente para Cameron. Con su promesa de un plebiscito esperaba aplacar las demandas de los incansables sectores eurófobos de su partido, pero lo que ha conseguido es no sólo arrojar más gasolina al fuego, sino crearse un problema con Europa. Los parlamentarios díscolos no se conforman con los propósitos de enmienda de su líder y, por si fuera poco, el propio primer ministro ha evidenciado un cambio de retórica del anterior desafío abierto a Bruselas hacia una nueva posición de connivencia por la que, ahora, continuar en los 28 va "abrumadoramente en los intereses británicos".

En consecuencia, el aparente golpe maestro del referéndum para aplacar motines internos y neutralizar el ascenso de los anti-europeístas del UKIP se ha convertido en un arma de doble filo. Desde los empresarios y la City a aliados de referencia como EEUU llegan advertencias de que continuar en la UE es la única opción beneficiosa para Reino Unido y en Bruselas siguen preguntándose por dónde va la cacareada renegociación planteada por Cameron.

No en vano, el primer ministro muestra una indisimulada ambigüedad, puesto que es consciente de la creciente brecha entre lo que su partido espera de él, lo que puede lograr por la vía de la negociación y lo que sus socios comunitarios están dispuestos a considerar. Aunque habría disposición a escuchar las pocas propuestas planteadas hasta ahora, como aumentar los derechos de los parlamentos nacionales, la paciencia de Europa podría ponerse a prueba si los conservadores mantienen una beligerancia impracticable.

La sombra de Europa siempre ha sido alargada para el liderazgo conservador y Cameron sufre en silencio el tormento del destino de los dos últimos tories de Downing Street. Tanto Margaret Thatcher como John Major sufrieron el desgaste del euroescepticismo y Cameron no tiene más armas que sus antecesores para evitar un desacato a su autoridad. El partido ya no oculta la dificultad de hacer campaña para el referéndum prometido sin resquebrajarse internamente y, tras la visita de Merkel, ha aprendido que el problema debe resolverse en casa.

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