Mientras los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 países de la UE negociaron ayer noche en Bruselas la elección de Herman Van Rompuy, primer ministro belga, como primer presidente del Consejo Europeo con dedicación exclusiva, sus diplomacias ultimaron un reglamento para encorsetarlo y evitar que se tome demasiadas libertades en sus funciones.
Las grandes potencias continentales no quisieron un líder que les pudiera hacer sombra, sino un catalizador que contribuya a forjar consensos. El poder en la UE seguirá estando en manos de, principalmente, Angela Merkel, canciller de Alemania; y Nicolas Sarkozy, presidente de Francia. Y en menor medida por su escaso apego al proyecto de integración europea, Gordon Brown, primer ministro de Reino Unido.
Igual que la discreta Bruselas es la capital de la UE porque no hace sombra ni a París, ni a Berlín, ni a Londres; el ex premier ministro británico Tony Blair se cayó de la carrera hacia la presidencia del Consejo Europeo. Y el elegido fue el demócrata-cristiano Herman Van Rompuy, primer ministro de Bélgica: una figura sin apenas carisma y un perfecto desconocido para el europeo de a pie.
'Chairman' no ejecutivo
La figura del presidente del Consejo Europeo ha sido acuñada en el Tratado de Lisboa. Como los Gobiernos europeos no terminaban de ponerse de acuerdo sobre sus poderes cuando negociaron Lisboa en 2007, dejaron que el articulado del Tratado fuera breve y ambiguo.
Ahora ha cuajado el consenso entre las capitales europeas para evitar que el presidente del Consejo Europeo -las cumbres de los dirigentes comunitarios- maniobre para convertirse en algo más parecido a un presidente de la UE. Si se compara con el consejo de administración de una empresa cotizada, la intención es que sea un presidente o chairman que coordine las reuniones, y no en un consejero delegado o chief executive officer con poderes ejecutivos.
El nuevo presidente del Consejo Europeo le costará 6 millones de euros anuales al contribuyente europeo: 1,5 millones para su sueldo y sus gastos de viaje, y otros 4,5 millones para el personal de su gabinete y su seguridad personal.
Sólo una cara bonita
Según las líneas maestras establecidas por el Tratado de Lisboa, el Consejo Europeo -las cumbres que los jefes de Estado o de Gobierno de la UE celebran al menos una vez por trimestre- servirá para dar a la Unión los impulsos necesarios para su desarrollo, y para definir sus orientaciones y prioridades políticas generales. Pero no ejerce funciones legislativas, que corresponden a los Consejos de Ministros, a la Comisión Europea y al Parlamento Europeo.
El presidente del Consejo Europeo presidirá e impulsará los trabajos de esta institución comunitaria; y velará por la preparación y continuidad de los trabajos de la misma en cooperación con el Presidente de la Comisión Europea y basándose en los trabajos del Consejo de Asuntos Generales, formado por los ministros de Asuntos Exteriores de los Veintisiete.
También se esforzará, este nuevo responsable comunitario, para facilitar la cohesión y el consenso en el seno del Consejo Europeo; y al término de cada cumbre europea, presentará un informe al Parlamento Europeo.
El presidente del Consejo Europeo asumirá, en su rango y condición, la representación exterior de la Unión en los asuntos de política exterior y de seguridad común, sin perjuicio de las atribuciones del Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. No podrá ejercer mandato nacional alguno.