Nadie se ha salido del guión escrupulosamente negociado en los pasillos del Parlamento Europeo desde la celebración de las recientes elecciones europeas. Jerzy Buzek ha sido elegido presidente de la Eurocámara por el pleno de los eurodiputados.
Su candidatura ha sido aprobada por 555 votos. Aunque los populares europeos hayan vuelto a ganar los comicios continentales, tampoco esta vez han dispuesto de la mayoría suficiente para dictar por sí solos el nombre del presidente de la Eurocámara.
Hace cinco años, pactaron con los socialistas que el presidente fuera el español Josep Borrell durante la primera mitad de la legislatura, y ellos se quedaron con la segunda parte. Hace diez años, se repartieron la presidencia con los liberales.
Primer presidente del Este
Buzek es el candidato políticamente más correcto, se mire por donde se mire. Será el primer político de un país del Este que presida la Eurocámara, desde que en primavera de 2004 la UE comenzara a abrir sus puertas a los antiguos satélites de la extinta Unión Soviética; circunstancia que confiere a su nombramiento de una elevada carga simbólica.
Además, Buzek ya fue eurodiputado durante la legislatura anterior, y así cumple una de las reglas no escritas de la Eurocámara: que su presidente conozca la casa. No fue el caso de Borrell, un carácter crispado más propio de la política española que del academicismo comunitario que, nada más aterrizar en Bruselas, se encaramó a la presidencia del Parlamento y dejó tras de sí un notable sabor amargo por su escasa mano izquierda.
Buzek es además una figura de la transición hacia la democracia en Polonia: fue miembro del sindicato Solidaridad, una de las organizaciones que más activamente contribuyeron al derrumbe del Telón de Acero. Y durante su etapa como primer ministro, Polonia ingresó en la OTAN.
Y se ha visto favorecido por los líos de faldas de Silvio Berlusconi. El jefe del Gobierno italiano quería darle el cargo a su amigo Mario Mauro, que ha arrojado la toalla cuando su familia política -el Partido Popular Europeo- le ha dejado claro que no contará con sus votos, porque la mejor manera de no verse salpicados por los escándalos italianos era apoyar al polaco.
El presidente del Parlamento Europeo es un amante del deporte: le gusta hacer canoa, practicar vela, montar a caballo y esquiar. En un país abrumadora y muy conservadoramente católico, es protestante. Y tiene una hija que se ha forjado una sólida carrera como actriz en Polonia.