Pocas veces se ha visto fuera de sus casillas al entrenador español, Vicente del Bosque. Siempre calmado, comedido y sin realizar ninguna declaración altisonante, el entrenador español perdió los nervios durante el partido ante Portugal.
Corría la segunda parte y Bruno Alves había realizado innumerables faltas a los atacantes españoles. Patadas, cargas, en saltos a por un balón aéreo con el balón en juego... El defensa exhibía toda su contundencia ante los 'bajitos' españoles.
Sin embargo, fue el otro central portugés, Pepe, el que desató la ira de Del Bosque. Un rodillazo en la espalda de Xabi Alonso del central portugués, desató el enfado de Del Bosque. De una forma en la que no lo habíamos visto nunca, Del Bosque realizó grandes aspavientos protestando la decisión arbitral y pidiendo una tarjeta que parecía que no iba a llegar nunca. Solo Pepe y el árbitro turco Cuneyt Cakir han logrado, que se sepa acabar con la paciencia de Del Bosque.
Minutos más tarde, Bruno Alves, en su enésima falta, esta vez sobre Cesc, recibió la amarilla y Pepe seguía jugando fuerte en defensa. En ese momento Del Bosque estaba más pendiente del cambio que iba realizar que de protestar el juego duro de los lusos, pero la imagen ya había quedado para el recuerdo.
Una vez termino el partido, el míster recuperó su imagen habitual. Tranquilidad, sosiego y caballeroso. "Quiero expresar mi felicitación a la selección portuguesa, que ha competido muy bien y ha hecho un gran torneo", señaló.
Preguntado sobre la preferencia de España para la final, el de Salamanca señaló que "el que salga ganador va a ser una excelente final. No tenemos ninguna preferencia, el que más méritos haga, pues que se clasifique", aseguró.
Lo dicho, ni un titular llamativo. Eso sí, antes de recuperar la compostura, vimos a Vicente del Bosque como no le habíamos visto nunca.
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