
No hay muchas ciudades universitarias en el mundo que puedan decir que tienen 800 años. Salamanca es una de ellas, capaz de combinar a la perfección lo nuevo con lo antiguo. En pocos sitios puede encontrarse una tienda de ropa en un antiguo convento, o una discoteca tras una puerta blasonada.
Son muchos los lugares que el viajero puede visitar en Salamanca, como apunta la Guía Repsol. Uno de los lugares destacados es el césped de la plaza de Anaya, lleno siempre de jóvenes tocando la guitarra. Dicen los lugareños que el día que nos los haya será porque se ha acabado el mundo. Desde allí se puede observar el palacio Anaya, hoy Facultad de Filología, o la catedral Nueva de la Asunción de la Virgen, una de las más grandes de España. Se empezó a construir en 1.513, y se finalizó en 1.733, lo que provoca que mezcle el estilo gótico tardío con el barroco.
Pero lo que de verdad llama la atención en la catedral es el astronauta que hay esculpido en la puerta de Ramos posterior. No se trata, es evidente, de un elemento propio de la época en la que fue construida, sino que se trata de una figura añadida en una restauración llevada a cabo en 1992. Recorrer su interior lleva tiempo, pues su planta tiene más de 100 metros de longitud, y tres naves cubiertas por altas bóvedas de crucería.
Llegar a la catedral Vieja es fácil: ni siquiera hace falta salir, pues se llega por el interior de la Nueva. Y es que Salamanca es una de las pocas ciudades españolas que puede presumir de tener dos catedrales. Esto se debe a que en su momento decidieron conservar la antigua, que se había quedado pequeña por el aumento de la población.
Esta primera catedral fue construida entre los siglos XII y XIII, en estilos románico y gótico. En su interior, destaca el retablo de la Historia de la Salvación, formado por 53 tablas que narran la vida de la Virgen y Jesucristo. Un recurso muy útil para evangelizar a una población que, en su inmensa mayoría, era analfabeta. Además de la entrada conjunta para visitar ambas catedrales, existe la opción denominada Ieronimus, un recorrido autoguiado por sus cubiertas y sus torres medievales, caminando entre almenas, pináculos y gárgolas, a un centenar de metros de altura.
Como no solo de lugares de culto vive el hombre, bajando por la cuesta de Tentenecio ("¡Tente, necio!", dicen que le dijo el patrón de Salamanca, San Juan de Sahagún, a un toro huido que iba a embestirle en esta vía y que, obediente, se paró) se llega a la casa Lis, el mejor ejemplo de 'art nouveau' de Castilla y León. Alberga una magnífica colección de arte decorativo de finales de siglo XIX y principios del XX, con más de 1.600 piezas.
Muy cerca de aquí, la iglesia de San Millán aloja desde 2010 el moderno centro de interpretación Monumenta Salmanticae, donde podemos conocer cerca de 140 edificios y espacios urbanos de Salamanca a través de recreaciones virtuales, infografías y elementos audiovisuales. Si no tenemos mucho tiempo para visitar los monumentos en persona, éste es nuestro sitio.
En la calle Veracruz relumbra la fachada plateresca del convento de San Esteban, diseñada por Juan de Álava como si fuera un retablo, y que parece orientada hacia poniente para que la piedra franca de Villamayor se vuelva de oro al atardecer.

Pero no hay fachada que deslumbre más en Salamanca que la de la Universidad. Uno de los entretenimientos es buscar la rana de la extraordinaria fachada plateresca. Dice la leyenda que el estudiante que entra por primera vez y no la encuentra, suspende seguro. A dos pasos se encuentra la casa-museo Unamuno, que fue su vivienda en su época como rector, y que conserva su biblioteca.
Uno de los palacios más populares de la ciudad es la casa de las Conchas, un edificio gótico que se construyó entre los siglos XV y XVI, en la que vivieron Rodrigo Arias Maldonado y Juana de Pimentel, por lo que la fachada está decorada por las conchas de los Pimentel y las flores de lis de los Maldonado. No hay que dejar de observar las rejas, las más bellas de la ferrería gótica española según diversos expertos. La leyenda dice que detrás de una de las 373 conchas hay un tesoro. Otras versiones apuntan únicamente a una moneda de oro escondida.
En la misma calle, justo enfrente, se encuentra la Universidad Pontificia de Salamanca. Sita en el antiguo Colegio Real de la Compañía de Jesús, se trata de un edificio fastuoso, cuya primera piedra se puso en 1617, diseñado para competir con la Universidad ya existentes. La iglesia de la Clerecía, armoniosa y espectacular, se inició en estilo herreriano, pero al igual que sucedió en el resto del colegio, su ornamentación se fue acrecentando hasta convertirse en una de las más espléndidas manifestaciones del barroco español. El patio Barroco o claustro de los Estudios es de unas dimensiones y una monumentalidad impactantes, más propias de un palacio que de una institución educativa. Al parecer, los jesuitas no estaban del todo satisfechos con la magnitud arquitectónica del colegio, por lo que propagaron el rumor de que en la vecina casa de las Conchas había escondido un tesoro, para que fuera derribada y ellos pudieran ampliar.