
Después de la semana de pasión en que los socialistas han digerido el mal trago de las derrotas gallega y vasca, que se superponen a la dramática evidencia de que el Partido Socialista está en las encuestas por debajo del 24% en términos de intención de voto (el naufragio del 29N arrojó un 29%), hoy se reúne la Ejecutiva Federal del partido, con la continuidad o no de Rubalcaba como argumento de fondo. Y ello a pesar de que, como es conocido, tras el congreso de Sevilla en que la dirección actual ganó por un puñado de votos, los ganadores apenas dieron una presencia testimonial en la Ejecutiva a la candidatura derrotada que encabezaba Carme Chacón.
Lo que hasta ahora puede constatarse es simple pero rotundo: de un lado, es patente que la opinión pública identifica a la cúpula socialista dirigida por Rubalcaba con el gobierno anterior, que fue expeditivamente apartado del poder por el electorado el 20N con una contundencia sin precedentes en toda la etapa democrática. Y, de otro lado, resulta notorio que el PSOE no muestra los suficientes reflejos en la labor de oposición. Hoy mismo está en los medios la negativa unánime de todas las fuerzas presentes en la Mesa del Congreso a que se hagan públicos los detalles de los viajes de los diputados, ¿cómo es posible que el principal partido de la oposición se niegue a este escrutinio saludable? ¿Cómo no se ve que estas actitudes son las que generan la gran desafección y obligan a considerar iguales a todos políticos?
Una militancia agredida por la crisis
Así las cosas, es notorio que la militancia socialista, agriada y dañada por la profunda crisis, está nerviosa y solicita medidas contundentes, con lo que los cuadros territoriales han empezado a pedir explicaciones a Ferraz. A la cabeza del cuestionamiento se ha situado Griñán, histórico seguidor de Chacón, quien hoy ocupa la posición privilegiada de presidir una de las dos únicas comunidades históricas que aún quedan en manos del PSOE (ambas en coalición, por cierto), y que fue designado presidente del partido en un gesto de Rubalcaba tendente a superar la fractura y a vincularse a la región con más militancia. Griñán, voluntariamente ambiguo, no ha descartado ponerse él al frente del partido (como es sabido, la presidencia del PSOE no es ejecutiva) y ha manifestado su opinión de que si Rubalcaba se encastillara en la secretaría general hasta 2016 cometería un grave error.
Otras voces caracterizadas han reclamado la pronta celebración de unas primarias para elegir al candidato a la presidencia del Gobierno. Uno de los últimos ha sido Odón Elorza, quien pretende que se celebre una conferencia política en primavera y que se elija candidato en primarias antes de final del próximo año.
Con el paso de tiempo y el goteo de encuestas (las elecciones vascas y gallegas han sido también la mejor encuesta para observar la situación lamentable del PSOE), parece cundir la idea de que Rubalcaba, aun siendo un activo valiosísimo para el PSOE por su brillantez ideológica y capacidad de organización, está claramente achicharrado y sin crédito ante el electorado. Sucedió después de 1996: Almunia, el sucesor 'oficial' de González, llevó al PSOE hacia el precipicio, de forma que, aunque se avino a convocar primarias (que fracasaron porque el ganador, Borrell, tuvo que dimitir por un asunto de corrupción de unos colaboradores), cosechó en 2000 una derrota colosal (obtuvo 125 diputados, 15 más que los que ha conseguido Rubalcaba). Y el partido no levantó cabeza hasta que se produjo la renovación generacional espontánea en el XXXV Congreso del 2000, al que se presentaron cuatro candidatos.
Probablemente, Rubalcaba es consciente de todo ello y no opondrá resistencia a un proceso de renovación? por lo que las decisiones deberán versar más sobre el procedimiento que sobre el fondo. El PSOE está desarbolado y en situación de mínimos en todos los sentidos, y a las puertas de las elecciones catalanas, que pondrán de manifestó la postración del PSC y el gravísimo problema añadido que tiene el socialismo catalán, claramente fracturado. Hay que tratarlo, por tanto, con delicadeza para que no entre en una crisis irreversible. Habrá, en fin, que marcar un itinerario -una hoja de ruta, como ahora se dice recurriendo al anglicismo-, que no debería pasar por una bicefalia demasiado larga: ya se vio en el pasado que esas situaciones producen un grave desgaste.
Para que el proceso de renovación tenga éxito, es importante que la opinión pública se convenza de que no se trata de una estrategia del aparato para seguir controlando el partido por persona interpuesta. Y el criterio central debería ser el de excluir de la primera línea a quienes, por su posición muy significativa en la etapa anterior, estén contaminados y no sean capaces de recabar con fundamento la necesaria dosis de confianza. El futuro líder del PSOE habría de ser en definitiva una persona con más futuro que pasado. De otro modo, la recuperación será larga y tortuosa, si es que tiene lugar.