
Se han escrito muchos -para algunos quizá demasiados- reportajes sobre expatriación. Con cierto olor a programas como Españoles por el mundo. Gente guapa, triunfadora, de esos a los que la vida les sonríe profesional y personalmente. Ya sea en París o Ghana.
Muchos de esos españoles son expatriados a los que su empresa ha mandado a recorrerse el mundo durante un tiempo, con un sueldo estupendo y todo tipo de facilidades: búsqueda de casa, colegio para los niños... y un denominador común a casi todos ellos: "Este nivel de vida no me lo podría permitir en España".
Pero esa vida supuestamente idílica ha cambiado. La crisis, como no, tiene la culpa. Una recesión que ha forzado tanto a empresas como a profesionales a buscar negocio fuera de nuestras fronteras.Todos esos cambios los ha recogido un informe elaborado por Ernst & Young y la escuela de negocios IESE que tiene, cuanto menos, conclusiones de lo más significativas.
La primera es que aunque la expatriación sigue siendo una buena oportunidad para mejorar la carrera profesional, hoy se ha convertido en una opción difícil de rechazar. De hecho, el 21,9 por ciento de los expatriados consultados cree que habrían sufrido consecuencias negativas si hubieran rechazado el traslado. Y por si fuera poco, casi cuatro de cada diez está en desacuerdo con las condiciones económicas pactadas inicialmente.
Muchos pluses
Marta Álvarez-Novoa, socia del área de Human Capital de Ernst & Young, nos explica algunos de estos cambios. El primero, el perfil del expatriado. Ahora, dice, se buscan solteros, porque la expatriación es cara.
"El paquete retributivo de un expatriado tiene muchos pluses.En la mayoría de los casos incluye vivienda, seguro médico, y si el destino es un país peligroso hay que añadir seguridad e incluso un club social", comenta. Todo esto encarece, y mucho, si se lleva en la maleta al cónyuge y a los niños.
"Las condiciones económicas suelen ser ventajosas, por eso muchas empresas miran más ahora tener a un local en esos puestos. Y si al final tienen que mandar a alguien de la sede, afinan mucho el planteamiento salarial", asegura Sandalio Gómez, profesor del IESE.
Además del factor económico, hay destinos que casi exigen este perfil. El profesor Gómez comenta que las empresas no suelen mandar a familias a China. "El choque cultural es tan fuerte que prefieren mandar a profesionales sin cargas familiares", dice.
Pero no sólo de solteros se nutren las políticas de expatriación. Álvarez Novoa destaca que está aumentando el número de empleados que escoge esta salida profesional en edad de prejubilación. "Los niños ya son mayores y puede resultar interesante una experiencia de dos o tres años en otro país aunque no sea especialmente atractivo", comenta.
Jóvenes con poca experiencia
Y otra novedad que nos trae la crisis. La directiva de Ernst & Young asegura que hay un nuevo perfil de expatriado, que cuenta con apenas uno o dos años de experiencia, que es enviado a otro destino, pero es tratado como un local, con todo lo que eso conlleva.
"Su paquete retributivo tiene las condiciones del país de destino. Les hacen un contrato allí, suelen tener el primer año asesoría fiscal gratis y la vuelta no está garantizada", comenta. Aunque aclara que es un reto para mucha gente joven con ganas de añadir carrera internacional a su curriculo.
Pero no se trata sólo de sacar el lado menos amable de esta decisión empresarial. Para Sandalio Gómez, la crisis ha ayudado a mejorar estos procesos. "Ahora hay mucho más rigor y la profesionalidad pesa más que nunca", dice.
En cuanto a posibles represalias empresariales ni el candidato dice "no", hay matices. Para el portavoz del IESE, es lógico que uno se pregunte qué efectos tendrá esta respuesta en su carrera. "Puede que cierres una puerta, pero tampoco puede ser un argumento para que tengas que decir que sí. Para una empresa no es bueno este planteamiento, ni siquiera de forma sutil", argumenta.
¿Y a la vuelta?
En época incluso de vacas gordas, la vuelta siempre ha sido un tema espinoso. "No siempre se pueden cumplir los plazos, aunque el expatriado normalmente lo sabe", comenta Marta Álvarez-Novoa.
En todo caso, aclara que por lo menos la persona, a su vuelta, sigue teniendo vinculación con la empresa y en definitiva con el mercado laboral. "Otra cosa es que igual el cargo que le espera después de ese tiempo fuera sea atractivo", añade.
Otra desventaja es que alguien haya ocupado la silla que dejó al marcharse. "Puede que sea un profesional peor el que ocupe su puesto y que entonces el expatriado no encuentre su encaje en la empresa", comenta Sandalio Gómez.
En todo caso, dice, el que se va asume un riesgo, y sabe que con la crisis las cosas no pueden ir a mejor. "Puede que en ese tiempo la empresa haya reducido plantilla y las oportunidades se limitan más", dice. ¿La solución? Añádalo a su CV. Salir fuera le dará lustre profesional.