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Análisis: Rubalcaba: ¿irse o quedarse en el Gobierno?

El vicepresidente del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba. Foto: Archivo

Rubalcaba será proclamado oficialmente candidato a la presidencia del Gobierno por el Partido Socialista en el consejo federal del próximo día 9. Y a partir de ese momento, deberá tomar la decisión que juzgue conveniente sobre su permanencia el Gobierno.

El primer vicepresidente no ha trasmitido todavía una idea clara de lo que piensa hacer: por una parte, ha confirmado que no va a mantener la cartera de Interior, en cuyo cometido se incluye la organización de los procesos electorales. Probablemente esta renuncia incluirá también la de la portavocía del gobierno, ya que tampoco sería razonable que se mezclara esta función institucional con la campaña electoral del candidato.

Negativa indirecta

Peor, por otra, ha respondido a las sugerencias de la oposición para que abandone el Ejecutivo con una negativa indirecta, apoyada en el argumento de por qué se cuestiona la compatibilidad entre la vicepresidencia del Gobierno y la candidatura cuando nadie ha planteado nunca problema alguno con que los presidentes de gobierno -Suárez, González, Aznar- sean a su vez candidatos a la reelección.

En definitiva, Rubalcaba aún no ha especificado si mantendrá o no la vicepresidencia hasta el final. Y, de momento, tampoco se ha pronunciado el partido socialista, salvo Felipe González, quien esta mañana, en un coloquio con empresarios, se ha mostrado partidario de que "deje ya" el gobierno.

Entre las dos opciones que tiene ante sí Rubalcaba, ambas ofrecen ventajas e inconvenientes, pero parece que son bastantes más éstos que aquéllas. De hecho, la única ventaja relevante es la de una mayor visibilidad, lograda en función del cargo y gracias al prestigio espontáneo que confiere la autoridad, que hace brillar a quien la ostenta.

Los inconvenientes

Los inconvenientes son varios: en primer lugar, es evidente que Rubalcaba debe desmarcarse de este gobierno, en franca decadencia y visiblemente agotado. Si Rodríguez Zapatero ha tenido que ser el gestor del colosal ajuste y de los inevitables recortes de derechos, Rubalcaba ha de aspirar a ser el administrador de la recuperación, y ha de lanzar por tanto un mensaje de prudente optimismo y de seguridad en las propias fuerzas que no sería creíble en un miembro del Ejecutivo. Claramente, pues, la credibilidad de este rol será mayor si Rubalcaba está fuera del Gobierno.

En segundo lugar, Rubalcaba tendrá mayor autonomía personal si puede decir lo que piensa y lo que considera oportuno, sin arrastrar con sus opiniones a todo el Ejecutivo. No se trata de que la alternativa que proponga se enfrente al proceso que nos ha traído hasta aquí (lo que no resultaría creíble) pero sí es conveniente que marque un punto de inflexión, un antes y un después, y que plantee un proyecto innovador, sin servidumbres hacia el pasado. Finalmente, si Rubalcaba afronta la campaña a cuerpo limpio, evitará el desgaste que le producirían las críticas de sus antagonistas por lo que podría interpretarse como una competencia desleal.

Vinculado a este asunto está la anticipación o no de las elecciones. En la mencionada intervención, González ha dicho que a España le conviene agotar la legislatura, de forma que se pueda concluir las reformas y elaborar los presupuestos, aunque, a su entender, al PSOE no le beneficia tal prolongación.

También esta opinión es discutible: según la mayoría de los analistas, el PSOE está hoy en horas bajísimas, que se reflejarían en las urnas en forma de un inapelable hundimiento (poco más de cien diputados, como AP en 1982); nada garantiza que esta situación cambie dentro de ocho meses, pero cualquier opción es mejor para el PSOE que la de consolidar los equilibrios actuales.

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