
El más que probable candidato socialista a la presidencia del Gobierno, que tras la retirada de Chacón se consolidará como tal sin necesidad de tener que someterse a un proceso electoral, ha manifestado a su entorno su pretensión de sacar el máximo partido a sus dotes de comunicador lo que, junto a su pericia con los medios de comunicación, le coloca, a su juicio, en una situación de ventaja respecto a su rival.
Según El Confidencial digital, tanta es la fe que tiene en sí mismo en este terreno que, en vísperas del Comité Federal celebrado del pasado sábado, comentó en su círculo más próximo: "Con dos debates en televisión, puedo quitarle a Rajoy la mayoría absoluta".
Rubalcaba cree que la televisión será una poderosa aliada y un arma eficaz, con la que, mediante una 'inteligente' instrumentalización, podría obtener en las elecciones generales el número suficiente de escaños incluso para poder gobernar, con el apoyo de los grupos minoritarios.
Rubalcaba tiene, en efecto, una gran capacidad de comunicación conocida por él mismo, reconocida por el público en general y elogiada por los expertos. Esa capacidad de comunicación se relaciona, según los teóricos de la materia, con el carisma y con el liderazgo, que son previos al hecho comunicativo.
Y existe cierto consenso en que el líder carismático nace -no se puede sacar de donde no hay- pero tiene que modelarse, ha de aprender las técnicas que le acercan al público, que le proporcionan credibilidad e identificación con la gente, con independencia de las adscripciones ideológicas. A todo ello ayudan ciertas técnicas de comunicación muy conocidas, que se utilizan en los cursos de telegenia y que enseñan a elevar las anécdotas a categoría, a persuadir, a empatizar con le público y a hacerse dueño del mensaje y del escenario.
Hay infinidad de análisis de comunicadores sobre los secretos de Rubalcaba que explicarían su éxito en este terreno. Así, Yuri Morejón, uno de los asesores de comunicación últimamente más activos en campañas electorales españolas y latinoamericanas, lo atribuye a que:
1. Argumenta, razona y evidencia. No sólo lo expone, sino que lo demuestra. Datos y argumentos con los que convence y revela conocer bien su trabajo. Es contundente. No deja espacio a la duda en sus comparecencias e intervenciones. Habilidad que también le ha hecho ganarse la fama de gran negociador.
2. Es prudente. Templado, sereno. Su larga trayectoria lo acredita. Incombustible. Casi 30 años en primera línea y no se quema. Porque mide, o cuando menos medita, la repercusión de sus intervenciones. Esto le facilita salir reforzado personal y políticamente cuando una gestión le obliga a reconocer errores.
3. Fiel a su líder, el que sea, Rubalcaba no se inmuta ante la rumorología que lo posiciona como candidato allí, sucesor de aquel o futurible para. Da todo el peso a su gestión. Por eso es influyente. No es coincidencia que abarque tantas materias de gran calado: lucha contra ETA, Policía y Guardia Civil, políticas de inmigración, Tráfico, etc. No se luce, sino que proyecta reconocimiento.
4. Buen comunicador en ambas distancias. Escucha. Sin jugar al populismo. Consciente de que mostrarse accesible ante los medios es una de sus fortalezas, Rubalcaba sabe además colocar su mensaje. Irónico por inteligente, responde a la pregunta, fija su titular y, cuando puede, desmonta o critica la postura de la oposición.
5. Alejado de la imagen y la estética carismática de algunos políticos de hoy, su lenguaje corporal -su arqueo de cejas, su movimiento de manos, su sonrisa en muchos finales de frase- encauza, guía y convence. Se protege y te conduce. En ocasiones, hipnotiza. En otras, dicen sus adversarios, manipula.
A esta buena síntesis, habría que añadir que conoce a qué público se dirige en cada momento; tiene claro de antemano el mensaje que quiere emitir; sabe que el off the record no existe; no responde jamás a hipótesis que se le planteen; nunca identifica al periodista con su adversario político; cuida tanto la comunicación verbal como la no verbal; conoce perfectamente aquello de lo que se dispone a hablar para no ser pillado en falta jamás.