España

El problema de la juventud: las víctimas perfectas de la crisis económica

Imagen: Archivo

Esta crisis económica está cebándose en determinados colectivos sociales con particular intensidad. Inmigrantes, trabajadores sin cualificar y jóvenes son las víctimas más golpeadas por la situación. Y muy particularmente estos últimos, que ya en epocas de bonanza encontraban graves problemas para emanciparse e integrarse en la sociedad.

Ahora, con ocasión de la celebración del día mundial de la Juventud, la UGT de Cataluña ha publicado un informe estremecedor en el que se describe la postración de la juventud de dicha comunidad autónoma. En concreto, de los 665.100 catalanes que tienen entre 16 y 24 años, 154.000 están parados y no están en proceso de formación y otros 55.300 son, además, inactivos: no tienen trabajo ni lo buscan.

El paro juvenil en dicha región alcanza el 28% según el Observatorio de la Juventud de Cataluña, cuando el general no llega al 20%. Por añadidura, los empleos de los jóvenes son en su inmensa mayorÌa temporales y no alcanzan siquiera el salario mileurista.

Sin formación y dedicados a la contstrucción

La situación es en cierta medida extrapolable al resto del Estado. El paro juvenil español es en promedio incluso superior al catalán. Y la integración plena de los jóvenes en el sistema económico es cada vez más tardía y dificultosa, lo que genera conocidos problemas sociales de toda índole. Sin embargo, en la encuesta en UGT hay un dato revelador que explica perfectamente la naturaleza real del problema y sugiere por tanto las vías de solución: el 94% de los parados menores de 24 años no ha pasado de la ESO (el fracaso escolar es del orden del 30%). Ello significa que sólo el 6% de los parados jóvenes con estudios secundarios o universitarios está en paro.

Si se piensa que el 25% de los jóvenes de menos de 24 años son extranjeros y se tiene en cuenta que buena parte de los inmigrantes se han dedicado a la construcción hasta el estallido de la burbuja inmobiliario que los ha dejado en paro, se llegará a la conclusión de que el problema consiste en la existencia de una gran masa joven sin cualificación alguna.

No es difícil deducir de estos datos que estamos recogiendo los frutos de un sistema educativo ineficaz, que ni es capaz de cumplir el designio de la formación obligatoria ni mucho menos de integrar a las sucesivas generaciones en el mercado laboral. Y, por supuesto, tampoco está en condiciones de ofrecer formación continua o de proporcionar a los adultos el reciclaje necesario para su incorporación al trabajo.

Evidentemente, esta situación lamentable está directísimamente relacionada con la baja productividad de nuestro país, que ha pasado relativamente inadvertida mientras la construcción era uno de los grandes motores de nuestra economía, capaz de emplear a muchos trabajadores sin cualificar.

Los intereses electoralistas contra la juventud

La redención de los jóvenes y la conquista de la productividad requieren, pues, la misma terapia: la reconstrucción integral del sistema educativo mediante un esfuerzo singular que necesita, además de la aplicación de los recursos necesarios -ya es hora de que se de preferencia a este objetivo-, un amplio consenso político y social.

Infortunadamente, la propuesta de reforma educativa -una las grandes reformas estructurales pendiente para la modernizaciÛn de este país- formulada por el ministro Gabilondo no ha llegado a buen puerto, engullida por la crisis y arrojada al sumidero de los intereses electoralistas. Es lamentable que haya sido imposible poner a los grandes partidos de acuerdo en un asunto en el que nos jugamos bastante más que la recuperación económica: es manifiesto que lo que realmente depende de la reforma educativa es la instalación de las generaciones emergentes, que hoy reciben de sus mayores desempleo, falta de incentivos, mediocridad política y un horizonte sin expectativas.

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