Dedicada a la producción, transporte, almacenamiento, procesamiento y comercialización de gas y de otros hidrocarburos, Gazprom es una de las compañías energéticas más importantes del mundo, ya que cuenta con las mayores reservas de gas natural a nivel mundial, estimadas en más de 35 billones de metros cúbicos en 2012, y representa el 15 por ciento de la producción global de gas natural, con cerca de 500.000 millones de metros cúbicos de gas a finales del citado año.
Con sede en Moscú, Gazprom posee la red de transporte de gas más grande del mundo -168.300 kilómetros-, capaz de suministrar este combustible, de forma ininterrumpida, tanto a los consumidores nacionales como extranjeros. Actualmente, sostiene un monopolio sobre gasoductos domésticos que transportan gas natural a todas las regiones rusas y a la Comunidad de Estados Independientes (CIS, por sus siglas en inglés).
Son muchos los proyectos de la multinacional, pero destacan, sobre todo, dos directamente relacionados con el suministro de gas a Europa. Se trata de los proyectos Nord Stream y South Stream, en los que Gazprom cuenta con una amplia participación. En el primero, el gasoducto suministra gas a la terminal de recepción en Lubmin, Alemania, desde donde se transporta a Bélgica, Dinamarca, Francia, Países Bajos y Reino Unido, entre otros. El consorcio creado para la ejecución del proyecto está formado en un 51 por ciento por Gazprom, las alemanas Wintershall Holding GmbH y E.ON cuentan con un 15,5 por ciento cada una, mientras que la holandesa NV Nederlandse Gasunie y la francesa GDF Suez tienen una participación del 9 por ciento cada una.
A través del Mar Báltico y con 1.224 kilómetros de longitud, el gasoducto inició su construcción en abril de 2010 y se completó en septiembre de 2012, iniciándose un mes después el transporte de gas. Con una capacidad anual de 55.000 millones de metros cúbicos, se baraja la posibilidad de ampliarlo con la construcción de dos fases más.
Del proyecto South Stream saldrá la construcción de un gasoducto a través del Mar Negro hasta el sur y centro de Europa, de 925 kilómetros de longitud, profundidad máxima de dos kilómetros y una capacidad de 63.000 millones de m3 de gas. Además de Gazprom, que cuenta con el 50 por ciento, completa la sociedad la italiana Eni (20 por ciento), la alemana Wintershall Holding y la francesa EDF (15 por ciento cada una). El tramo terrestre cruzará Bulgaria, Serbia, Hungría y Eslovenia y terminará en la estación de medición de gas Tarvisio en Italia. Los primeros suministros están previstos para finales de 2015.
Pero sus miras expansionistas no acaban aquí ya que, además del suministro hacia los países de la UE, Gazprom también exporta gas a Turquía, su segundo mayor mercado de ventas por detrás de Alemania. Con el objetivo de incrementar dicho suministro, el gigante ruso y la empresa turca Botas Petroleum Pipeline Corporation firmaron un contrato en 2002 en virtud del cual la primera suministraría al país 365.000 millones de metros cúbicos de gas durante 25 años. Se iniciaba, así, la construcción del gasoducto Blue Stream, el más profundo para la exportación de gas natural ruso -hasta 2.150 metros-, con 1.213 kilómetros de longitud y una capacidad anual de 16.000 millones de metros cúbicos a través del Mar Negro. Blue Stream complementa el corredor de transporte de gas existente que va desde Rusia a Turquía a través de Ucrania, Moldavia, Rumania y Bulgaria. En 2013 los suministros de gas a través de Blue Stream han sido de 13.700 millones de metros cúbicos, lo que representa más de la mitad del volumen total de gas (26.700 millones de metros cúbicos) exportado por Gazprom a Turquía el pasado año.
Preocupación por el suministro
Alrededor de un 30 por ciento del gas que importa la Unión Europea procede de Rusia. El consorcio gasístico exportó al continente 161.500 millones de metros cúbicos de gas en 2013, un 16 por ciento más que en 2012.
Países como Bulgaria, Eslovaquia, Finlandia, Letonia y Lituania se abastecen en un cien por cien de gas ruso; otros como Austria, Grecia, Hungría, Polonia y República Checa compran más del 70 por ciento del gas que consumen de Rusia; y otros como Eslovenia y Rumania compran más de la mitad de su gas.
En una segunda escala se encuentran los países con un grado de dependencia de Rusia inferior al 50 por ciento. Se trata de Alemania (40 por ciento), Italia (30 por ciento) Francia (22 por ciento) y Países Bajos (17 por ciento).
Y es precisamente este fuerte grado de dependencia el que siempre ha causado una honda preocupación, que se ha puesto nuevamente de manifiesto a raíz del conflicto que Rusia mantiene con Ucrania. Y es que la mitad del gas que se consume en Europa se transporta por los gasoductos que cruzan este último país.
A pesar de la delicada situación que se está viviendo y que, de momento, se ha saldado con la anexión de Crimea a Rusia, el precio del gas ruso permanece estable (ver cuadro adjunto), incluso con valores por debajo de los alcanzados en 2011, año en el que el precio del gas repuntó.
El temor a un corte en el suministro sigue latente. Aunque esta situación parezca poco probable -ya que la economía rusa sufriría cuantiosas pérdidas-, ningún país desea volver a pasar por la angustia que se vivió en enero de 2009 cuando Gazprom decidió suspender provisionalmente el suministro de gas en Ucrania tras una disputa comercial. Pero la espada de Damocles sigue en alto porque Gazprom ha anunciado que, a partir de abril, suspenderá la rebaja del precio del gas a Kiev por haber incumplido su acuerdo de pagar la deuda avtiempo, cuantificada en 2.000 millones de dólares.
Ante esta situación, los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) se han reunido recientemente en Bruselas y han pedido a la Comisión Europea que elabore, para junio, un plan destinado a reducir la dependencia energética del bloque comunitario de las importaciones rusas.
La estrategia de la UE se centra en aumentar la eficiencia energética, continuar con el desarrollo de fuentes de energía propias y renovables, explotar otro tipo de recursos como el gas de esquisto, promover la compra de gas licuado y mejorar las interconexiones gasistas y eléctricas en 2015 para terminar con el aislamiento energético que sufren algunos Estados miembros y para que ningún Estado tenga una interconexión inferior al 10 por ciento de su potencia instalada.
Precisamente sobre este último punto España tiene mucho que decir. A pesar de su situación estratégica, nuestro país es una isla energética, ya que nuestro nivel de interconexión es bajísimo -poco más de 1 por ciento-. Y, aunque se están desarrollando nuevos enlaces con Francia y Portugal, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha aprovechado la ocasión para defender, ante sus homólogos europeos, el proyecto de conexión gasística Midcat, que conectará España con Francia a través de Cataluña.
Artículo publicado en la edición de marzo de la revista Energía. Suscríbete gratis.