
Transformar residuos en energía limpia es la misión de Catalana de Biogás. La firma, participada por Sinia, el brazo inversor en energías renovables de Banco Sabadell, Hochreiter y Aprisco Energy, nació en 2022 y lleva todo este tiempo trabajando con potenciales clientes y en busca de las localizaciones más adecuadas para construir plantas que convierten restos agroindustriales, orgánicos y aguas residuales en gases renovables. "La planta debe adaptarse al territorio y no el territorio a la planta", es su lema.
La consejera delegada de la compañía, Rosa Forcada, adelanta a elEconomista.es que Catalana de Biogás cerrará el ejercicio actual con 14 promociones de instalaciones firmadas, repartidas por cinco comunidades autónomas: Cataluña, Aragón, Comunidad Valenciana, Navarra y Castilla La Mancha. Desde la firma conciben cada planta de biometano como una inversión a largo plazo en sostenibilidad y crecimiento. Empezará a construir la primera planta en el último trimestre de este año.
Según Forcada, para construir una planta de biometano se necesita alrededor del año y una inversión que ronda entre los 10 y 20 millones de euros. De este modo, asegura que el capital de la empresa está abierto a nuevos socios para conseguir financiación que sirva para impulsar el plan estratégico en el que trabaja la sociedad. Sinia controla el 50% y la otra mitad está en manos de la constructora alemana de plantas de biomentano Hochreiter y la empresa de renovables Aprisco Energy. De este modo, lo más lógico sería que el brazo inversor energético del Sabadell se desprenda de parte de su participación para conseguir liquidez.
¿Cómo gana dinero?
El negocio que plantea la sociedad es sencillo. En concreto, en la etapa de promoción, identifica oportunidades, analiza la viabilidad del proyecto y se asegura acuerdos estratégicos que garanticen la sostenibilidad de la planta. Este último punto consiste en acuerdos con industrias agroganaderas y alimentarias o de cualquier otro sector que sea gran generador de residuos (la jardinería, la pesca o la industria textil) para encargarse de la gestión de manera gratuita, lo que supone erradicar el problema de almacenamiento y tratamiento de los restos de origen orgánico.
Posteriormente, utiliza todos los restos para transformarlos en biometano y aquí es donde está lo rentable. Una vez consigue el gas renovable, la planta gana dinero a través de la venta directa inyectándolo a la red de transporte, aunque también existe la posibilidad de generar gas natural licuado (GNL) o gas natural comprimido (GNC), que se transporta en camiones.
Otra opción es que la planta suscriba un acuerdo de suministro con un cliente particular a largo plazo, lo que en la jerga se conoce como PPA (Power Purchase Agreements en inglés).