
Emprender es una tarea que requiere mucho esfuerzo y tiempo. Algo que muchos jóvenes no tienen, ya que durante la universidad es difícil compaginar los estudios y cuando acaban, la mayoría prefieren seguir formándose o empezar a trabajar. Sin embargo, cada vez hay más estudiantes que, con el impulso de la Universidad, aprovechan el Trabajo Final de Grado (TFG) o el Trabajo Final de Máster (TFM) para planear su negocio.
Determinadas escuelas de negocio como Esade, IEBS o EAE ya han implementado grados o másteres especializados en esta materia, con el objetivo de que los alumnos tengan todo lo necesario para emprender en un ecosistema que les ponga todo mucho más fácil, que permita encontrar dónde hay talento y que se rodeen de otros emprendedores como ellos. Así, para Nacho Santamartina, director del máster en emprendimiento e innovación de EAE Business School, "que haya alumnos procedentes de diferente ramas es muy importante para crear iniciativas multidisciplinares en las que cada uno aporte algo distinto".
Aún así, a pesar de que cada vez hay más cultura emprendedora en las universidades españolas, hay muchas que no realizan esta apuesta. Además, según Joan Riera, profesor de Innovación y Emprendimiento de Esade, "la mayoría de alumnos interesados proceden de la carrera de Administración y Dirección de Empresas por lo que aún falta que se extienda a otros grados". En este entido, Pascual Parada, docente de IEBS, considera que hay grandes diferencias entre las universidades públicas y las privadas. "En las primeras, es muy difícil encontrar profesores involucrados ya que no se promueve, sino que se da más importancia a los trabajos de investigación que a temas como el emprendimiento", afirma. Aunque reconoce que empieza a haber un cambio en las universidades públicas y hay cada vez más profesores interesados en captar el talento de sus aulas.
Debido a que aprovechar el TFG para emprender es algo novedoso, supone una dificultad a la hora de calificarlo. ¿Puede compararse un trabajo de investigación con una iniciativa emprendedora?, ¿qué valorará el tribunal para decidir si es válido o no?
Esto depende de si en la universidad existe esta cultura o no entre profesores, señala Santamartina. Mientras tanto, en las ecuelas de negocio y allí donde se promueve, Parada afirma que "en un TFM sobre emprendimiento lo realmente esencial es que veamos que existe la capacidad del alumno de poner en marcha lo que nos está trasmitiendo". Por su parte, Riera indica que, "los alumnos pasan por simuladores de situaciones reales del mercado y así puedan evaluarles".
Por otra parte, la cultura emprendedora del país también influye. Riera apunta que "en España hay menor cultura de emprendimiento que en otros países como Alemania, Estados Unidos o China, donde el ecosistema empresarial ayuda a emprender y donde se tiene bien visto al que se arriesga".
Principales recomendaciones
A la hora de crear un negocio, existe una máxima para que salga bien: hay que dedicarse por entero a la idea que se tenga. Sin embargo, a la hora de tomar riesgos hay quien recomienda ser más prudente y quien piensa que si no se arriesga es difícil tener éxito. Por su parte, Parada opina que una de las dificultades a las que se enfrentan los estudiantes es que muchos han de compatibilizar la creación de su negocio con los estudios e, incluso, con un trabajo. De este modo, afirma tajantemente: "Si sus ingresos económicos no están solucionados por otra vía, es muy difícil que un alumno sea capaz de perseverar en su idea".
En sentido contrario, Santamartina considera que "lo mejor es tratar de compatibilizar el emprendimiento con los estudios o el trabajo y una vez que el proyecto sea viable, entonces pasar a dedicarse por entero". De este modo, "es muy importante no volverse loco, no apostarlo todo a una idea porque en el mercado intervienen muchos factores que pueden hacerla fracasar por muy buena que sea".
En este viaje, los alumnos se encuentran muchas dificultades. La más importante, según Riera, es "caer en la parálisis por análisis, porque no se sabe si una idea funciona hasta que se lanza". Además, el desconocimiento del mercado juega en su contra. Por ejemplo, muchos olvidan la importancia de vender, cuando sin ventas no hay negocio. Y otros acaban perdiendo la orientación al cliente y ofrecen un servicio que nadie quiere.
La falta de experiencia, según Santamartina, deriva en que los emprendedores "no sepan cómo negociar con los proveedores o cómo afrontar el problema de la internacionalización, ya que para ello hay que conocer la legislación de cada país y las novedades tecnológicas".
Con tanto obstáculo, los jóvenes que tienen éxito suelen ser la excepción y lo unico que los expertos recomiendan es seguir trabajando.