
Banco Popular se juega su futuro con el proyecto de su inmobiliaria. Es líder en pymes,y destaca igualmente en tarjetas y en créditos. Sin embargo, la eficiencia y eficacia de la entidad en estos y en otros segmentos se diluye por el peso de los activos no rentables en balance, un problema que no ha podido o sabido resolver en los últimos años.
Se trata de los créditos concedidos en su día al sector promotor y los inmuebles que tuvo que asumir la entidad. Son activos que no sólo no aportan nada a la cuenta de resultados, sino que consumen recursos y engullen la rentabilidad de la pata bancaria de la entidad. A mediados de este año le habían ocasionado 783 millones de euros de pérdidas brutas. "El volumen de los activos y créditos inmobiliarios mata al Popular. Mientras esto no se solucione, no podrá volver a la normalidad", sentenciaba a mediados de 2015 un banquero, con años de experiencia a sus espaldas en consejos de varias entidades españolas. Las agencias de ?rating? y los bancos de inversión no han dudado del modelo de negocio del Popular, pero sí del enorme lastre que guarda su balance. Han desconfiado del plan confeccionado para 2016, y después finiquitado con la ampliación de capital, que señalaba que la desinversión en estos odiosos activos se reduciría en 8.000 millones de euros este mismo año, y dudaban que un nivel de provisiones del 35 por ciento fuera suficiente garantía para superar otro sobresalto en el sector del ladrillo, máxime cuando la media del sector ronda el 50 por ciento. Esto ya es historia. El banco dio su brazo a torcer y realizó una ampliación de capital justo antes de que el 'Brexit' golpeara los mercados, y con especial virulencia a los valores financieros. Captó 2.500 millones que no sólo refuerzan sus ratios de capital, sino que le permiten situar el nivel de provisiones en la media del sector. Tras la ampliación, vienen nuevos objetivos y, de la mano del nuevo consejero delegado, medidas de choque para conseguirlos, aunque se moderó el ritmo de desinversión en los activos no rentables. Una de estas medidas es separar definitivamente del balance parte de estos activos, a través de un inmobiliaria desligada del banco y gestionada por expertos. Calcula que podrían salir del perímetro de la entidad financiera inmuebles por valor de 6.000 millones de euros y que, incluso, en determinadas circunstancias, podría cotizar en bolsa. Se escojen los activos que ya llevan más tiempo en las tripas del banco. Y hay buenas razones para ello. Son los inmuebles que más pueden mejorar su valor y, por otro lado, evita la dureza de la nueva circular del Banco de España, que impide que una entidad pueda anotarse las plusvalías de activos que lleven en cartera más de cuatro años. ¿Y por qué 6.000 millones y no los 15.000 millones brutos que tiene en inmuebles en balance? La escisión conlleva costes para el banco, ya que aportará activo, los inmuebles, y pasivo, a través de capital y deuda subordinada, que se complementará con otras fuentes de financiación. En todo caso, el Popular espera que sea más que suficiente para que mejore la percepción de las agencias de ?rating? y de los mercados de renta fija, lo que conllevaría un ahorro en los costes de financiación de la entidad. La reducción del volumen en balance mejoraría los resultados y, con ello, se espera que también la cotización mejore. El Popular valía en bolsa 9.210 millones de euros a mediados de 2015 y doce meses después, con la ampliación de capital ya realizada, 4.830 millones. Ayer, tras otro retroceso, el valor se situó en 4.696 millones. Para hacer comparaciones odiosas, el Sabadell capitaliza 6.390 millones de euros y Bankinter, con casi la mitad de activos, vale en bolsa 5.789 millones de euros. El nuevo plan estratégico se orienta a recuperar la rentabilidad perdida y "mejorar igualmente la cotización de la acción". Y todo ello depende del éxito en la desinversión de los activos tóxicos, para lo que es clave la inmobiliaria. Una nueva decepción hundiría su reputación y su cotización. Y eso no hay socio que lo aguante.