La Administración Bush ha dado el primer paso. A pocos meses del final de su mandato, ha tomado las riendas de Fannie Mae y Freddie Mac para evitar el colapso del sector financiero estadounidense. Pero el camino que queda por recorrer todavía es muy largo, y hay multitud de posibles desvíos. La decisión de tomar uno u otro, a menos de dos meses de las elecciones, quedará en manos del presidente que salga de las urnas el 4 de noviembre -y que asumirá su cargo a principios de enero-.
De momento, y ante el intenso debate político e ideológico que se avecina para decidir el futuro de las dos grandes firmas hipotecarias, los diferentes bandos van tomando posiciones.
Liquidación o apoyo público
A un lado están los defensores del libre mercado, alistados mayoritariamente en las filas republicanas. Según su versión, Fannie Mae y Freddie Mac deberían ser troceadas y, en última instancia, liquidadas. Su lugar debería ser ocupado por compañías cien por cien privadas, sin ningún tipo de garantía pública y de las que el mercado no descuente que, en caso de dificultad, contarán con el dinero de los contribuyentes para pagar las facturas.
Esta postura chocará irremediablemente con la que históricamente ha mantenido el Partido Demócrata. Tradicionalmente, sus congresistas y senadores han defendido a capa y espada la difusa situación legal de Fannie Mae y Freddie Mac, de capital y gestión privadas, pero con un apoyo público que, si no oficial, al menos era oficioso.
Los demócratas entienden que esa es la mejor forma de lograr el objetivo primigenio de las dos firmas: garantizar hipotecas a precios razonables incluso a los hogares con menos recursos. Lo normal será que, desde este bando, se defienda la vuelta a la situación previa -o al menos muy similar- a la intervención, aunque con nuevas normas que eviten que se repita una crisis del calibre de la actual.
Una larga partida
La pugna alcanzará toda su crudeza cuando, en pocas semanas, comiencen en Washington los debates sobre la operación de rescate. Pero, en plena campaña electoral, los primeros cruces dialécticos no han tardado ni dos días en producirse. La jefa de prensa del presidente Bush se apresuró a cargar las culpas del hundimiento de las hipotecarias sobre el Congreso por, según ella, desoír las advertencias de la Administración sobre el riesgo que el omnipresente papel de Fannie Mae y Freddie Mac en el mercado hipotecario suponía para el sistema.
Y desde el Senado y el Congreso, los demócratas han expresado ya su disgusto por lo que consideran un intento de los republicanos de reducir a la nada el papel de las dos firmas, y también de dejar marcadas las líneas de actuación del Gobierno más allá del final de su mandato.
Barney Frank, congresista demócrata por Massachusetts, ya ha anunciado que durante el próximo curso político intentará echar abajo parte de las normas que han permitido la intervención del Gobierno, mientras insiste en su lucha por conseguir que las dos firmas destinen, obligatoriamente y por ley, parte de sus beneficios a fondos para financiar viviendas en alquiler para rentas bajas. "Eso no puede conseguirse con entidades completamente privadas", argumenta.
Hay todavía otro tercer bando en liza. Quizá más silencioso, pero no por ello menos influyente. A medio camino entre unos y otros, entiende que hay un hueco en el mercado para instituciones muy ligadas al Gobierno y que sirvan para garantizar el acceso a créditos hipotecarios asequibles para todos los bolsillos.
Ese parece el ideario de Henry Paulson, secretario del Tesoro, Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, y James Lockhart, director de la Agencia Federal de Financiación de la Vivienda. El plan de rescate que han ideado y puesto en marcha, en realidad, sigue esa línea. El tamaño de Freddie Mac y Fannie Mae se reducirá drásticamente si las medidas anunciadas no se modifican, pero las empresas no desaparecerán una vez solucionada su delicada situación financiera.
Las cartas están sobre la mesa. Pero la partida será larga y no se sabrá quien tiene la mano ganadora hasta, al menos, dentro de un año.