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El hormigón que usaban los romanos era más resistente que el utilizado ahora

  • La clave eran las cenizas volcánicas usadas por sus creadores
  • Se dejaba fraguar durante 180 días, y era más ecológico

Que muchas infraestructuras actuales duran menos que algunos monumentos romanos es obvio. Y no sólo se trata de que se diseñen con una vida útil determinada por motivos de amortización contable. La pax romana no sólo llenó de carreteras los dominios del Imperio, sino que también dejó una huella indeleble en todos los territorios gracias a un ingrediente no demasiado secreto: las cenizas volcánicas.

La impresionante cúpula del Panteón, en la ciudad de las siete colinas, es quizá el mejor ejemplo de la durabilidad romana (año 126 de nuestra era), pero no el único: puentes como el del Gard en Francia, o el de Alcántara en Cáceres (año 106) demuestran que los principios constructivos de la civilización latina eran tan sólidos como el hormigón que utilizaban para amalgamar la piedra y el ladrillo.

Ya en el año 30 antes de cristo el padre de la arquitectura, Vitrubio, había puesto por escrito la receta mágica que sería perfeccionada por los constructores del Lacio durante el siglo I, pero no ha sido hasta hace poco cuando un equipo de investigadores ha desvelado todas las propiedades de esta mezcla romana, como señala The Washington Post.

Repitiendo el proceso de su fabricación de este cemento, conocido como puzolánico, los investigadores han llegado a la conclusión de que el hormigón latino no sólo era más resistente por la forma en que se fraguaba (se dejaba endurecer hasta 180 días) sino también más ecológico, ya que necesitaba ser calentado a temperaturas mucho menores que las actuales.

De esa forma, según concluyen en su estudio los investigadores, el uso de este tipo de cementos permitiría reducir las emisiones de carbono en la fabricación de cemento, que actualmente suponen el 7% del total a nivel mundial.

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