Las bolsas han vuelto a temblar en las últimas semanas. Tras la mejoría experimentada desde mediados de marzo, junio ha devuelto la incertidumbre a los parqués. La prolongación de las tensiones crediticias y de los problemas de financiación de los bancos y la embestida de la inflación se han encargado de complicar de nuevo la situación. Para Rocío Ledesma, directora de productos de Banif, estos ingredientes han alimentado una inestabilidad ante la que los inversores deben guiarse por la prudencia y decantarse por compañías sólidas, sin olvidar las inversiones alternativas.
¿Cómo encajan las recientes caídas bursátiles en un entorno que había creído que lo peor de la crisis había pasado?
El regreso a una etapa de fuerte volatilidad en los mercados tiene relación con el empeoramiento de los factores de riesgo que amenazan el crecimiento económico. Pese a que el rescate de Bear Stearns supuso un punto de inflexión en la crisis financiera, el empuje inflacionista, más fuerte de lo previsto, provoca que se anule el margen de relajación monetaria y que la renta real de los consumidores descienda. Puesto que los expertos descartan una recesión en EEUU, las principales amenazas para el escenario de crecimiento global proceden de la desaceleración, intensificada por el efecto negativo de los altos precios de la energía. El dato final de IPC en la zona euro del mes de mayo así lo avala. La tasa general se sitúa en el 3,7 por ciento interanual, mientras que en EEUU la inflación repuntó en mayo hasta el 4,2 por ciento interanual, por encima de lo previsto.
Hay bancos de inversión y grandes gurús que han comparado la situación actual con otras crisis, como la de 1929. ¿Son pertinentes estos paralelismos?
La situación no es comparable. Las economías son mucho más flexibles, están mejor preparadas, la Reserva Federal estadounidense ha actuado mucho más rápido... De algún modo, se ha aprendido de errores pasados y las respuestas son más ágiles. Y también hay que contar con los mercados emergentes, que son mucho más sólidos. Por tanto, hay factores que pueden ayudar a que la salida pueda ser más sencilla de lo que fue en su día, lo cual no significa que vaya a ser fácil, eso sí.
¿Ha demostrado esta crisis que se había ido demasiado lejos en la innovación financiera?
El problema no reside en los productos financieros, sino en su uso. Igual que en su día los productos derivados tuvieron mala fama, la innovación financiera, bien usada, ofrece unos resultados espectaculares. No podemos frenar la innovación porque de ese modo estaríamos frenando el desarrollo de los mercados, pero sí es necesario un control mayor por parte de los bancos centrales y los reguladores. De hecho, es en este campo donde tienen más trabajo que hacer. Tampoco sería necesario recurrir a soluciones como políticas monetarias más restrictivas en el futuro. Sería un error. Tal vez sería más conveniente que los bancos centrales y los reguladores compartan más información y crucen datos para hacerlo mejor en el futuro.
Entonces, ¿se puede decir que ha habido errores en la gestión de los riesgos?
El riesgo no ha estado mal controlado. Lo que ha ocurrido es que se ha formado una bola de nieve que ha sido complicada de controlar y no se ha podido detener. Los controles de riesgos no han sido insuficientes, pero se han sobrepasado los límites. La cuestión, por tanto, radica en buscar el equilibrio entre la necesidad de hacer cosas de forma controlada.
¿Se pueden extraer lecciones positivas de esta crisis?
Tal vez que hace falta más comunicación. El éxito residirá en el cruce de información entre las agencias de calificación, las entidades, los reguladores y los bancos centrales que redunde en una mayor transparencia que ayude a controlar los riesgos.
¿Cómo debe comportarse un inversor en estos momentos?
Desde el punto de vista del inversor en bolsa, en este escenario la apuesta debería ser de una máxima prudencia. Acudiendo a sectores poco o nada ligados al ciclo, y compañías con fortaleza de negocio y solidez de ingresos. Y priorizando las grandes compañías, que pueden obtener financiación con mayor facilidad que las pequeñas.
¿Cómo reaccionan los clientes de banca privada en una etapa como la actual?
Los clientes demandan productos más seguros, más tradicionales, pero los de banca privada son distintos y nuestro modelo concreto permite que nuestros clientes tengan un contacto muy directo con su asesor, lo cual facilita la relación con ellos y permite que perciban que su dinero se cuida cada día.
¿Hasta qué punto la inversión alternativa resulta atractiva en estos momentos? ¿Qué ofrece?
En estos momentos es muy interesante, porque aporta descorrelación a las carteras de los inversores. Es decir, son productos que pueden bajar menos que el mercado e incluso subir. En este sentido, hay que tener en cuenta que la principal ventaja de las inversiones alternativas reside en que ofrecen diversificación. Al poder incluir distintos activos en una cartera, ésta puede lograr el objetivo de conseguir estabilidad en la rentabilidad y reducir la volatilidad. Lo que hay que perseguir es optimizar el binomio rentabilidad-riesgo. En una cartera modelo, la inversión alternativa -activos inmobiliarios, capital riesgo, productos estructurados, etc.- debería tener un peso del 30 por ciento.