
El consejero delegado de Bank of New York Mellon, Robert Kelly, de 54 años, pretende que no se repitan los mismos errores de otras crisis. "El fenómeno al que estamos asistiendo es fascinante: se habla de crisis de confianza en el sistema financiero, pero, desde el otoño del año pasado, los bancos han conseguido del mercado más de 90.874 millones de euros frescos para tapar los agujeros provocados por las devaluaciones".
"No se puede decir, pues, que haya desconfianza, porque la crisis de las hipotecas basura puso las bases para una radical transformación de la industria de los servicios financieros -desde la contabilidad a los controles- y el sistema que surja será ciertamente mucho más sólido".
"Por eso, los inversores están dispuestos en la actualidad a suscribir los planes de recapitalización de los bancos". Lehman Brothers (LEH.NY) acaba de anunciar, precisamente, un aumento de capital de 3.895 millones de euros, y Kelly no se preocupa en absoluto por la esta nueva grieta en las columnas de Wall Street.
Acelerar las reformas
"Es sólo otra confirmación -dice el banquero americano, en esta entrevista concedida a Il Sole 24 Ore en un alto en su viaje a Italia- de la necesidad de acelerar las reformas estructurales en nuestro sector. Entre otras cosas, porque dentro de poco asistiremos a una nueva oleada de consolidaciones en la gestión de activos y entre los bancos comerciales y de inversión".
La tesis de Kelly es clara y, sobre todo, compartida por la comunidad financiera internacional: los últimos acontecimientos en las finanzas americanas, desde el salvamento del Bear Stearns orquestado por la Reserva Federal estadounidense (FED) hasta la apertura de la ventanilla de financiación a corto plazo (reservada, hasta ahora, a los bancos comerciales) para los bancos de inversión, han hecho caer el último diafragma que separaba crédito y finanzas, abriendo así el camino no sólo a un nuevo marco normativo unificado para ambas actividades, sino también a la perspectiva de grandes agregaciones, siguiendo el modelo de la JP Morgan Chase (JPM.NY).
En este contexto, Kelly se siente en su salsa. Con más de 14.930 millones euros de facturación en custodia y administración, con más de 714.100 millones de euros de activos en gestión y con la supervisión sobre 7.788 millones de euros en deuda, el Bank of New York Mellon salió casi indemne de la tempestad financiera de las hipotecas basura y ya está estudiando adquisiciones y joint venture en Europa y EEUU, donde, por su alto nivel de especialización, su banco es considerado el primero en servicios a los fondos de inversión libre y a los fondos de pensiones.
Una fase crítica para la gestión de activos
"La gestión de activos -explica el banquero americano- se encuentra en una fase crítica y las perspectivas de crecimiento en el sector dependen cada vez más de la especialización y la opción estratégica de ser distribuidores o realizadores de productos financieros. Nosotros decidimos ser productores, cedimos nuestra actividad comercial y los resultados nos están dando la razón".
Con esta fórmula, Bank of New York Mellon -un coloso especializado en la gestión de activos y en la intermediación entre inversores e instituciones financieras- cerró el primer trimestre de 2008 con beneficios por valor de 484 millones de euros, el 71 por ciento más que en 2007, y con ingresos por valor de 2.440 millones de euros, el doble del año anterior.
"Esta es la palpable demostración de los beneficios de un modelo de negocio equilibrado. Con el que estamos ganando en los servicios de custodia y préstamos para acciones, en la liquidación, y más en general, en los servicios relacionados con la compraventa de valores conseguimos acompasar la debilidad de la gestión de activos".
Pero incluso si el Bank of New York Mellon, nacido en 2007 de la fusión entre el banco comercial Bank of New York y el gestor de activos Mellon Financial, consiguió manejar positivamente la crisis de los mercados, Kelly no oculta sus temores sobre la situación en la que se encuentra el sector.
Reglas más rígidas
"Por un lado -explica-, se invocan reglas más rígidas y una supervisión centralizada para los grandes bancos, pero del otro se niega la necesidad de revisar los mecanismos de contabilidad, comenzando por el precio objetivo, que se han revelado totalmente inadecuados ante la complejidad de la industria de los servicios financieros".
"Entiendo a la FED -apunta Kelly- pero no se debe exagerar el alcance de las propuestas que hay sobre la mesa. También yo soy partidario de confiar la supervisión del mercado bancario-financiero al banco central, pero creo que, en este momento, se pueden poner en marcha intervenciones correctivas más específicas y dirigidas a las críticas surgidas en esta crisis ".
Kelly señala dos áreas de intervención. La primera es la reforma del precio objetivo y la del mark to market, es decir las técnicas de formación de precio de un producto financiero y su adecuación a los valores del mercado. La segunda área está en la transparencia en puntos clave de la cadena financiera, como el de los broker de hipotecas o el de los derivados del crédito.
"El precio objetivo es bueno en teoría, pero pésimo en la práctica o, al menos, en esta fase del mercado. Hoy, nos encontramos en una fase en la que, a la pérdida de valor del los activos que sustentan algunas obligaciones, se añade una evidente carencia de liquidez. El resultado es el que leemos en los diarios: los bancos se ven obligados a efectuar continuas e ingentes desvalorizaciones, haciendo que la crisis sea más larga y dolorosa".
Separar los operadores
Kelly propone una reforma de este tipo: separar los operadores financieros y distinguir entre los que están especializados en el negocio de activos a corto y los que gestionan carteras a largo plazo. "Las carteras a breve -explica- tienen que someterse a las reglas del precio objetivo, mientras que los inversores de largo plazo no deberían verse obligados a efectuar el mark to market cada tres meses, como está sucediendo ahora. Si no se consiguen soluciones, saldremos de la crisis de las hipotecas ciertamente más tarde de lo que se cree y espera".
Por lo que a la transparencia se refiere, Kelly señala con el dedo a los derivados del sector inmobiliario: "Las sociedades de hipotecas tienen que estar mejor reguladas y, sobre todo, hay que revisar las obligaciones informativas y la estructura de los productos, que, a mi juicio, fueron concebidos demasiado a favor de los emisores y poco a favor de los clientes. Tenemos que facilitar a los inversores la comprensión de la estructura que subyace a los productos y verificar los precios de los instrumentos".
El análisis de Kelly concluye, sin embargo, con una advertencia: el éxito de los aumentos de capital en esta fase todavía crítica no debe hacer bajar la guardia sobre los riesgos. De hecho, es cada vez más habitual que los fondos de capital riesgo sean llamados por los bancos para participar en las recapitalizaciones, creando potenciales conflictos de interés que no pueden ser infravalorados. "Si les damos a los fondos cuotas importantes, -concluye- se corre el riesgo de graves distorsiones. No es posible pensar que un gran cliente de un banco sea un gran inversor en su capital de riesgo".