Los bancos de inversión, despachos de abogados y grandes empresas de desarrollo de software parecen haber dado con el secreto para sacarle el máximo jugo a sus empleados de mayor cualificación: dejarles libertad para fijar sus horarios.
Según un estudio de la Universidad de Pennsylvania citado por Bloomberg y publicado en The Sociological Quarterly, la medida no tiene nada que ver con disquisiciones casi filosóficas sobre la felicidad del empleado y la conciliación con su vida familiar.
La clave es aún más sencilla: al ser invitados a fijar sus horarios en un entorno altamente competitivo, son los propios empleados quienes deciden alargar sus jornadas hasta la extenuación, incluso cuando son conscientes de las repercusiones negativas para su salud.
Y todo para demostrar que son los más comprometidos con la organización. De esa forma los bancos de inversión analizados ni siquiera tienen que convencer a sus empleados de que los esfuerzos tendrán recompensa: son ellos quienes deciden que cuanto más tiempo pasen en su puesto, mejor serán vistos por sus superiores.
La maldición que les persigue
El estudio se refiere en concreto a la bance de inversión, sector caracterizado por una exigencia de rendimiento tan alta que hace que el trabajador medio lo abandone tras apenas nueve años.
Las empresas no tienen sin embargo problemas para encontrar reemplazo, puesto que el mercado laboral estadounidense está repleto de jóvenes titulados ansiosos por hacerse un nombre en el sector.
Respecto a los que se van, la autora del estudio señala que la sombra de las jornadas interminables suele perseguirles allá donde van, y se convierte a su vez en una característica de los departamentos que dirigen.
¿Reducir jornada para bajar el paro?
