El presidente de los empresarios madrileños reducirá su participación al 49% en el 'holding' que creó en 2013 y deja la administración de Cantoblanco en manos del abogado Antonio Arenas.
Arturo Fernández inicia la retirada para salvar el imperio que fundó su abuelo en 1989 con la puesta en marcha del Club de Tiro Cantoblanco, un sitio al que acude a comer, casi a diario, el actual presidente de la patronal madrileña. Sin un heredero directo a la vista -el empresario está casado pero no tiene hijos- y ante la dificultad de encontrar socios y renegociar la deuda de 50 millones, el todavía propietario de Cantoblanco ha dado un paso atrás. Tras año y medio de negociaciones que le llevaron a anunciar tres operaciones que nunca se llegaron a cerrar, Arturo Fernández se ha rendido a las exigencias de los acreedores (banca, proveedores y Administración Pública) y ha dejado la gestión del grupo en manos del abogado Antonio Arenas Rodrigañez. Al mismo tiempo, ha firmado un preacuerdo con los directivos de Cantoblanco para que se hagan con un 51 por ciento de la empresa limitando su peso al 49 por ciento, una posición que han tachado de "minoritaria" desde su entorno.
El desembarco de Antonio Arenas, que en el registro mercantil aparece con administrador concursal de una decena de empresas en Baleares y Madrid, se tradujo en la inmediata solicitud del preconcurso de acreedores, una medida a la que se opuso en reiteradas ocasiones el empresario madrileño y que supuso la desvinculación de Noraction, al que fichó para conducir la reestructuración, tras entregar su propuesta de plan de viabilidad. Pero la estrategia de Arturo Fernández de liberar los embargos que Hacienda tenía sobre alguna de sus cuentas (en marzo de 2014 la Agencia Tributaria le reclamó una deuda de tres millones de euros) no llegó a buen puerto y finalmente el grupo se ha visto obligado a acudir al preconcurso para ganar tiempo, tratar de llegar a un acuerdo con los acreedores, reestructurar el grupo y así evitar su liquidación de un imperio que creció al calor de las concesiones públicas en colegios, universidades, hospitales e instituciones públicas y militares, convirtiéndole en el rey del catering.
Año y medio de tira y afloja
El primer paso que dio Arturo Fernández para tratar de salvar el conglomerado de empresas que conformaban su imperio (en el Registro Mercantil aparece como accionista y administrador de 138 firmas, la mayoría sin trabajadores que hacen las veces de vehículos de inversión) fue reestructurar su grupo. El empresario madrileño, cuyo gran éxito de 2014 ha sido volver a ganar las elecciones a la presidencia de la patronal madrileña, la CEIM, creó a mediados de 2013 la sociedad holding Madhol Servicios Generales, de la que todavía aparece como único accionista y cuyo administrador único es Arenas. Bajo el paraguas de este holding se encuadrarán todas las sociedades del empresario que a partir de junio de 2013 han pasado a pertenecer a "un grupo fiscal cuya sociedad dominante es Madhol", reconoce Arturo Fernández en las últimas cuentas de Arturo Grupo Cantoblanco.
Tras la creación del holding, cuyo año fiscal empieza en junio, el también vicepresidente de la CEOE inició una carrera para encontrar un socio capitalista que le salvara y le ayudara a pagar sus deudas, como la de 2,7 millones que arrastraba con Turespaña por el canon del cafetería del Palacio de Congresos entre 2004 y 2007.
Así, en un primer momento, el empresario llegó a un acuerdo con Serunion y Mediterránea de Catering para venderles su negocio de colectividades. Ambas firmas rechazaron consumar la compra tras realizar una auditoria a las cuentas. El segundo intento fue la venta del 51 por ciento del Cantoblanco a Real Investment Holding, operación que también fracasó. En el tercer intento, Arturo Fernández trató de sondear a empresarios madrileños para que suscribieran una ampliación de capital de 45 millones de euros a cambio del 41 por ciento del grupo. El 50 por ciento de los fondos se destinaría a pagar las deudas y el resto a comprar ladrillo.
Pero lejos de crecer e invertir en restaurantes y hoteles, el futuro del grupo empresarial pasa por perder peso y reducirse a la mínima expresión. Los planes de la actual directiva persiguen soltar los negocios y las concesiones en pérdidas y crear una nueva marca para el negocio del catering. Entre las concesiones que quiere dejar el grupo está la de la cafetería del Club de Campo, hoteles y restaurantes. Eso si, en este punto insisten que su objetivo es mantener los 1.000 puestos de trabajo que dice tener.
Fuentes cercanas al empresario aseguran que los ingresos han caído más de un 40 por ciento por la crisis y la pérdida de concesiones. En el último año, Cantoblanco ha perdido la concesión de muchas cafeterías. Por ejemplo, ya no lleva la cafetería del Congreso de los Diputados, ni tampoco la de la sede de Amadeus en Madrid, ni la del Palacio de Congresos. También ha perdido la cafetería de Ifema y UGT.