
Si alguien le preguntara a un alto ejecutivo de Iberia cual es su momento preferido en la gestión de la aerolínea de bandera española seguro que contestaría: el 6 de abril de 2007. En esa fecha irrepetible, la compañía presidida por Fernando Conte se encontraba en uno de los mejores momentos de su historia.
Marcaba máximo histórico en bolsa (4,11 euros la acción), acababa de presentar unos resultados históricos (327 millones de euros de beneficio), sus coberturas de riesgos mantenían a raya los inconvenientes del precio del petróleo (que estaba a 67,25 dólares el barril ese día) y era la compañía aérea deseada por todos. ¡Vamos!, una compañía en plena forma.
Por si fueran pocos motivos de alegría, Iberia se había convertido además en el objetivo de los inversores. El fondo de capital riesgo norteamericano Texas Pacific Group había anunciado su intención de lanzar una opa por la compañía de la mano de un compañero industrial, British Airways, y de varios socios españoles. Además de la oferta de Texas, todo el mundo esperaba en ese momento que los otros gigantes del sector en Europa, la alemana Lufthansa y la francesa Air France, reaccionaran a esta propuesta.
Cambiaron las tornas
Poco más de un año ha pasado del punto más alto del vuelo para Iberia y el panorama ya no es tan claro. Tras el fin del intento de compra, su rumbo varió y se lanzó al ataque en varios frentes a comienzos de este año. Pero en un par de meses ha pasado de ser la máxima favorita para comprar Spanair y para cerrar una fusión entre su participada Clickair y la rival Vueling a poder quedarse sin finalizar ninguna de las dos operaciones.
¿Y cual es el verdadero motivo de este cambio de escenario? Los expertos no dudan en apuntar al crudo como el culpable de la mancha del traje de novia de Iberia. Con un barril por encima de los 135 dólares, más del doble del precio el día que registró su máximo histórico, y una situación económica que apunta hacia la crisis la compañía se pensará dos veces dar el visto bueno a una operación corporativa sino tiene la garantía total de que está haciendo un buen negocio.
Antes podía permitirse el lujo de comprar Spanair para eliminar un fuerte competidor en España o de fusionar Clickair (empresa en la que controla el 80 por ciento de los derechos económicos) con Vueling para acabar con parte de la rivalidad en los vuelos de bajo coste pero en la actual situación esos argumentos no tienen peso por si mismos.
El gran susto ya se lo han llevado en el primer trimestre del año. La empresa entró en pérdidas después de muchos años de números negros y se han encendido las luces de alarma. Es cierto que históricamente los meses de enero a marzo suelen ser los más flojos del año para las aerolíneas pero teniendo en cuenta que Semana Santa cayó en este periodo estos resultados son difíciles de justificar. Y mientras que llegan las cuentas del segundo trimestre, las aerolíneas sufren una sacudida en todo el mundo que también ha tambaleado los cimientos de Iberia, que el pasado jueves se desplomó en bolsa hasta los 2,14 euros por acción, prácticamente a la mitad de lo que cotizaba en aquel día glorioso de abril de 2007.
Prudencia y más prudencia
La palabra prudencia ha aparecido de pronto en los pasillos de la sede central de la compañía. ¿Interesa Spanair ? Sí, pero no a cualquier precio. ¿Es conveniente fusionarse con Vueling? También, pero no con una operación en la que las dos compañías partan con una valoración similar. Iberia sabe que en ambas operaciones juega con el comodín del tiempo. La crisis es mala para todas las aerolíneas pero si el grupo SAS no vende Spanair tendrá que reducir su estructura y modelo de negocio y, casi sin quererlo, le hará un favor a la primera aerolínea española.
Algo parecido ocurre en el caso de Vueling. Si no acaba fusionándose con Clickair antes del verano, la filial de Iberia podrá volar sola pero la aerolínea presidida por Josep Piqué podría pagar cara su soledad durante los meses de junio, julio, agosto y septiembre.
A día de hoy, probablemente lo que más le preocupe a la dirección de Iberia no son las dos operaciones que tiene sobre la mesa, sino poner en marcha su próximo Plan Director 2009-2011. Es muy complicado trazar una hoja de ruta en un momento como el actual, en el que el sector aéreo amenaza con tener una gran crisis en los próximos dos años.
Sobre el papel, la estrategia que hasta ahora ha adoptado la compañía de apostar por los vuelos de largo recorrido y abandonar las rutas domésticas menos rentables podría compensar las subidas del precio del petróleo pero si el crudo sigue esta imparable escalada nadie sabe que efectos puede llegar a tener en el negocio.
De todas formas, cuando las cosas pinten bastos para el sector aéreo, Iberia seguirá jugando con una ventaja sobre la mayoría de las aerolíneas: su excepcional caja que le asegura una mayor capacidad de resistencia en situaciones límite. Los 2.400 millones de euros que la compañía tiene disponibles son el mejor salvavidas por si el negocio de las aerolíneas naufraga.