
La Nokia gobernada por Microsoft ha continuado perdiendo negocio, liderazgo y valor en bolsa. La cuota de 'Windows Phone' ha crecido poco más de medio punto en un año.
El próximo 21 de septiembre se cumplirán tres años de gestión de Stephen Elop en Nokia, o lo que viene a ser casi lo mismo, un trienio del fabricante finlandés bajo la batuta de Microsoft. Semejante plazo es una eternidad en el mundo de la tecnología y las telecomunicaciones. Durante ese tiempo, la compañía de móviles regida por Microsoft ha coleccionado fracasos y errores hasta tocar el fondo en el que actualmente se encuentra. La reflexión de muchos analistas parece inevitable: ¿Qué puede hacer Microsoft ahora con Nokia y Windows Phone que no haya intentado, probado y desarrollado hasta la fecha? La cuestión asusta en Redmond, sede del primer fabricante del mundo de 'software', días después de la compra de la compañía finlandesa por 3.790 millones de euros.
La exigencia ahora será máxima, pero también lo era antes. Se acabaron las excusas. Conviene recordar que Microsoft ya dirigía el destino de Nokia desde febrero de 2011, cuando firmó una alianza estratégica con la nórdica. Entonces se estableció que todos los smartphones de Nokia se someterían al sistema operativo Windows Phone de Microsoft. También se impuso el buscador Bing en todos los smartphones de Nokia y se integraron los mapas y tiendas de aplicaciones en Bing Maps y Windows Phone MarketPlace.
A grandes rasgos, Microsoft ha hecho y deshecho a su antojo en Nokia, con absoluta libertad de movimientos, desde hace casi tres años. Que nadie olvide que Elop es un hombre procedente de Microsoft (responsable de la división de empresas de la compañía de software y partícipe del éxito de las familias Office y Dynamics), con la cultura de aquella empresa tan grabada en la médula como podía tenerlo Bill Gates o Steve Ballmer, CEO de Microsoft, hasta que lo jubile el propio Elop. Podía asegurarse que, desde febrero de 2011, Nokia pensaba con el cerebro de Microsoft, respiraba el mismo aire y miraba por los mismos intereses. Los primeros frutos de aquel matrimonio entre la estadounidense y finlandesa llegaron al mercado en octubre de 2011, con modelos equipados con el sistema operativo Windows Phone 7, tales como los Nokia Lumia 700, 810 y 900. Aquellos convivieron con más pena que gloria, mientras los Galaxy de Samsung y los iPhones de Apple consolidaban el duopolio actual en el mercado de smartphones. Un año después, en octubre de 2012, irrumpieron los dispositivos con Windows Phone 8 (Lumia 520, 620, 820 y 920), con más de lo mismo.
De todo lo anterior se desprende que Microsoft ha tenido tiempo más que suficiente para enderezar el destino de su Windows Phone (cuya cuota mundial entre los sistemas operativos de móviles es del 3,7 por ciento) , pero sin lograrlo hasta la fecha y sin adivinarse como alternativa a Android (con una cuota del 79,3 por ciento) e iOS (con una participación del 13 por ciento).
Por si fuera poco todo lo anterior, el posible revulsivo que podía supone un cambio en el timón no se producirá en la nueva Nokia, ya que su actual gestor también lo será tras su integración en Microsoft, al hacerse cargo de la nueva división de dispositivos y servicios de Microsoft.
La credibilidad del canadiense Elop (primer no finlandés en dirigir Nokia) debería estar bajo sospecha. Irrumpió en el entonces fabricante líder de móviles en septiembre de 2010 como elefante en cacharrería. Comparó la situación de su nueva empresa con la de una estación petrolífera en llamas en medio del Océano, lo que debió hacer poca gracia a los empleados y directivos de laVieja Guardia de tan respetable fabricante. También aseguró que la alianza de Microsoft y Nokia reduciría el gran negocio de la telefonía móvil a una carrera de tres caballos, lo que aún está por ver. Durante este tiempo, 32 meses después de aquellas palabras, la Nokia gobernada por Microsoft ha continuado perdiendo negocio, liderazgo y valor en bolsa. La visión de negocio y los reflejos comerciales no han acompañado precisamente a Elop en su actual empresa. Por todo ello, ¿qué permite presuponer en Nokia que ahora se revertirá la situación, si lo único que cambiará será la propiedad de las acciones?