Empresas y finanzas

Pasiones de cigarreras, fútbol y tardes de mus

Madrid, 27 ene (EFECOM).- Algunas empresas, por su especial relevancia, trascienden de lo que les es propio, el mundo de los negocios, y pasan a formar parte de la historia de un país, de una sociedad entera y se convierten en un referente vital.

Por eso, como ha pasado con Tabacalera, llamada Altadis desde que en 1999 se fusionó con la francesa Seita, su paso a otras manos, a otro dueño, es visto con cierta nostalgia por una parte de los ciudadanos que sienten que se les escapa algo de su propia historia, lo que es una forma de envejecer.

Tabacalera es mucho más que una empresa de elaboraciones del tabaco. Es un testigo del discurrir de una buena parte de la vida de España.

Creada en 1945, sus orígenes más inmediatos hay buscarlos en la Compañía Arrendataria del Monopolio de Tabacos, aunque el rentable negocio del tabaco se remonta, en su versión estatal, a los tiempos de Felipe IV quien, en 1636, organizó un sistema de arriendo en Castilla que se llamó "estanco".

De esta forma se conseguía una considerable recaudación mediante el monopolio de renta del comercio de este y otros productos, como el chocolate y el aguardiente.

En 1730, ya con Felipe V, el Estado se hizo cargo directamente del monopolio del negocio del tabaco y cesó el sistema de arriendo que se había mantenido hasta entonces. Digamos de paso que el monopolio no se introdujo en toda España al mismo tiempo y, por ejemplo, en las provincias vascongadas no llegó hasta 1878.

Fue en 1887 cuando el entonces ministro de Hacienda, el valenciano Joaquín López Puigcerver, creó la Compañía Arrendataria que con el tiempo dará paso a Tabacalera SA.

Otro personaje vinculado a la historia del tabaco en España fue José Bonaparte, al que cabe el honor de haber sido quien trajo a Madrid su primera fabrica al contratar a un nutrido grupo de cigarreras que venían de otras provincias.

Las cigarreras son precisamente uno de los tópicos del mundo del tabaco. Han entrado, de la mano de Carmen, en la historia por derecho propio y, hasta tal extremo, que existe un magnífico libro dedicado a la fábrica de tabaco de Valencia, hoy desaparecida, escrito por María Jesús Teixedor y Teresa Hernández en el que se les dedica todo un capítulo.

Carmen, la de la fábrica de Sevilla, mujer de un sola pieza, capaz de seducir a un militar navarro y a un torero llamado Escamillo, amiga de contrabandistas y bandoleros, desencadenará una tragedia que, aunque algo tópica, no ha dejado de ser una de las más conocidas, con el tabaco de testigo.

Otro de los mitos vinculados a Tabacalera son su marca "Celtas", nacida en 1957, de los que hubo cortos (el chester obrero) y largos sin filtro (1958) y más adelante, ya por motivos de salud, con filtro. Se compraban, al igual que otras elaboraciones no menos famosas, como el Bisonte, sueltos, pues pocos eran los que en aquellos años podían permitirse el lujo de gastarse 2,5 pesetas en un paquete entero.

¡Y que decir de los Farias! Compañeros insustituibles de partidas de mus, o de tardes de tensión en San Mamés, Chamartín o Mestalla, las Ventas o la Maestranza, pues su disfrute no ha conocido fronteras, ni ha distinguido aficiones. Farias que han pasado por La Coruña, Logroño, San Sebastián, Cáceres...

Farias, ilustre apellido de un inventor mexicano que se puso en contacto en 1888 con el entonces presidente de la Compañía Arrendataria, Amós Salvador, para ofrecerle un nuevo sistema de elaboración de picadura de hebra que fue probado con éxito, como tenía que ser, en la fábrica de Bilbao, donde se empezaron a producir unos 350.000 cigarros al mes.

En fin, es cierto que, con la venta a Imperial Tobacco, se va una parte de nuestra historia, que la economía globalizada tiene estas cosas, pero en nuestro ánimo siempre quedarán historias de pasiones de cigarreras, de fútbol y de partidas de mus. EFECOM

txr/cs

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